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Cuatro años de la derrota, oficial, de ETA

Hace cuatro años que la banda terrorista ETA certificó su derrota. Anunció que dejaba de asesinar después de que durante cuatro décadas el crimen de los construidos como enemigos fuese su forma de estar en la vida.

El anuncio de la derrota oficial, 2011, se produjo dos años después de que ETA dejara de matar en España, 2009, cuando ETA fue vencida de hecho.

Se acabó ir a los funerales de personas cada vez más cercanas pensando que el siguiente podías ser tú, se acabó ir a votar y a vivir escoltado, se acabó el miedo -aunque aún quede en algunas víctimas-, se acabó ir a comprar al mercado los sábados por la mañana pensando que el carnicero podía pasar información sobre tus horarios para que te volaran la cabeza –como de hecho ocurrió-. Se acabó esa vida infame que la rutina y nuestro voluntarismo nos hacía sentir como aparentemente normal para tratar de sobrevivir sin enloquecer del todo.

Hace cuatro años que acabaron los crímenes y, quizás por espíritu de conservación, mucha gente piensa ahora que nunca existieron las muertes programadas; gente que centra sus temas de conversación en el calendario de puentes del próximo año, con esa Constitución que a muchos no gustó pero que va a permitir en el 16 cabalgar una semana entera de libranzas antes de la Navidad.

Cuando en los ochenta ETA asesinaba a razón de noventa personas por año, pensé que los periodistas que informábamos de esos crímenes acabaríamos jubilándonos contando a quiénes y cómo aniquilaba la banda. Después de la detención de la cúpula de ETA -Pakito, Txelis, Fitti-, el domingo 29 de marzo de 1992, los que reconocieron que no podían ganar fueron los propios etarras, que pretendían dar el golpe estereofónico con los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla y Madrid capital cultural europea. ETA cometió 15 asesinatos en 45 días antes del golpetazo policial que les envío a la realidad de su derrota.

Desde entonces ahora hemos pasado de analizar los comunicados de ETA con afán entomólogo, escudriñando el más leve síntoma, la menor palabra portadora de información añadida, a que la gente se parta de la risa hoy modificando las imágenes de sus entregas de armas, la puntita nada más, y colocando pistolas de plástico de colorines, verduras, pizzas y todo lo imaginable en manos de los etarras y los mediadores. Del miedo a la risa, del terror al hazmerreir. Este es el balance.

De aquí a las elecciones de diciembre se puede especular lo que se quiera sobre los resultados electorales en el País Vasco; si arrasará el PNV, si se pegará el batacazo el PP…, en ninguna quiniela, por disparatada que sea, nadie temerá un atentado de la banda terrorista. Un alivio.

Queda por fijar la memoria y por dejar claro que durante muchos años mucha gente jaleó la muerte ajena provocada por ETA, de la misma forma que en tiempos de Franco a mucha gente le parecía bien que Franco encarcelase o fusilara.

No deja de ser significativo que gente que fue juzgada por Franco en el proceso de Burgos (1970), como Mario Onaíndia o Teo Uriarte, tuvieran que vivir luego escoltados por la policía para que ETA no los asesinara.

Hace cuatro años que ETA anunció su derrota y aunque a algunos no les parezca un motivo de celebración, a otros nos proporciona una inmensa alegría.