La Constitución configura un sistema político basado en principios y pautas muy concretas. Ese sistema debe ser respetado y cumplido por todos: ciudadanos y, especialmente, por los poderes públicos y quienes tienen la responsabilidad desde las instituciones de ejercer sus deberes constitucionales.
Con cierta frecuencia se aplica el calificativo de “antisistema” a aquellas personas muy críticas con la realidad actual y que la quieren cambiar de modo rotundo. También los puntos del modelo de hace 36 años de Constitución se han deteriorado por un tiempo vertiginoso o por erosión de los actores políticos.
A esos “antisistema” se les trata de modo muy despectivo y temeroso como si fueran a comerse niños. Dentro de ellos hay variedad de especies. Desde una escasísima minoría muy visceral y que rechaza absolutamente todo, a quienes más se adecúan al verdadero perfil: radicales en cuanto a planteamientos pero posibilistas y pacíficos que quieren cambiar la degradada realidad y otros sólo desean se cumpla lo exigible hoy.
Cada vez más españoles que estamos en esta línea. No somos, en modo alguno, “antisistema”. Pero la muy deficiente actuación de nuestros políticos (que siguen sin interpelarse sobre qué está pasando), no pocos de quienes somos moderados en las formas pero demócratas firmes, nos vamos radicalizando y rebelando en defensa de un sistema de valores políticos y éticos que están aniquilando.
Y esa labor de erosión la están haciendo los verdaderos “antisistema”: aquellos quienes desde dentro de las instituciones están vaciando y dañando constantemente un sistema constitucional que, con todos sus fallos, era valioso.
Si la Constitución española habla de “sociedad democrática avanzada” los que son “antisistema” son aquellos que de modo evidente están provocando un retroceso notable de país. ¿Es que alguien piensa que vamos adelante y no hacia atrás?
Los auténticamente “antisistemas” son quienes están destruyendo valores constitucionales, libertades individuales, seguridad jurídica y, especialmente, derechos sociales personales y colectivos.
La crisis que causó el sistema capitalista desregulado, les sirve de excusa para apretar el cinturón (a los ciudadanos, no a ellos mismos), mentir mucho y demoler un modelo que, aunque no consolidado hace 36 años, era nuestra senda.
El progreso y el avance de nuestra sociedad estaba asentado en un sistema público de sanidad, educación y servicios sociales que se desarrollaria en esa etapa. También de un acceso a la justicia, un control muy amplio del poder político, de una protección a personas en situación de dependencia...
Todo ello y muchas cosas las han laminado. ¿Quiénes? Los “antisistemas”. Aquellos que aceptaron la Constitución a regañadientes entonces (también los sistemas de autonomías), y luego han pretendido apropiarse de ella hablando de “patriotismo constitucional” hace diez años. Ahora ya no ponen epítetos. Actúan como cirujanos.
Pero el desmantelamiento del sistema constitucional no solo es motivo de grito de quienes defendimos con entusiasmo esa Norma Fundamental sino que es razón de escándalo al ver convertido España (incluye Cataluña) en el país de la impunidad.
Los escándalos con los derroches, despilfarros, estafas, del amancebamiento de una casta pítica-empresaria-urbanizadora-bancaria, es bochornoso. Frente a eso no se ha reaccionado sino al contrario. Se intentan tapar asuntos (aunque alguno salía) en relevantes medios de comunicación cada vez más desprestigiados.
Desde instancias vinculadas a la justicia el encubrimiento es triste, con instituciones mostrando una gran sumisión en defensa de poderosos corruptos, desde la casa real, políticos, exdirigentes de cajas, etc.
Todo ha dañado mucho la confianza de los ciudadanos. Algunos expresan que no se puede decir lo mismo de todos. Así pensaba yo. Pero la gran abundancia de políticos permisivos y silentes ha hecho que los grandes dirigentes nada hicieran salvo tapar a los suyos.
La clase gobernante no es sólo la del partido con tres años gobernando. El anterior actuó en algunas cosas de modo parecido. Y aún peor: tras el cambio de liderazgo, tiene pésimo aspecto. Solo están preocupados por su imagen y están muy, muy, muy alejados de los ciudadanos.
Lo que podía haber sido una alternativa ante tanto desafuero actual, es, en verdad, más de lo mismo. Aunque con una apariencia de interés social, son genéticamente lo mismo que los que ahora nos gobiernan: casta.
La gran falta de confianza de los ciudadanos es el gran problema del PP-PSOE que actúan como “antisistemas”. Los que creemos radicalmente en los valores constitucionales (“libertad, justicia, igualdad y pluralismo político” (artículo 1), votaremos a quienes, aunque quieran presentarlos como peligrosos, defiendan con firmeza esos principios.