En el post anterior criticábamos duramente el anuncio de la Comisión Europea de que a partir de 2024 los Estados miembros deberán implementar medidas de austeridad y ajustarse a las reglas fiscales para disminuir su deuda pública y el déficit fiscal. El retorno a las reglas fiscales ad-hoc es un acto intencional de saboteo del nivel de vida de los europeos más desfavorecidos. Pero este acto no es un hecho aislado: se une a la política monetaria de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y la totalidad de bancos centrales occidentales, que están aumentando aún más los tipos de interés, a pesar de todas las indicaciones de que la inflación alcanzó su punto máximo hace meses y su trayectoria descendente no tiene mucho que ver con los absurdos aumentos de tipos de interés iniciados a principios de 2022.
Los bancos centrales están subiendo los tipos de interés en la actualidad como reflejo del predominio de las políticas monetarias de las escuelas ortodoxas –neoclásicos y neokeynesianos- que priorizan la estabilización y la lucha contra la inflación sobre la política fiscal y el pleno empleo. Están infligiendo un dolor innecesario a los propietarios de hipotecas de bajos ingresos, básicamente familias jóvenes. Pero el caso europeo, con una posible combinación de restricción monetaria y austeridad fiscal, se llevará sin duda el premio al mayor delirio. Esta distopía terminará por transformar una recesión -que se iniciará en la segunda mitad de 2024, como consecuencia de una crisis de deuda privada en países anglosajones- en una Gran Recesión, tipo 2008-2013, o en una Gran Depresión.
Sin embargo, al igual que esa aldea poblada por irreductibles galos que se resistía a la invasión romana, hay un banco central que no está siguiendo esta tendencia: el Banco de Japón (BOJ). El BOJ no ha modificado sus tipos de interés oficiales –a corto plazo–, que siguen en 0%; mantiene su política de control de la curva de rendimientos, es decir, de los tipos de interés a largo plazo, y a su vez el gobierno está expandiendo la política fiscal. Esto es diametralmente opuesto al enfoque neokeynesiano –por favor, no confundir neokeynesianos con postkeynesianos, que jamás harían semejantes barrabasadas–. Lo interesante es que ya disponemos de datos para evaluar los méritos relativos de los dos enfoques. Y los datos son muy tozudos: Japón tiene una inflación más baja, no sufre una crisis de divisas y sus ciudadanos están en mejores condiciones como resultado de las iniciativas de política monetaria y fiscal.
La experiencia distinta en el país del Sol naciente
Al haber un banco central, el Banco de Japón, que no está siguiendo la agenda marcada por el resto de reguladores, ello nos proporciona una comparación directa con el enfoque del consenso de la ortodoxia occidental. Japón ha experimentado todos los choques de oferta global que otras naciones han soportado (por el Covid, por la guerra en Ucrania y por otros factores) y que han generado presiones inflacionarias. Pensemos que Japón importa casi todo. Sin embargo, el Banco de Japón no ha aumentado sus tipos de interés y ha mantenido la línea de controlar el rendimiento de los bonos del Gobierno japonés a 10 años. Recuerden, los tipos de interés son exógenos.
A la vez que el Banco Central de Japón no sube tipos de interés, el gobierno nipón ha flexibilizado aún más la política fiscal para hacer frente a la carestía de la vida, proporcionando transferencias fiscales a los hogares, y subsidios a las empresas como parte de un acuerdo para comprimir los márgenes de beneficio. Mientras, las corporaciones en otros lugares del planeta están obteniendo beneficios a su antojo porque nuestros gobiernos se niegan a presionar al sector corporativo para que adopte el mismo tipo de comportamiento que el gobierno japonés ha logrado extraer de sus formadores de precios. Como resultado de su postura política, la moneda japonesa ha intentado ser atacada sin descanso por los “vendedores a corto” en los mercados financieros. Pensaban estos especuladores que podrían chulearse ante el Banco de Japón, y forzarle a cambiar su política, y de paso obtener pingues beneficios. Pero hete aquí, que el Banco de Japón no ha permitido ni una a esta tropa, y les ha infligido grandes pérdidas.
Los progresistas españoles, y europeos, deben tomar nota de cómo el Banco de Japón se enfrenta a los mercados financieros. Pero no solo no ha habido una crisis de la moneda nipona, como algún atrevido sostenía en su momento, sino que además a Japón le está yendo mucho mejor en la lucha contra la inflación. La tasa de inflación internanual en el país del sol naciente se sitúa en el 3,3%, muy por debajo de sus homólogos europeos, o sus vecinos cercanos, Australia y Nueva Zelanda. Ello demuestra que los aumentos de los tipos de interés que otros bancos centrales han impuesto a sus ciudadanos no eran necesarios para reducir una inflación de oferta.
Las preguntas que debemos hacernos los progresistas españoles y europeos son ¿por qué Japón ha podido resistir la alta inflación al mismo tiempo que se negaba a aumentar los tipos de interés y a contraer la política fiscal? ¿Por qué los mass media occidentales no están informando a sus lectores de la exitosa experiencia japonesa? Japón está aplicando la Teoría Monetaria Moderna. El día que comprendamos cómo en occidente nos han estado engañando durante las últimas cuatro décadas sobre los objetivos de la política económica, ese día, muchos se echarán las manos a la cabeza sobre ciertas distopías que se han dado en las mal llamadas democracias liberales y que han devenido en un Totalitarismo Invertido, Sheldon Wollin dixit. Y es que hasta el mismísimo Mario Draghi, poco antes de abandonar la presidencia del BCE, habló de la necesidad de explorar nuevas ideas como la Teoría Monetaria Moderna.