Produce una extraña sensación encontrarse en una ciudad blindada para proteger a una serie de mandatarios, mientras grandes desastres a su cargo se desparraman fuera. Madrid acoge la Cumbre de la OTAN en un momento crítico para el mundo, pero no es probable que se vayan a abordar los verdaderos retos, todo lo contrario. Si la principal demanda es más armamento y más efectivos militares –justificados bajo eufemismos varios- no parecen la vía de afianzar la democracia, ni de combatir los fuertes ataques que está sufriendo. Quienes en épocas anteriores practicaban magnicidios para cambiar el rumbo de los países, ahora se valen de la tergiversación del uso de las leyes y de la información.
Joe Biden, el presidente norteamericano, es recibido con especial veneración. Como si fuera el jefe de los jefes. El del Estado español, el Rey Felipe VI, acude a buscarle a la Base de Torrejón y mantendrá una entrevista privada con él. A Biden, por los suelos de popularidad en su casa, se le está hundiendo la democracia en su país mientras él se empeña en guerrear contra Rusia, en suelo de Ucrania, y onda expansiva en toda Europa, África, Oriente Medio y buena parte del mundo en definitiva. Se marcaba ya una fuerte jerarquización que ha dejado en la foto de familia al anfitrión al fondo a la derecha. Cuatro mujeres y 27 hombres indican la descriptiva composición del poder.
El invitado de honor en Madrid preside los Estados Unidos de América. Su predecesor, Donald Trump, remató la gestación de la tormenta perfecta para el cambio. Situó una mayoría de jueces ultraconservadores nombrando él mismo a 3 de los 9 que componen la Corte Suprema, un número récord para un solo mandato. Son 5 republicanos ahora, más el presidente, quienes se disponen a hacer la contrarrevolución conservadora. Trump se lo propuso así desde el momento de llegar a la Casa Blanca en 2016. Lo hizo delante de todo el mundo, se avisó del desastre que se avecinaba pero ya no sirve alertar de nada, ya no existen los “Watergate”, cuando el periodismo es usado, manipulado y hasta condenado a “muerte” si miramos el caso de Julian Assange (y de otros muchos en realidad), sin que la sociedad internacional se inmute.
Esa Corte Suprema remodelada por Trump acaba de derogar el derecho al aborto y la prohibición de llevar armas en público en el estado de Nueva York. Pero no piensan quedarse ahí. Tienen en mente estudiar si restringen los derechos LGBTi, el acceso a métodos anticonceptivos o el matrimonio interracial o de personas del mismo sexo. Se cree que estos propósitos no van a culminarse de inmediato, pero sí otros de más sutil trascendencia. Uno podría restringir el acceso a la universidad de alumnos negros, primados ahora por su raza en lo que llamamos en España discriminación positiva. El otro, la revisión de distritos electorales y la supervisión de los comicios. Recordemos que Trump, además, colocó jueces conservadores en un 30% de las Cortes de Apelación.
El Supremo va a escuchar el caso de Alabama, que quiere agrupar a numerosos votantes negros en un solo distrito para las elecciones al Congreso, diluyendo su poder político. Alrededor del 27% de los residentes de Alabama son negros y el Estado tiene siete distritos de la Cámara.
Machismo, homofobia, racismo, supremacía blanca en una contrarreforma que anula décadas de progresos arduamente conseguidos. Una vuelta al medioevo, una nazificación de la sociedad. Retomar, solo en el caso del aborto, la senda de dolor y muerte, ocultación, minusvaloración, que ha jalonado la historia de las mujeres, ante el hecho de su existencia cierta. Y de que no se puede traer al mundo una vida si no es querida y si no es para cuidarla. ¿Todo esto se soluciona con bombas? ¿A dónde las dirigimos?
Porque la aterradora regresión se extiende por otros países. En España, con claridad. De pasmo leer de un Poder Judicial atrincherado durante más de tres años y medio - con mayoría conservadora que no se corresponde al poder legislativo y ejecutivo de este periodo-, hablar de “escandalazo” y control de las instituciones la reforma del Gobierno para nombrar por fin su cuota en el Tribunal Constitucional. Ése en que el PP coló a dos huesos intragables bajo promesa supuesta de llegar a acuerdos también en el CGPJ. Sobrecoge ver el lawfare de jueces apenas contenido, como el vergonzoso acoso de García Castellón a Podemos, al punto de decirle la Audiencia Nacional que a ver si se corta un poquito pero sin otra consecuencia.
