Autocrítica para principiantes
¿Has destruido tu partido propiciando luchas intestinas entre tu sector y el de tu ex amigo? ¿Lo has convertido en una fuerza residual en el País Vasco por hacer experimentos que solo tú entiendes? ¿Los contertulios piden tu cabeza y se hacen memes sobre ti? ¡No te preocupes! Con nuestros consejos, aprenderás a sobrellevar la situación hasta que se le olvide a todo el mundo.
Céntrate en lo bueno. Si, por ejemplo, tu partido arrasa en Galicia pero pierde estrepitosamente en el País Vasco, focaliza tus esfuerzos en atacar a los vascos. Pero ¡¿cómo demonios vota esa gente?! Tu formación lo ha hecho todo bien, pero, por lo que sea, en ese estúpido sitio prefieren a los terroristas. Empieza a referirte a esa comunidad con terminología despectiva, preferentemente franquista (como Vascongadas), y repite constantemente que cualquier opción política distinta a la que tú representas es una enfermedad del espíritu y una aberración moral.
Remángate. La actitud corporal es muy importante en situaciones de crisis. Tras una derrota humillante, es fundamental que aparezcas en público remangado, dando la sensación de que estás a punto de mover algo pesado, como un tresillo o una lavadora. El cerebro de los votantes no difiere gran cosa del de un animal doméstico, por lo que asocian “remangado” con “actividad frenética”. Es importante, sin embargo, que no te subas las magas por encima del codo para no dar la impresión de que te acabas de escapar de un banquete de bodas.
Pospón. Admite que estás a punto de hacer autocrítica, pero no te da la vida. Eres un hombre ocupado, manejas un país, un partido y un hogar. Por si fuera poco, tienes 'Dark' a la mitad y todavía ni le has quitado el plástico a 'The Last of Us II'. Comparece ante la prensa (remangado) y di cosas como “es tiempo de reflexión” o “ha llegado el momento de hacer autocrítica”, pero bajo ninguna circunstancia especifiques cuándo será eso exactamente.
Habla de otra cosa. El votante medio es incapaz de pensar en dos cosas al mismo tiempo; a veces, ni siquiera en una. Cambiar de tema es, por tanto, una buena manera de confundirle. Si algún periodista te aprieta con la debacle electoral, sulfúrate mucho y grítale: “¡mientras hablo con usted, miles de españoles mueren en las residencias!”. Luego, sal corriendo al grito de: “¡Yayos! ¡Ya voy, yayos!”
Proyecta la culpa. Si apartas al candidato favorito de los votantes y pones otro al que nadie vota, la culpa, obviamente, es suya. ¡Tú sí le habrías votado! Bastante tragedia tienes liderando ese partido de idiotas como para, encima, tener que pedir perdón por su culpa. Cuando a un pastelero le sale mal un cruasán, no abandona la repostería. Hace otro cruasán y santas pascuas. Tus subalternos, no lo olvides nunca, no son tus iguales; son la masa madre. Sin ti, no hay pastelería. Como mucho, habría un vending.
Que no se empañe tu ánimo. Cuando uno es objeto de crítica, por injusta que sea, corre el riesgo de caer en la melancolía. No lo permitas. Sabes perfectamente que eres una de las mejores mentes de tu generación. Apestas a éxito. A lo mejor tu partido no te sobrevive, de acuerdo, pero ¿quién sabe si, en el futuro, podrán tu nombre a un aeropuerto? Mírate al espejo con frecuencia y anímate con frases como: “¡Ole tú!” “¡Figura!” “¡Titán de la política!” o “¡Demiurgo de la estrategia!” Procura estar solo cuando lo hagas.
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