Ayuso y el sheriff de Nottingham
1. Una beca es una beca y un cheque es un cheque. Los ultraliberales utilizan una neolengua que intenta confundir los conceptos para que no se sepa de qué se está hablando. Un ejemplo, cuando la ultraderecha habla de “dictadura progre”, se está refiriendo a la democracia y al respeto a las minorías. Es la guerra cultural para avanzar en la guerra económica y retroceder en valores.
La ultraderecha empezó hablando de gratuidad de la enseñanza y tuvimos que denunciar aquí que en realidad era un robo a la educación pública. Ahora, hablan de “becas” para disfrazar lo que son cheques escolares. El sentido de las becas siempre ha sido el de subvencionar estudios o investigaciones a alumnos sin recursos propios.
2. Los datos son escandalosos. En un mes, la consejería de Educación ha publicado cuatro órdenes para la concesión de cheques escolares con las siguientes cuantías: bachillerato (43,4 millones), educación infantil de 0 a 3 años (50,6 M), formación profesional de grado superior (30,5 M) y FP de grado medio (2,4 M). Totalizan 127,1 millones de euros, un 96% de incremento en un solo año. En el caso de los cheques de bachillerato, el incremento de la partida es de un 383%.
Si tenemos en cuenta los umbrales de renta per cápita que se fijan para acceder a estos cheques, la obscenidad es total. Al pasar, por ejemplo, en bachillerato de 10.000 euros per cápita a 35.913. Regalar cheques escolares, a una pareja con dos hijos en bachillerato y una renta de 143.625 euros anuales, es un hachazo a la equidad y a la justicia social.
Ayuso demostró su ignorancia malintencionada cuando explicó este tema. En su desvergüenza, ni Ossorio ve pobres ni Ayuso ve ricos en aquellos que resultan agraciados con su cheque escolar regalo. Para ella, rentas de más de 100.000 son rentas medias y las personas en las colas del hambre son subvencionados. Solo por recordar, el presidente del Gobierno tiene un salario de 84.845 euros. Y si nos vamos a la estadística, ni llegan al 5% los madrileños que tienen rentas por encima de los 100.000 euros anuales.
3. Los cheques escolares son pura privatización. En Madrid la derecha viene aplicando un proceso de desmantelamiento de la educación pública a través de la potenciación de la red concertada y privada y los recortes en la pública. Los datos son muy claros: solo están escolarizado en los centros públicos el 39% del alumnado de Madrid capital, el 53% en la comunidad de Madrid, frente al 67% de media en España y entre el 81,7% en Europa.
Desde mi experiencia de profesor de instituto público, todos los años había un aumento de matrícula de alumnado en primero de bachillerato proveniente de los colegios concertados. Venían por dos razones: por la calidad de los IES públicos y los excelentes resultados en la selectividad, y porque al no ser ya enseñanza obligatoria la familia tenía que pagar mucho más que las ilegales cuotas que les cobraban. La derecha quiere frenar ese flujo de alumnos hacia la pública. Y por ello este diluvio de cheques escolares llegará a 62.238 alumnos de centros exclusivamente privados.
La aplicación de esta práctica de cheques escolares deteriora el sistema público, aumenta la segregación y la desigualdad. Es el caso de Suecia, donde los “vales de libre elección” han producido una fuerte caída en los resultados y la calidad educativa hasta el punto de que el responsable de educación de la OCDE y de PISA, Andreas Schleicher, ha llegado a afirmar “que el sistema sueco parece haber perdido el alma”.
4. No son becas, es una gigantesca transferencia de recursos de las rentas modestas a las altas. También a las empresas del negocio educativo, que acabarán subiendo los precios. Hablamos de que se subvenciona un 40% del total del alumnado de bachillerato de la comunidad de Madrid; el 75% de la educación infantil privada de 0 a 3 años; y un 50% de los ciclos de FP de grado superior privados. Además, la gestión privada de esos cheques nos cuesta 800.000 euros, al no gestionarlos la administración pública.
Los 127 millones de euros de gasto en cheques se detraen de una educación pública infradotada, que tiene una inversión del 2% del PIB frente al 4,2% de media en España. De ahí su déficit estructural de plantilla, ratios altas, recortes en atención a la diversidad, resistencia a la construcción de nuevos centros públicos y a la creación de plazas en formación profesional. Es una educación pública abandonada por el Gobierno Ayuso y que mantiene los niveles de calidad solo por la excelencia de su profesorado y por su compromiso.
Madrid redistribuye poco, tanto por los ingresos como por el gasto. Con los cheques escolares sucede lo mismo que con los regalos fiscales a las rentas altas, la privatización de servicios públicos o la mayor inversión en sanidad y educación en las zonas ricas. Este es el fondo de esta política: trasvasar recursos públicos de los de abajo a los de arriba.
Es una política deliberada. Se conoce como efecto Robin Hood aquel que busca quitar a los más poderosos y repartirlo entre los más desfavorecidos. Ayuso hace exactamente lo contrario, tanto con la regresividad fiscal como con los cheques escolares. Por ello, su política es la del sheriff de Nottingham: robar dinero a los pobres para dárselo a los ricos, algo que conduce a agrandar la desigualdad y la injusticia social.
5. La lucha por la hegemonía política es la otra cara de esta estrategia. Cuando una diputada de la ultraderecha dijo desde la tribuna de la Asamblea de Madrid que “el mejor pin parental es el cheque escolar”, lo dejó muy claro. Saben muy bien qué encierra esta privatización de la enseñanza. La única derecha existente en Madrid, que es la ultra, sabe que las elecciones y el poder político se ganan asegurando la participación de las clases para las que trabajan y aumentando la desafección política y la abstención de las clases populares. Por ello, la desigualdad social forma también parte de una operación de ingeniería electoral porque induce a que votantes potenciales de la izquierda se queden en su casa lamentándose.
La jugada parece perfecta: cheques regalo para su clientela electoral, beneficios para las empresas que solo ven en la educación un buen negocio, y una ciudadanía desmovilizada que no responde a estas políticas injustas. Este panorama solo puede empezar a cambiar con tres acciones aparentemente sencillas: tener claro lo que está en juego.; no bajar los brazos ante las agresiones al bien común; y, por supuesto, que la izquierda espabile y le eche inteligencia y unidad, que es lo que necesitamos en estos momentos.
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