Ya ha conseguido Ciudadanos alzarse una vez más con los titulares. En vez de estar hablando de una manifestación del Orgullo que rendía homenaje a los homosexuales que sufrieron la criminalización de la dictadura y las dificultades para salir del armario en los primeros años de la democracia, estamos en la bronca de si fueron agredidos los de Rivera, en la petición de dimisión del ministro “sanchista” Grande-Marlaska y en los miembros de Cs convertidos en protagonistas. Objetivo conseguido.
Digo que han salido triunfantes los de Cs porque hemos sabido estos días que este partido evalúa su presencia en actos que deberían ser de denuncia de situaciones injustas, en volquetes de impactos en las redes, en portadas y minutos de radio y televisión. No es que los otros partidos no busquen protagonismo en los medios, pero esta evaluación de impactos de Cs parece un poco obscena, dado el enunciado motivo de las convocatorias.
Ha dicho Villacís que sufrieron “violencia extrema”, algo que desmiente el informe policial, que habla de lanzamiento aislado de objetos no peligrosos y afirma que no hay constancia de que se produjeran agresiones físicas.
Lo mejor hubiera sido, en mi opinión, que no se les hubiera prestado la menor atención, que se les hubiera dejado estar en la manifestación sin el menor impedimento y sin echarles ni siquiera agua. Visto su deseo de alcanzar el máximo protagonismo, no debería habérseles dado ninguno.
Lo grave es que asistimos a una estrategia de puesta en cuestión de los enormes avances conseguidos en los derechos LGTBI en España en los últimos años.
Por un lado, el nuevo alcalde de Madrid, del PP; presionado por Vox, desplaza la bandera LGTBI de la fachada principal del Ayuntamiento, cosa que no hacía la para algunos ‘derechista’ Manuela Carmena, a la que echaban de menos los manifestantes.
Pero más allá de este aspecto visible, hay una declaración genérica para el gobierno de la Comunidad de Madrid que habla de una educación en la que “nuestros hijos” no puedan ver por la calle manifestaciones como la del Orgullo. El emisor del mensaje, Vox, sostiene que en los centros de educación se enseña zoofilia y así.
Por otro lado está el discurso difundido por algunos partidos y medios que reproducen la consigna de que la del Orgullo es una fiesta que produce basura, no solo de la que se puede recoger en camiones. Se considera que los asistentes a esa marcha atacan nada menos que “la dignidad” de las personas.
Lo de la basura en Madrid es de risa, basta pasear por la ciudad a primera hora del cualquier sábado o domingo del año para comprobar las toneladas de restos, no solo sólidos, provocadas en las finisemanales fiestas del orgullo hetero.
El deseo de recortar los derechos y la visibilidad de gays y lesbianas está en la política reaccionaria y en algunos medios de comunicación; se pretende volver a criminalizar a las gentes LGTBI, estigmatizarlos socialmente, marcarlos como indignos, que no vayan por la calle como les dé la gana.
Hace falta un rearme argumental y político que mantenga los derechos que ha costado tantos años conseguir, que establezca las libertades LGTBI como algo consolidado, resultado de la libertad de un país progresista y pionero, de los primeros del mundo en establecer los matrimonios de personas del mismo sexo. No se puede retroceder.