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Almudena Grandes: recuérdalo tú y recuérdalo a otros

Libros en alto para despedir a Almudena Grandes este lunes en el cementerio civil de la Almudena, Madrid
30 de noviembre de 2021 22:33 h

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“Sin memoria no hay democracia”, corearon cientos de personas en el cementerio civil de la Almudena, libros en alto, corazones compungidos, para despedir a la escritora Almudena Grandes este lunes. “Gracias por acercarte a mi abuelo”, gritó una mujer, quizá queriendo decir “gracias por rescatarlo del olvido”.

Sobre la multitud asomaban, sostenidas por brazos lectores, novelas como Inés y la alegría, Los pacientes del doctor García, El corazón helado o Los besos en el pan. “Estas son nuestras armas”, gritó alguien agitando su libro y otros lo repitieron. Y sí, las historias de Almudena han sido armas contra el olvido y la desmemoria, en pos del conocimiento y la necesidad de entender lo que somos, de dónde venimos, de escudriñar los porqués de estas correlaciones de fuerzas, de ciertos privilegios y exclusiones.

Almudena Grandes ha sido una maestra sostenedora de una verdad oculta, una experta indagadora de lo subterráneo, una rescatadora persistente de la memoria sepultada. Leyendo sus novelas podemos imaginarla como una hábil malabarista sujetando con la fuerza de sus manos y la destreza de su mente la esencia de este país, sin que se le caiga ni una sola de las aristas, ni uno solo de los detalles, ni una sola de las teselas que componen el mosaico de nuestro pasado reciente, ese pasado que explica nuestro presente.

“España es la única democracia de Europa que no se funda sobre su propia tradición democrática y que no reivindica su propia tradición antifascista. La democracia española no empieza su andadura con una ruptura con la dictadura. En un acto de soberbia autocomplaciente e insólita, se funda a sí misma en el aire”, explicó Grandes. Frente a ese truco -aparentar que la democracia vino de ningún sitio- Almudena hizo uso del teclado, investigó, hurgó, buscó y rebuscó para retirar las cortinas del ilusionismo con las que aún hoy se pretende esconder las piernas de esa democracia española fundada presuntamente en el aire, sin nada debajo ni detrás.

Hay que tener mucha fuerza y tesón, como ella tenía, para poner en pie la médula de nuestro país, la espina dorsal que nos atraviesa y nos organiza, que nos explica y nos asigna espacios: ese eje que la narración oficial ni nombra ni reconoce aún. Almudena Grandes rescató miles de historias que el pacto de silencio de la Transición pretendió ocultar, visibilizó a las mujeres resistentes, humanizó la memoria. Explicó que “los resistentes contra el franquismo no encajan en el relato de la Transición, son muy incómodos” y señaló la “enorme deuda que el Estado tiene con los antifranquistas”. “España es una pura anomalía”, solía decir.

La novelista no luchó solo contra esa anomalía a través de la literatura. Lo hizo también con compromiso político. Tuve la suerte de conocerla en 2010, cuando personas de diversas procedencias e ideologías nos encontramos en la lucha contra la impunidad del franquismo. Durante semanas organizamos charlas, conferencias, un encierro en la Escuela de Relaciones Laborales de Madrid donde por primera vez muchas víctimas pudieron contar sus historias ante un público boquiabierto, con presencia importante de medios de comunicación internacionales. Por ella pasaron en esos días escritores y poetas como Almudena o Luis García Montero, actores, directores de cine como Pedro Almodóvar, músicos, representantes de asociaciones de derechos humanos y memoria como la ARMH e integrantes de las Madres de Plaza de Mayo argentinas.

La directora Azucena Rodríguez, amiga de Almudena, rodó un vídeo en el que Grandes, Almodóvar, Luis García Montero, Benjamín Prado, Pilar Bardem, Aitana Sánchez Gijón, Juan Diego Botto, Maribel Verdú, Hugo Silva, Alberto San Juan, Juan José Millás, Carmen Machi, Miguel Ríos, María Galiana, Juan Diego, Paco León, Javier Bardem y otras voces de la cultura dieron voz a víctimas asesinadas y desaparecidas por el franquismo. Aquellos actos culminaron con una gran manifestación unitaria en contra de la impunidad del franquismo en la que Almudena leyó el manifiesto junto a Almodóvar y el poeta Marcos Ana. Así nació, en esos días, la Plataforma contra la Impunidad del Franquismo, cuyos integrantes también quisieron estar el pasado lunes en el cementerio para rendir homenaje a la escritora.

Once años después de aquellas movilizaciones la impunidad del franquismo persiste. El Tribunal Supremo dictaminó en 2012 la absolución del juez Baltasar Garzón por su empeño en investigar los crímenes del franquismo, pero determinó que dichos crímenes no pueden ser juzgados. El derecho internacional y Naciones Unidas dicen otra cosa: los crímenes del franquismo no prescriben porque se enmarcan en un contexto de crímenes de lesa humanidad.

La ONU lleva años pidiendo a España que garantice los cinco pilares básicos: verdad, justicia, memoria, reparación y garantías de no repetición. Pero el Poder Judicial español se niega a asumir algo tan básico como una investigación que reconozca la barbarie de aquellos crímenes, su propia existencia -ahora que está de moda negarla- y la ejecución de un plan sistemático de persecución ideológica en lugares donde no hubo frente de batalla, donde la gente fue sacada de sus casas y fusilada por el simple hecho de pensar de forma diferente a los golpistas.

Es este contexto el que explica, entre otras razones, el éxito de las novelas de Almudena Grandes. Ella entendió que la historia de España nos era en parte negada. Que se nos ha dicho cómo tenemos que contarnos, como si nuestras abuelas y abuelos no hubieran sido asesinados, perseguidos o excluidos, como si el espacio económico, social y político que se nos asignó hubiera venido por sentencia divina y no como consecuencia de la dictadura que lo reconfiguró todo.

No ha habido frente aquel adoctrinamiento franquista -inoculado durante décadas- un ejercicio de transmisión de memoria democrática abordado desde las instituciones con el empeño preciso. La envergadura de aquella oscuridad dictatorial requiere ser contrarrestada a través de una labor gigantesca que explique la importancia de los derechos humanos, de la empatía frente a la deshumanización de las víctimas, de la conversación frente al silencio, de la democracia frente a la cultura de la impunidad. Ese es el trabajo colosal que ha realizado Almudena Grandes a través de una hermosa escritura, de un riguroso conocimiento histórico y de mucho amor a sus personajes.

La novelista de la memoria devolvió la dignidad usurpada a las personas que defendieron los valores democráticos y con ello se ha convertido en la narradora de nuestro país, en la escritora de España. De toda ella. Sus libros, ya eternos, son valiosas piezas literarias y útiles herramientas democráticas con los que podremos hacer aquello que ella siempre pedía, parafraseando un verso de su amado Luis Cernuda: “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”. A pesar de todos los obstáculos, la memoria, como la rueda, sigue girando.

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