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Albañiles de la puta política

Álvaro Pérez, "El Bigotes", en el juicio por una de las ramificaciones de la Gürtel en Valencia

Jesús Cintora

Un banquete de boda es un estriptís. La familia es la familia y no oculta que invita a los más cercanos. Pocas escenas hay tan definitorias de esto como el casamiento de la hija de Aznar. Es ya el retrato de una época. Todo un desfile de los presuntos implicados. Y es que el festejo nupcial desinhibe. Suelta la melena. Coppola lo reflejó magistralmente en El Padrino. El enlace matrimonial de ''El Bigotes'' nos aporta un buen sucedáneo de videocámara made in Spain al decirle a Camps: “Un día me vio sufrir, me vio cansado de trabajar en Madrid y me dijo vente a Valencia. Siempre me ha dado cosas buenas, es cojonudo como amigo y no falla jamás”. El resto ya lo sabemos: adjudicaciones de dinero público a dedo, mordidas, comisiones, financiación política irregular… Cosas Ricas. El banquete de aquella boda terminó, pero sigue la fiesta, porque, a pesar del saqueo, continúan en la calle. Este fin de semana, si quieren, pueden organizar otro bodorrio.

El cansancio que tenía 'El Bigotes', cuando Camps le echó una mano, me recordaba lo que me contó una madre este domingo en un parque de Madrid. Hijo con dos carreras, tres idiomas y cuatro años en el paro. Ningún presidente autonómico le dijo vente a Valencia. El chaval emigró a Gales y se lo han puesto difícil hasta para votar: consulado, rogar el voto, idas y venidas gastándose un dineral, papeles que no llegan… Al final, no vota. Eso le pasa por estudiar y no hacerse “albañil de la puta política”, como 'El Bigotes'. Si hubiera hecho como Alvarito Pérez, no solo votaría, sino que habría organizado los mítines del presidente llevándose un pastizal.

Cuando esta madre me hablaba de su hijo, estaba debatiendo acaloradamente con un paisano, porque no la había acompañado a las Marchas de la Dignidad: “Aquí casi no salimos y en Francia llevan semanas de huelgas por la reforma laboral”. Curiosa estampa mientras atravesaban el parque unos veinte jóvenes, con cánticos de victoria, caras de no haber dormido y banderas del Real. Yo miraba la prensa, que hablaba también de abucheos a Carmena en la celebración de las Fuerzas Armadas, al grito de “fuera, dimisión, si tuvieras vergüenza, no estarías aquí”. No duden de que son los mismos que aplaudían a “Paco” (a Paco Camps y a otros Pacos), porque, como diría 'El Bigotes', “Paco es cojonudo y no hay más que hablar”.

Salgo del parque y, palabra, me encuentro con Pedro Arriola, el gurú electoral de Rajoy y Aznar. Paraguas en mano, pero recogido, porque no teme la que está cayendo. Le pregunto a Arriola por Mariano y las próximas elecciones. Me cuenta que puede haber mucha gente que deje de votar, que hay un millón de votos bailando, que bajarán los nuevos partidos porque “se les ha visto el plumero” y que, quien crea que Mariano va a irse, no lo conoce todavía: “Antes me iré yo, que estoy cansado, pero Mariano está muy tranquilo”. 'El Bigotes' diría: “Albañiles de la puta política”.

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