Este año, pulsa off a Eurovisión
No es Eurovisión, precisamente, el lugar que deba utilizarse para dirimir qué países respetan suficientemente los derechos humanos y, en consecuencia, merecen participar en el archiconocido festival. Entre otros motivos porque, desde la lógica de los derechos humanos, a todos los países participantes se les podrían señalar graves violaciones de derechos en mayor o menor medida que los dejarían en evidencia. Sin embargo, cierto es, que la propia organización de Eurovisión señaló una frontera cuando sentó un precedente que debería servir como vara de medir también en esta edición al impedir a Rusia participar en el festival tras la invasión de Ucrania. Una vara de medir que debería aplicársele a Israel.
Estos días, diez de los artistas de los que acudirán a Malmö el próximo 11 de mayo han hecho público un comunicado pidiendo un alto el fuego en Gaza y la liberación del más de un centenar de rehenes israelíes que siguen en manos de Hamás. Mientras la Unión Europea de Radiodifusión no parece dispuesta a hacer de la congruencia un valor eurovisivo y su veto a la participación de Israel no llega con la contundencia esperada. 32.500 palestinos asesinados por las tropas de Israel en 175 días y una resolución (por fin) de la ONU pidiendo un alto el fuego, no debe ser motivos suficientes para la UER para vetar al país que está siendo investigado por genocidio.
“Este año es más importante que nunca que estemos sobre ese escenario y representemos a nuestro país con honor”, decía hace unos días la representante de Israel. En paralelo, los 15 jueces del Tribunal Internacional de Justicia de la Haya han acordado, por unanimidad, una nueva orden provisional en la que urgen a Israel a “adoptar todas las medidas necesarias y acciones efectivas para asegurar el suministro de alimentos de forma inmediata a la población palestina de Gaza”.
Si Israel participa finalmente en Eurovisión, tal y como todo parece indicar, la decisión de seguir o no el Festival está en el mayor capital social que tiene este, en sus eurofans. Por lo pronto, en Londres se han suspendido todas las proyecciones públicas del festival, eventos y fiestas relacionadas para protestar por la masacre que está cometiendo el Estado de Israel. La pelota, está en el tejado de todos aquellos que siguen año tras año el festival, en sus manos está el mando de pulsar el off, de hacer un apagón a Eurovisión.
Ahora, lo que hagan el resto de artistas, los jurados, los espectadores que acudan a Malmö, el resto de los 36 países que participen, la organización… es algo que quedará grabado en la memoria de la Historia como está quedando grabado el genocidio israelí. Lo quieran o no, Eurovisión hace muchos años que dejó de ser un festival de música para ser parte del engranaje del juego de la política; si no, a cuento de qué participan países que no forman parte de Europa como Australia, Armenia, Azerbaiyán, Georgia o el propio Israel. El negocio de Eurovisión no es la música, es la geopolítica, y en ese negocio Israel es un inversor clave del que la UER no quiere prescindir y no va a prescindir. Pero el resto sí. Dale al off este año a Eurovisión, seamos unas zorras de verdad.
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