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Alternativas para una vida digna: reparto del trabajo

Carmen Castro García

El reparto del trabajo representa, hoy por hoy, una alternativa necesaria para la redistribución de los recursos y la riqueza desde otro paradigma, basado en la equidad de género y la solidaridad intergeneracional.

Es puro sentido de común y por ello, precisamente, resulta fácilmente entendible. Si el trabajo remunerado no alcanza para todas las personas que están disponibles para el empleo, por qué no modificar el criterio de reparto del mismo, reduciendo la parte del tiempo que comprometemos laboralmente en nuestras vidas. Según los datos de la última EPA, de los 22,8 millones de población activa que hay en el Estado Español, 6,2 no consiguen empleo. ¿Qué impide pasar de la jornada laboral máxima de 40 horas a otra de 25 o 30 horas máximas a la semana? Francamente, creo que nos iría mejor si pensásemos en clave de inversión, en qué capacidades y perspectivas estamos sembrando para el futuro; en cuál es la herencia social, económica y medioambiental que estamos traspasando.

Hay quien dice que una propuesta como esta no cuajaría porque parte de la 'clase trabajadora' se resiste a reducir su nivel de ingresos. En mi opinión, esta es una más de las muchas falacias con las que el sistema capitalista pretende mantener su propio 'estatus quo'. Es la estrategia del 'divide y vencerás' de toda la vida: fomentar la rivalidad y división de intereses, entre quienes precisan de una renta del trabajo para subsistir; asentando, al mismo tiempo, la tradicional división sexual del trabajo.

El desigual impacto de la crisis sobre las mujeres pone en evidencia la persistencia de brechas de género en el empleo (trabajo remunerado) y en el trabajo no remunerado; algo que al sistema heteropatriarcal, que sostiene a este capitalismo depredador, le va muy bien y que delimita las posibilidades reales de las mujeres de desarrollar sus proyectos de vida, cercenando sus oportunidades de acceder a una renta de trabajo.

Mientras las políticas neoliberales continúan con el expolio de derechos y recursos, la división sexual del trabajo se intensifica y precariza aún más. El desmantelamiento de servicios públicos destinados al cuidado de personas dependientes, menores y personas adultas deriva la responsabilidad de los cuidados en la reconcentración familiar y esto, en la práctica, quiere decir que son las mujeres quienes vuelven a asumir este mayor trabajo -no remunerado-.

De cómo las manipulaciones de economistas ultraortodoxos no tienen límite...

Recientemente se ha desmontado una de las grandes estafas ideológicas que ha sustentado el austericidio ejecutado por la troika europea. Un trabajo académico firmado por Reinhart y Rogoff insiste en que la deuda pública por encima del 90% del PIB provoca un crecimiento negativo de -0,1%; y este análisis se está utilizando por el FMI y la troika cual 'mantra neoliberal'; con ello justifican los planes de reducción de la deuda pública vía recortes presupuestarios y los planes de austeridad.

Los efectos del fundamentalismo del déficit cero no se han hecho esperar; la profundización de la crisis arroja ya, en el Estado Español, una tasa de desempleo que supera el 27%, una tasa de desempleo femenina superior a la media y la descapitalización de una sociedad con más del 57% de su población joven, formada y que debería estar tomando el relevo productivo, en situación de desempleo y sin perspectivas. El artículo mencionado, y las conclusiones recogidas en el mismo, ha sido refutado al descubrir que contenía sesgos y errores de cálculo importantes. Resultaría hasta cómico, de no ser por las dramáticas consecuencias que está provocando y la involución social que trae consigo. Porque veamon, ¿quién va a asumir la responsabilidad de haber creado en el sur de Europa la nueva zona de 'low cost' salarial de occidente?

Mucho me temo que nadie lo hará. Más bien lo contrario; porque están preparando dosis mayores de la misma medicina. Ya han empezado a transmitir que el aumento de la esperanza de vida, lejos de poder ser interpretado como un reflejo de la mejora de condiciones sociosanitarias desarrollada durante el pasado siglo, será el factor de penalización con el que las políticas neoliberales pretenden desmontar el sistema público de pensiones. Tal vez consigan inculcar el miedo suficiente para que haya quien se trague la mentira de que como vivimos años 'por encima de nuestras posibilidades' tendremos que trabajar durante más años y cobrar un importe menor una vez nos hayamos jubilado.

Sin embargo, la indignación y el hartazgo social frente a esta podredumbre sigue creciendo y en mi opinión, algo se empieza a resquebrajar.

La resistencia se manifiesta cada vez de manera más explícita entre quienes sabemos que, en el largo plazo, hay una relación directa entre la igualdad, el desarrollo y la sostenibilidad de la vida. Y es, precisamente, este eje de cambio lo que nos puede permitir transformar no solo el modelo de producción actual, sino sobre todo el modelo de sociedad. ¿Y si en vez de seguir permitiendo que crezcan la rivalidad y la competencia nutrimos activamente la reciprocidad y la cooperación como germen de un proceso de devolución social? ¿Y si decidimos apostar por construir proyectos de vida plena, en los que la división sexual del trabajo sea algo completamente desterrado y la violencia estructural un lamentable fantasma del pasado?

El momento es ahora; no habrá otro más oportuno.

Tenemos un gran poder transformador en las iniciativas ciudadanas, en las estrategias de economía social y solidaria y en algunas experiencias desarrolladas desde la gestión colectiva, por ejemplo. Necesitaremos también apropiarnos del poder político para conseguir reorientar el marco de actuación hacia la igualdad efectiva. ¿Por qué no empezar por el reparto del trabajo (remunerado y no remunerado) en clave de equidad? Soy de las personas que piensan, como muchas otras activistas feministas, que necesitamos igualdad de género para otro modelo de sociedad.

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