Alejandro Fernández cae mejor fuera de su partido que dentro del PP. Algunos de los que en las últimas horas le han dedicado tuits felicitándole son de los que tanto en Barcelona como en Madrid han intentado que no repita como candidato en las próximas elecciones catalanas. Nada nuevo en las estructuras de los partidos, esto ocurre a izquierda y derecha. A veces se apuñalan en público y otras tiran de hipocresía (más cuando se acercan unas elecciones).
Una de las pocas dirigentes que sí ha apoyado la candidatura de Fernández desde un principio mientras Alberto Núñez Feijóo deshojaba la margarita y se desayunaba cada día con toda la prensa conservadora expresando su apoyo al líder de los populares catalanes ha sido Cayetana Álvarez de Toledo. La diputada fue la cabeza de lista por Barcelona en las generales del 2019 como podría haberlo sido por cualquier otra provincia de España y su campaña se recuerda como de las más surrealistas que se han visto en Catalunya. Fernández siempre la defendió frente a quienes en la sede de Barcelona se preguntaban qué sentido tenía que ella encabezara la candidatura. Por convicción o agradecimiento, estas semanas Álvarez de Toledo se ha convertido en su principal avaladora.
En todo caso, daba igual a quién presentase el PP el próximo 12M porque a esta formación le irá bien o muy bien. Y eso, Fernández, que se quedó con sólo tres escaños la última vez, lo sabe. Su estrategia es simple: criticar la amnistía mañana, tarde y noche y retirarle a Salvador Illa el carné de constitucionalista. Su argumento es que Pedro Sánchez e Illa le han puesto “la alfombra roja” al independentismo para que vuelva a cometer ilegalidades como las del 2017 y dan por hecho que, tras la amnistía, el próximo paso será autorizar un referéndum de autodeterminación (algo que tanto el PSC como el PSOE aseguran que no pasará).
Pero, además, el candidato del PP es de los pocos en su partido que siempre ha marcado distancias con Vox para intentar frenarles. Y eso, todos los que querríamos a la extrema derecha fuera de las instituciones, debemos consignarlo. Esta vez los electores catalanes podrán escoger entre la extrema derecha españolista y rancia que lidera Ignacio Garriga o la extrema derecha independentista e igual de rancia y peligrosa que representa la alcaldesa de Ripoll y candidata de Aliança Catalana, Silvia Orriols. El mismo collar con distinta bandera.
Feijóo ha estado este miércoles en Barcelona para elogiar a quien se ha resistido hasta el último momento a confirmar como candidato. Justificó la dilación en validarlo por la necesidad de respetar los procedimientos y escuchar a las distintas voces. “Es el mejor porque todos coinciden”, argumentó en una afirmación que recordó esas aseveraciones que hacía Mariano Rajoy y acababan convertidas en memes. Por su parte, Fernández, quien además de ocurrente es educado, definió su controvertida elección como “un parto delicado”, pero tirando de la misma ironía le aseguro a Feijóo que no se preocupase porque le dejará “dormir” tranquilo. Demostró de nuevo lo que responde a los que desde otras bancadas le elogian: que nadie se engañe, él es del PP y mucho del PP.
Fernández arremete siempre que puede contra “la burguesía catalana” identificándola con Junts pese a que una parte de esta también es votante suya. Son esos barrios de la zona alta de Barcelona que apoyaron primero a Xavier Trias en las municipales y después a Feijóo en las generales. Son los que votan más pensando sobre todo en el bolsillo y anhelan un modelo fiscal como el de Ayuso en Madrid. El candidato del PP cuando habla no lo hace pensando en ellos. Son votos que da por descontados.
Sus frases, a veces ocurrentes y otras menos, están dirigidas a los electores de barrios metropolitanos que apoyaron a Ciudadanos o que son fieles en las municipales a alcaldes socialistas pero que no quieren ni oír hablar de flirteos con los independentistas. ¿Eso le complica a Feijóo la vida en una futura legislatura en la que tenga que llamar otra vez a la puerta de Junts? Es evidente que sí, aunque cuando llegue ese puente, si hay que cambiar de estrategia ya se hará y si no, que le pregunten a Vidal-Quadras cómo Aznar le cortó la cabeza para contentar a Jordi Pujol.