Ávidos de información... y de encuestas

Desde que comenzó la crisis económica, vivimos un escenario de evidente decadencia electoral de los dos partidos políticos que se han alternado en el Gobierno de España (y de la mayoría de ayuntamientos y comunidades autónomas) a partir de 1982: primero el PSOE, en las elecciones municipales, autonómicas y generales de 2011, y después el PP, en los recientes comicios al Parlamento Europeo, han visto comó una parte sustancial de su electorado les abandonaba para irse a otras opciones o a la abstención.

Por razones variadas (ineficacia en la gestión, incapacidad de interpretar los intereses e inquietudes de los ciudadanos, alejamiento de la realidad social, corrupción…), muchas de ellas sustanciadas en la crisis económica, en pocos años el apoyo a PP y PSOE se ha reducido más de treinta puntos desde su momento álgido. Es un desplome en toda regla, que podría tener profundas consecuencias electorales a medio plazo, cuando volvamos a las urnas en la nueva tanda electoral de 2015 (municipales, autonómicas y generales). Y que, evidentemente, preocupa mucho a estos partidos.

Preocupa tanto que en sólo dos meses hemos visto una abdicación exprés, seguida de una coronación no menos apresurada; hemos asistido al espectáculo del enfrentamiento entre los dos candidatos con más posibilidades de dirigir el PSOE (Susana Díaz y Eduardo Madina), seguido del triunfo de un diputado desconocido para la mayoría, Pedro Sánchez, merced al apoyo prestado por Díaz y otros barones regionales (así como al refrendo de la militancia); hemos comprobado, atónitos, cómo el presidente del Gobierno proponía cambiar el sistema de elección de los alcaldes a pocos meses de las elecciones municipales, en lo que no se sabe si es un mero globo sonda “a ver qué pasa”, como nos tiene tan acostumbrados este Gobierno, o tiene visos de prosperar.

Por si todo lo anterior no bastase, hemos visto (y aquí la palabra “atónito” se queda corto) al Partido Popular apuntándose al carro del regeneracionismo de la política española, como si no fuera precisamente este partido el principal responsable, con su absoluta incapacidad para asumir responsabilidades y obrar en consecuencia, de que los ciudadanos clamen por la regeneración.

Todo ello indica, muy claramente, el nerviosismo y las urgencias sobrevenidas con las que viven últimamente las distintas formas del poder (económico, político, mediático) en España. Que quizás tuviesen su origen hace tiempo, pero sólo se han hecho presentes muy recientemente, a raíz de las elecciones europeas. En dichas elecciones sucedieron muchas cosas, pero sobre todo dos: el PP y el PSOE se hundieron en la miseria electoral (aunque sigan siendo los más votados) y Podemos irrumpió con enorme fuerza en el escenario político.

Desde entonces, todo el mundo habla de Podemos y de su líder, Pablo Iglesias. De sus posibilidades, de sus modos y actitudes, de su programa y de sus afinidades ideológicas y personales. Es una presencia mediática incesante, que poco a poco ha adquirido un tono más agresivo en los medios más importantes y más conectados con el poder en España.

Curiosamente, esta presencia mediática no concuerda con un elemento fundamental para evaluar a Podemos y a sus contrincantes: las encuestas. Desde que se produjeron las elecciones europeas, tan sólo se han publicado cuatro encuestas: dos de eldiario.es (la primera poco después de las elecciones; la segunda, este mismo miércoles), una de El Periódico de Cataluña y una de La Razón (que los lectores me corrijan si me he dejado alguna encuesta por el camino).

Todas ellas coinciden, a grandes rasgos, en otorgarle a Podemos un resultado mucho mejor para unas hipotéticas elecciones generales que el obtenido en las pasadas europeas (grosso modo, pasaría del 8% de los votos al 15%); una cierta recuperación del PP, que obtendría una clara victoria, y el hundimiento tanto del PSOE como de IU (cabe suponer que como consecuencia del ascenso de Podemos), así como el estancamiento de UPyD, que en algunos sondeos sacaría un resultado similar, en votos, al de 2011.

Llama poderosamente la atención que en un escenario político de incertidumbre y cambio, como el que vivimos desde las elecciones (y que puede verse en estos sondeos), sólo encontremos tres publicaciones que se hayan molestado en publicar alguna encuesta electoral. Sobre todo, por contraste con lo mucho que se publicaba antes de las elecciones europeas.

El País, por ejemplo, llevaba una serie mensual de encuestas de intención de voto que finalizó en abril (y se vio sustituida por las encuestas preelectorales de las europeas). Después, sin novedad en junio ni en lo que llevamos de julio. Exactamente lo mismo que ocurre en El Mundo, una publicación que históricamente ha tenido siempre una marcada querencia por publicar encuestas. Ni el ABC, ni La Vanguardia, ni ninguna radio o televisión… ¡Justo cuando cabría pensar que el público las consultaría con mayor atención e interés!

No sabemos por qué se publican tan pocas encuestas (ponga aquí su teoría de la conspiración/presión externa favorita). Pero sí que está claro que el escenario político se ha vuelvo mucho más complicado para PP y PSOE. Por una razón tan sencilla como evidente: por mucho que decayera el voto a ambos partidos, por muy difícil que fuese la situación, y por muy elevado que llegase a ser el grado de desafección ciudadana, mientras la cosa se resumiera en que vivimos en un sistema bipartidista (imperfecto, pero bipartidista), en el que la mayoría de los ciudadanos se vean abocados a optar por uno u otro, todo permanecería bajo control. Puede que PP o PSOE ganasen elecciones con un 30% de los votos, o menos, y con un 60% de participación (o menos). Pero, ante la ausencia de auténticas alternativas (tanto IU como UPyD daban la sensación, a estas alturas, de que como mucho aspiraban a complementar, pero no a sustituir, la hegemonía electoral de PSOE y PP), esta era una situación aceptable; ya llegarían tiempos mejores.

En cambio, con Podemos, con la fuerza electoral demostrada en las elecciones de mayo, ambos partidos tienen un problema (no sólo el PSOE, aunque Podemos le robe más votos). Porque mucha gente que estaba harta de PP y PSOE, pero se había resignado a no votar, o a votar a alguna opción testimonial, ha visto en Podemos la opción ideal para ejercer, al mismo tiempo, un voto protesta y un voto a una alternativa de poder. Aunque esté hoy por hoy escasamente articulada y con una dependencia enorme del liderazgo de Pablo Iglesias. De ahí tanto nerviosismo. Y de ahí también, quizás, que se publiquen tan pocas encuestas.