Hace unos años publiqué un libro juvenil, Cuentos para cambiar el mundo, en el que dediqué un capítulo a dar a conocer una de las más bellas iniciativas ciudadanas que conozco contra el despilfarro. Contra este insostenible, desquiciado y desquiciante consumismo en el que solemos caer al llegar estas fechas.
Lo titulé Los regalos sin precio y se lo dediqué al único banco bueno que conozco: el Banco del Tiempo; un sistema de intercambio de servicios y favores entre las personas. El valor que se presta es más preciado, mucho más inestimable que el dinero: el tiempo. Las transacciones bancarias no pueden ser más simples.
Isabel es profesora de piano y tiene que hacer un traslado de piso. Necesita una furgoneta y alguien que le eche una mano para bajar y subir muebles y electrodomésticos. Pedro es surfero y tiene una vieja camper en perfecto estado de revista. Su sueño es aprender a tocar el piano. La cosa va de eso: de poner en contacto a Pedro con Isabel y hallar la manera práctica de que uno y otro puedan convertir su tiempo en un valor intercambiable.
Se trata de organizarse y de montar un sistema de intercambio de ayudas y favores coordinado, de tal forma que cualquiera pueda hallar la manera de intercambiar su tiempo y sus destrezas más allá de su círculo de conocidos.
Para promover el buen funcionamiento de esta iniciativa, la Asociación para el Desarrollo de los Bancos de Tiempo ofrece información sobre los Bancos de Tiempo existentes actualmente en nuestro país, y también la asistencia necesaria para crear uno nuevo desde la página de Time Over Flow.
Gente dispuesta a intercambiar habilidades y destrezas, a compartir conocimientos y aficiones, a cuidar o ser cuidados. Gente que da valor al tiempo de la gente. No se me ocurre mejor manera de darle esquinazo a esta pérdida de tiempo y de dinero que es comprar porque es Navidad.
Entrar en un centro comercial sin saber qué escoger para cumplir con la navideña obligación de regalar, someterse al bombardeo de la publicidad, acabar aturdido y echar mano in extremis del perfume, la prenda, el equipamiento o el accesorio más accesorio, sin poder razonar ni tener la certeza de agradar. ¿Cuándo acabaremos con este derroche de puerilidad?
La iniciativa de los Bancos de Tiempo propone exactamente lo contrario: regalar lo acertado y recibir lo deseado. Una iniciativa que no tiene nada de utópica, ni está dirigida a ningún colectivo social en concreto. Porque todos nos necesitamos a todos. Por eso está dirigida a todos. El único requisito para participar es tener la voluntad de interactuar con el fin de intercambiar valores que no tienen precio. Y es que los mejores regalos no son cosas.
En esta página web se ofrece un breve y clarificador resumen de cómo funcionan los Bancos de Tiempo.