El neoliberalismo es el capitalismo del 'me gusta'
Lo más encantador de la teledirigida aspirante a revalidarse como presidenta de la Comunidad de Madrid -y a comerle el turrón a su propio líder en el futuro- es la manera ingenuamente transparente en que presenta su mundo delirante. Es genial. Si tenías dudas respecto a lo que pretenden sus cerebros grises de campaña, te lo repite con entusiasmo tal y como ha sido descrito y denunciado por los que nos advierten sobre los peligros del capitalismo del deseo. Es que ha sido oír su eslogan y ver su vídeo y me he ido directa a la estantería a recuperar Psicopolítica de Byung-Chul Han. Pareciera que MAR, por darle la razón al filósofo alemán, hubiera decidido adoptar una por una todas las premisas que él denuncia cuando advierte: el neoliberalismo es el capitalismo del me gusta. Pues eso.
No sé si han oído ese orwelliano spot que ha presentado en el que en una especie de ritmo de rap a capella se repite incesantemente, como una letanía, por voces de todas las edades, también de niños, el eslogan de campaña: “Ganas de Madrid con ganas, ganas, ganas, ganas de Madrid con ganas, ganas, ganas, ganas de Madrid con ganas, ganas...”. Ideal para producir el adormecimiento que pretenden inducir en el votante. Las ganas. El deseo. Ahí acaba la ponderación racional de los problemas que el ciudadano elector presenta y a los que el programa del político a elegir debe dar una respuesta. El esquema de la democracia liberal se tambalea al ritmo casi ritual de esa cantinela que te repite, hasta convertirse en una pesadilla, que “se apodera de la emoción para influir en las acciones en un nivel prerreflexivo y semiinconsciente”. El estado ideal del votante, ya ven.
Perdonen el salto de la filosofía a las palabras de Ayuso pero es necesario. “Las ganas se tienen o no, no se pueden imponer”, dice la presidenta. Y vuelve a usar y abusar de lo que pervertidamente llama libertad. Escuchen a Han: “Hoy el poder adquiere una forma permisiva, amable, depone su negatividad y se ofrece como libertad”. De manual de Psicopolítica de nuevo, pero a la castiza. No puede evitar la preclara presidenta la paradoja absurdamente sublime en su campaña en la que descubre que “las ganas son tuyas”, libres, haz lo que te dé la gana parece decir, pero, en realidad, revela que “tienes que tener ganas de estudiar, para prosperar; ganas de tener familia, para prosperar; hay que ir a las urnas con ilusión de alegría”. La libertad neoliberal que consiste en que tú mismo te sometas para darles lo que desean. Tus ganas, obviamente, son las ganas de cumplir con sus presupuestos pero sin molestas opresiones o represiones, sin constricciones ni prohibiciones. Ellos ganan con tu libertad. “La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad sino que la explota”, denuncia Han. Un poder más seductor que represor. “Ganas de ganar”.
Evidentemente, ni IDA ni MAR tienen idea de quién es Han porque, si lo supieran, si hubieran leído sus reflexiones, habrían tratado de emboscar al menos los principios rectores de la manipulación psicopolítica; lo menos que puede hacer un propagandista es disimular el fondo de su pensamiento bajo un boscaje que impida llegar a la verdad. En esta campaña te la sirven nítida. La base de su trabajo está en practicar un poder soft, simpático, libertario, que no esconde sino la “institución entre los individuos de una rivalidad interminable a modo de sana competición, como una motivación excelente”, esta vez en palabras de Deleuze. Todo ello es común a la dominación psicopolítica neoliberal.
Propugna estos tipos un sistema de poder que no prohíbe ni reprime sino que aparentemente es permisivo y proyectivo. “Yo quiero que la gente tenga ganas de vivir, ganas de ganar” nos dice la candidata. Exceso de positividad, aumento de la emotividad, congelación de la racionalidad: “con ganas, ganas, ganas, ganas de Madrid con ganas, ganas, ganas, ganas de Madrid con ganas, ganas”.
La sociedad del deseo, la de mis santas narices, la de los apetitos, la del venir en gana, lo que te da la gana, por tu capricho, por tu voluntad, la de tu real gana, la de que te entren ganas. Siempre y cuando tus ganas coincidan de buena gana con sus apetitos de poder, con sus ganas de ganar. No se te ocurra tener hambre y sed ni ganas de justicia social porque de mala gana te dirán que no se trata de eso, no seas cenizo, todo esto has de hacerlo “como se hace en Madrid, con un modo de ver la vida liberal, abierto, bravo, se tiene que hacer con ganas”. Con las suyas.
“La racionalidad se percibe como coacción, como obstáculo. De repente es rígida e inflexible. En su lugar entra en escena la emoción que corre paralela al sentimiento de libertad. El capitalismo de la emoción se sirve de la libertad”, nos señala el camino el filósofo. Mientras que la libertad son las cañas y las terrazas, el consumo masivo o “cambiar de pareja y que no te la encuentras nunca más. Eso también es libertad, que eso no ocurre en todas partes”. La otra libertad, la real, la que vertebra una democracia y convierte al cargo público en un servidor de sus ciudadanos, se transforma en el siguiente aserto ante unas elecciones: “Soy yo la que tengo el poder y se lo entrego ahora a los ciudadanos para que decidan”. Soberanía popular por mis ganas.
Lo característico de este sistema de manipulación psicopolítica es que el ciudadano no es consciente de su sometimiento. Es eficaz porque el ciudadano se ve actuando libremente y “con ganas, ganas, ganas, ganas, con ganas, ganas, ganas, ganas de Madrid con ganas, ganas...”. No es que le tenga ganas a Ayuso, es que ¡qué desgana da la antipolítica de la irracionalidad! Y encima para que nos quedemos con las ganas de algo racional y efectivo va y gana.
Hace ya mucho que estoy convencida de que todo lo irracional ha devenido no ya posible sino indefectible. Y no ha sido por ganas...