Se prolongan los temores en las delirantes declaraciones del vicepresidente de Vox que se ha mercado Castilla y León. En la manifestación que los medios afines llaman “provida” de los dinosaurios ultraconservadores que capitaneó el exministro del Interior del PP Mayor Oreja y que no mueven ni un dedo por los bebés salidos del útero materno. Por el propio recurso que mantiene el Partido Popular contra la ley del aborto – presentado en 2010- que quiere retrotraer a la de 1985. EEUU ha arrasado con medio siglo de derechos de la mujer y cuando huelen involución, se apuntan a la corriente sin dudarlo.
Y en Madrid, la cumbre “histórica”, dicen, de la OTAN. Esa organización que languidecía a nivel “de coma” cuando, como dijo el presidente francés Emmanuel Macron, la invasión rusa de Ucrania le dio un electroshock que la revivió. Qué precisa oportunidad. La guerra de Estados Unidos y Rusia, como la llamó The New York Times, es la prioridad y desplaza por supuesto todos esos factores que condicionan la vida de los ciudadanos. A las secuelas de la guerra también. Enormemente. Guerras tan teñidas de sospechas que llevan a una conclusión: los muertos existen, seguro, pero tanto si se reivindican como si se niegan, no sabemos a ciencia cierta siempre quiénes los han matado.
Cumbre de la OTAN en Madrid que se abre con un reguero de muertes, insoportable en el hecho y en las circunstancias. Crueldad extrema que hablaba de jirones en el cuerpo, miembros rotos. Hasta las ejecuciones prestan mayor dignidad a las víctimas. Refugiados y emigrados de países que no respetan los Derechos Humanos, bajo amenaza de muerte como los del Sudán en guerra, por el hambre en tantos, no son precisamente los que vienen a quitarnos lo vital. Y, sin duda, forman parte del mismo mundo al que buscan seguridad en las armas y alianzas atlánticas. Esos cuerpos amontonados de jóvenes son un revulsivo para cualquiera que tenga lo que llaman alma, ese elemento empieza a escasear.
En Madrid se habla de la guerra de Estados Unidos y Rusia bajo paraguas de la OTAN en el lado occidental. Las crónicas dicen que habla la diplomacia, pero es con el lenguaje del armamento. De aumentar los efectivos. De las armas que se compran y se venden para matar. Mil veces más deseable sería que verdaderamente se hablara de diplomacia, de lo que buscan y piden las partes en conflicto, de lo que buscan y de lo que piden. Es revelador que se considere ingenuidad verlo y que nadie ose hablar de las consecuencias de esta escalada para las personas que habitan los países que los mandatarios rigen. Tampoco están dispuestos a costear los daños provocados, desde la inflación al abandono de asuntos fundamentales para la convivencia o las prioridades del gasto. Poco honor comparable a gobernar para los ciudadanos cuidando de lo que realmente necesitan. Mucho mayor que vencer cuando lo que hablan son las armas.
Los problemas reales están fuera del Madrid atrincherado, aquí se reúnen muchos de sus causantes o inoperantes gestores. Veremos en las conclusiones qué escollos dejan de afrontar, después de su partida. Como escribía Olga Rodríguez, “la cumbre de la OTAN apuesta por la concepción de la migración como amenaza y por la fuerza militar para frenarla, arrastrándonos a postulados de racismo y deshumanización…”. Biden y Sánchez han dicho que se hará de una forma que garantice el trato humanitario. En acuerdos bilaterales, Sánchez ha aceptado la petición de Biden de ampliar la presencia militar de Estados Unidos en España: aumenta a 6 los 4 destructores que el ejército norteamericano tiene en la Base Naval de Rota.
Ojalá el operativo de Seguridad funcione bien y no nos produzcan demasiado bochorno las posturas almibaradas de gozo. Ojalá también se pararan en los peligros que afrontan las sociedades hoy más allá de las guerras cruentas. Es evidente que los que nunca se han ido siguen ahí y, en cada paso adelante de la civilización, procuran dar dos hacia atrás para ganar terreno. Los graves riesgos para la democracia hoy no se combaten precisamente con bombas por mucho que se empeñen.