Venga, intenta leer esta descripción con voz susurrante sin excitarte: “208 metros cuadrados… Exterior… Cinco habitaciones… Tres baños… Despacho, salón, comedor… Garaje… Conserje las 24 horas… Más de un millón de euros”. ¿Cómo te quedas? Ya veo, te has puesto como una moto. Pues ahora súmale un ático en el piso superior, uf, otros 176 metros cuadrados, ah, cinco dormitorios más, oh, dos baños, dos vestíbulos, uf, uf, y una amplia, ah, no sigas, una amplia… terraza… Buah, no sé tú, yo me he puesto fatal.
Hace un par de años el portal de vivienda Idealista decía que el 80% de sus usuarios practican el llamado “porno inmobiliario”: así se llama a la afición a ver fotos de viviendas que nunca podrás pagar: casoplones, áticos, apartamentos de lujo, torres junto al mar, palacetes. Ver dónde viven los ricos, cuando la mayoría apenas podemos pagar el alquiler o la hipoteca de un pisito, dice mucho del tiempo que vivimos. Hay también programas de televisión que muestran casas de ensueño y reformas envidiables para que los pornógrafos inmobiliarios se pongan las botas desde el sofá. Yo soy uno de los viciosos, lo confieso.
Me acordaba del extendido porno inmobiliario leyendo las noticias sobre el pisazo-más-ático donde vive la presidenta madrileña con su pareja en el barrio madrileño de Chamberí. Lo que pasa es que la libido inmobiliaria se te baja totalmente cuando sigues leyendo y descubres que es porno, sí, pero del chungo: comisiones millonarias por mascarillas, facturas falsas, empresas pantalla, fraude a Hacienda, delitos fiscales y el ático a nombre de una sociedad del mismo abogado que te defiende ante Hacienda. Buf, qué bajón.
El rollo se te corta del todo cuando oyes las “explicaciones” de la presidenta Ayuso, su victimismo, y cómo su partido y los medios afines la defienden a toda costa, o contraatacan diciendo que lo de Koldo mucho más grave, y peor que un novio es la mujer del presidente Sánchez, y que si una cortina de humo para tapar la ley de amnistía… Cómo pasar de la excitación al asco y el cabreo en solo dos párrafos.
A mí, dónde o con quién viva la presidenta Ayuso no me interesa lo más mínimo. Es ella la que se empeña en enseñar sus intimidades inmobiliarias: lleva años haciendo striptease habitacional. Sin mucho investigar, solo buscando en Google te encuentras con numerosas entrevistas y publirreportajes en la prensa amiga donde Ayuso se desnudaba inmobiliariamente hablando:
En 2019, todavía candidata a la presidencia, nos contaba que vivía en un apartamento de 50 metros en Malasaña, y ya advertía que si llegaba a presidenta “necesitaré una casa de mayor tamaño, con un estudio donde trabajar y armarios más grandes, porque te cambias muchas veces de ropa al día”.
En 2021 nos revelaba ella misma que se había mudado a un piso en Chamberí un poco mayor, y presumía de vivir más humildemente que Pablo Iglesias o Mónica García, que “como buenos comunistas, viven mejor que nadie” (la entrevista es de un medio al que no pienso dar enlace, búscala si quieres). Antes de eso habíamos conocido un breve episodio de porno inmobiliario cuando, en pleno confinamiento por la pandemia, se supo que ocupaba no uno sino dos apartamentos de lujo, más de 400 metros en total (uf, uf), de la cadena hotelera Room Mate, pagando un “precio de amigo”, y con mucha confusión de quién pagaba y cuánto, o si el empresario amigo se había beneficiado de algún contrato público. Todo finalmente archivado por Anticorrupción, hay que decirlo.
En 2022 la misma Ayuso aprovechó otra entrevista para contarnos que llevaba veinte años pagando alquileres y que ya tenía ilusión por comprarse un piso, pero en Madrid estaba todo muy caro. De paso nos contó que de joven se independizó alquilando una habitación de 400 euros, que ya digo que le ha gustado siempre mucho enseñar carne inmobiliaria y presumir de humilde y de vivir de su trabajo.
En 2023 la oímos repetidas veces cargar contra el plan del Gobierno de topar la subida de alquileres, porque “la vivienda es sagrada, yo soy inquilina y lo asumo. Si me gusta, bien, y si no, qué podemos hacer”. Y pocos meses después supimos que se había mudado con su novio al pisazo que hoy es objeto de investigación periodística y de crítica política.
Tiene gracia que la misma Ayuso que lleva años contándonos sus intimidades inmobiliarias, ahora se tape ofendida y diga que no tiene que dar ninguna explicación de dónde ni con quién vive, que es su vida privada. Justo cuando sí queremos saber.