La portada de mañana
Acceder
La declaración de Aldama: “el nexo” del caso Ábalos apunta más arriba aún sin pruebas
De despacho a habitaciones por 1.100 euros: los ‘coliving’ se escapan de la regulación
Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Aguirre como farsa, Ayuso como tragedia

La legendaria frase de Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte sirve como epílogo de casi todos los relatos de la humanidad: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. La resolución de problemas y conflictos de Isabel Díaz Ayuso es un calco de lo que aprendió con su maestra y única referente política y cultural, que es Esperanza Aguirre. Nada de lo que hizo la lideresa le es ajeno a Ayuso porque no puede tener otra manera de proceder por falta de capacidad, siempre sin perder de vista a quién sirve y a qué clase le debe estar donde está.

Hay un episodio que quedó sepultado durante el aluvión de noticias que muestra hasta qué punto a la presidenta de la Comunidad de Madrid solo le importaba marcar diferencias con el Gobierno de España en vez de aunar fuerzas para minimizar el impacto de la tragedia. Según fuentes próximas a Ciudadanos, el 18 de marzo el consejero de Asuntos Sociales propuso en el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid pedir ayuda al Gobierno para que la brigada de sanitarios del Ejército ayudara en las residencias. Solo un día después Isabel Díaz Ayuso, por motivaciones políticas, se negó a recibir y solicitar ayuda del Gobierno central durante la pandemia. Su prioridad era hacer oposición.

El 30 de marzo Lucio Blázquez, el propietario de Casa Lucio, ingresó en el hospital Fundación Jiménez Díaz por una neumonía provocada por la COVID-19. La familia informó de que ingresó en la UCI de la planta privada del hospital madrileño. Aquellos días en los hospitales públicos de Madrid el triaje descartaba a cualquier persona mayor de 70 años para ser ingresada en UCI, excepto si tenía dinero. En aquellos días algunos periodistas alertábamos sobre ese triaje clasista con la negación, insultos y desprecios como respuesta por parte de la diputada del PP en la Asamblea de Madrid Almudena Negro, a la que tienen entregado este cometido de difamación constante de periodistas. Cuando Lucio Blázquez salió del hospital con el alta, la familia informó de lo contrario y aseguró que jamás estuvo en la UCI. Es fácil comprender la motivación por la que la familia se preocupó de desmentir el tratamiento que su familiar recibió y desmentirse a ellos mismos el día que salía del hospital.

El diario El País informó en la última semana de que los mayores con seguro privado sí fueron trasladados de residencias a hospitales en Madrid y que solo 921 mayores de 70 años con coronavirus han ingresado en UCI de Madrid desde el 1 de marzo. Una fuente consultada por el periódico lo dejaba claro: “En la privada había pacientes en UCI con 80 años y en la pública tuvimos pacientes con poco más de 60 años que se desestimaron para UCI”. Si te llamabas Lucio Blázquez, eras un rico restaurador y tenías 87 años, podrías tener una UCI. Si tu nombre era anónimo, con 72 años y eras un simple trabajador sin recursos, lo más probable es que murieras con paracetamol en la cama de la residencia o esperando en planta a que tu organismo pudiera vencer al virus con menos medios.

Esperanza Aguirre basó su política sanitaria en construir hospitales sin dotar para que hicieran negocio las empresas privadas de sanidad y llegó al poder en 2007 con una proclama: “La sanidad será gratuita, pública y de la máxima calidad. Simancas dijo en 2007 que a los hospitales de Madrid habría que ir con la tarjeta de crédito en la boca y mintió”. Durante esta pandemia, aquella farsa aguirrista se ha tornado en una tragedia ayusista, donde en lo peor de la crisis los ancianos que no tenían seguro eran privados por protocolo de recibir asistencia hospitalaria, pero con la tarjeta en la boca tenían ambulancia y UCI en la Jiménez Díaz.