No sabemos con seguridad qué va a salir de las elecciones europeas de mañana, pero sí estoy seguro de que lo que vamos a ver es una ampliación del campo de batalla, como dice el título de la novela de Houllebecq. Mañana las fuerzas hegemónicas retrocederán posiciones y sentirán por primera vez en la nuca el aliento de las minorías tradicionales que, a su vez, se verán agitadas por las nuevas propuestas que han surgido en su retaguardia. Mañana el campo será más grande, más plural, más sugerente. La batalla se pone, por fin, interesante.
Aunque ganen los dos grandes partidos, ambos van a salir perdiendo. Ganarán los de siempre pero perderán como nunca. También ganarán votos la Izquierda Plural y UPyD pero se quedarán muy lejos de PP y PSOE. Su subida es positiva pero creo que insuficiente dadas las circunstancias. El bipartidismo no lo podía haber hecho peor y no han sabido aprovecharlo ni dar respuesta a miles de votantes que vagan como vaca sin cencerro. No ganan por méritos propios sino por el fracaso del bipartidismo. Debería hacerles reflexionar. Y reaccionar.
Como no lo han hecho, les han crecido los enanos. Esos son los que tienen más que ganar porque no tenían nada que perder, los partidos que no tenían representación en Europa: Primavera Europea, Partido X, Podemos, ERC, Ciutadans, Vox. Habrá quienes no entren en el Parlamento, quienes se queden en el intento, pero los que lo consigan o se queden cerca tendrán un acicate para mirar a las generales. No cabe duda de que lo que se juega mañana no es tanto la Champions como la Liga española. Los resultados de mañana se van a leer como unas primarias nacionales más que como unas elecciones europeas.
Y van a ser la mejor encuesta de lo que realmente piensan y están dispuestos a votar los españoles. Por el sistema electoral de circunscripción única, reflejarán la pluralidad española mucho más fielmente que las generales y los sondeos. Reflejarán el creciente desencanto con el poder establecido y el pujante deseo de cambiarlo. Los que sienten que nada se consigue, los que se desesperan por la lenta transformación de nuestra sociedad, por la tozudez de los que siguen sosteniendo el edificio que se cae, verán por fin moverse el suelo del que salen los primeros brotes. Lo que se sembró en el 15M y se recogió en las mareas, mañana tendrá su primera cosecha en la política de partidos.
Ahora hay que pensar en la estrategia para ganar no solo esta batalla sino la guerra. Lo deseable para los que creemos en la renovación del sistema y en la justicia social es que la izquierda crea que puede gobernar algún día. Lo inteligente sería que la izquierda clásica no se deje atrapar en el fuego cruzado entre los grandes y los nuevos escuadrones en liza. Lo generoso sería que los más veteranos aprovechasen la frescura de los más jóvenes, que estos se apoyasen en el conocimiento de aquellos y que todos dejasen paso a las ideas más renovadoras y audaces. Eso requiere un sentido de Estado y una humildad que hasta ahora nadie ha demostrado.
Pero tampoco el campo de juego se había mostrado antes tan amplio como ahora, así que cabe soñar con que se amplíe el horizonte de posibilidades. Dejando a un lado la cuestión catalana donde mañana habrá un nuevo corrimiento de tierras que alejará a Cataluña, en clave nacional creo que un buen partido sería esa ansiada coalición de izquierdas que tuviera el músculo y la experiencia de La Izquierda Plural, el empuje y juventud de Podemos, la metodología y viralidad del Partido X y el imprescindible sentido ecológico de Primavera Europea.
Probablemente hoy parece una quimera este Frankenstein. Probablemente hoy parecen insalvables las diferencias, rencillas y tensiones entre muchas de estas formaciones. Pero también es cierto que estas europeas pueden ser un aviso a navegantes. O navegan juntos o naufragarán. O van de la mano o se les escapará entre los dedos una oportunidad única de dar a una izquierda verdadera y diversa el gobierno de este país. Sería imperdonable. Sería imperdonable que nos dejasen otros cuatro años a merced de la derecha más rancia o la socialdemocracia más agotada.
Mañana van a ver por primera vez que el campo de batalla se amplía y hay un hueco entre las tropas bipartidistas para atacar su hegemonía. Mañana vamos a ver la primera grieta en el bipartidismo. No es poca cosa. Es la primera oportunidad de meter el cincel en la roca de la Transición que ha sido nuestra lápida en los últimos años. Razón de más para seguir picando piedra.