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El asesinato de la ciencia en España

Puede que el Gobierno no tenga claro cuál debe ser el modelo productivo de nuestro país, pero sí parece tener muy claro cuál no quiere que sea. Según datos publicados por el INE, la inversión pública en I+D sigue desplomándose. La excusa de la contención del gasto en tiempos de recesión ya no sirve, dado que el PIB lleva creciendo nueve trimestres seguidos. Tampoco puede esgrimirse la coartada de “los países de nuestro entorno”; en Europa, la inversión media en I+D ha seguido aumentando a pesar de la crisis. Se trata, por tanto, de una apuesta consciente y deliberada para debilitar nuestro sistema científico y tecnológico, al borde mismo del colapso (si no ya colapsado). Hablamos, en definitiva, del premeditado asesinato de la ciencia española.

En televisión, candidatos de todos los colores hablan de firmeza contra la corrupción, de revisar o acabar con las Sicav, de adaptar la hora al meridiano de Greenwich, de cambiar el interlineado de la Constitución, eliminar el Concierto Económico, enamorar a los catalanes y poner en venta el Senado. Ni la ciencia ni la tecnología se mencionan porque, imagino, estos asuntos no movilizan al voto. Siempre hay preocupaciones más acuciantes. Y más vendibles.

Mientras tanto, el presidente del Gobierno no pierde ocasión para comentar la última jornada liguera con un conocimiento de causa que lleva a pensar que este hombre tiene demasiado tiempo libre (aunque su apretadísima agenda sea la excusa para ausentarse de todos los debates).

La inversión en ciencia no es algo que pueda abandonarse unos años, a capricho del gobierno de turno, y recuperarse luego como si tal cosa. Los proyectos mueren. Los científicos emigran o se desesperan y acaban echando currículum en Calzedonia. La investigación es extraordinariamente competitiva; estar en la vanguardia mundial implica convertir la I+D en una estrategia nacional, un proyecto de país, por encima de fluctuaciones políticas y económicas.

El PP ha tirado la toalla, y ningún partido parece dispuesto a recogerla. Si la sociedad no reacciona inmediatamente y exige un compromiso real a nuestros políticos, España estará condenada, quizá ya lo esté, a ser el chiringuito de Europa. Vayan aprendiendo a hacer mojitos. Hoy por hoy, parece la más solvente apuesta de futuro.