Azafatas: la lucha contra la cosificación

4 de enero de 2023 22:19 h

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Una empresa de selección de azafatas exigió a las candidatas quedarse en ropa interior en el proceso de reclutamiento, según publicó elDiario.es esta semana, recién estrenado 2023. La aerolínea implicada era Kuwait Airways y la empresa encargada del reclutamiento, Meccti, que no tiene su sede central en España. Se recordó que la ley prohíbe que en las entrevistas de trabajo se pidan datos personales o requisitos que no afectan al desempeño en el empleo. Días después, ambas compañías han negado las acusaciones.

Estos son los hechos. La noticia me pareció gravísima pero, y esto quizá sea más grave, la encontré perfectamente verosímil. Y no solo por los testimonios coherentes y coincidentes de las candidatas. Por el contexto. Desde que en1930 Boeing contratara a la primera mujer tripulante de cabina, Ellen Church, la historia de las azafatas ha sido una sucesión de batallas contra el sexismo y la cosificación.

Cómo no recordar que, por ejemplo, Southwest vistió a sus azafatas con shorts durante la década de 1970, que ha habido compañías que las obligaban a maquillarse con sus colores corporativos, que existe la expresión pies de azafata por la obligación de llevar tacones o que algunas aerolíneas, como Singapore Airlines, se publicitaban como la compañía que volaba con azafatas de belleza inquebrantable, símbolo de la hospitalidad. Publicidad orientada a considerar a las mujeres tripulantes de cabina como un servicio ornamental que la aerolínea ofrecía a sus pasajeros, una suerte de camareras guapísimas que servían bebidas o ayudaban a colocar la maleta. 

La discriminación con la que han tenido que luchar, además, era general y universal: desde el seleccionador que las contrata a sus jefes, los pilotos y los usuarios de las aerolíneas. Las más veteranas han contado en medios que algunos pilotos se quejaron cuando les permitieron llevar pantalones y sus anécdotas sobre los comentarios que han soportado de ciertos pasajeros son infinitas. Un usuario de Aerolíneas Argentinas se hizo famoso hace algunos años cuando la empresa contestó a su queja sobre el bajo nivel estético de las azafatas.

Este es el contexto: que muchos esperaban y hasta exigían que durante el vuelo les asistiera una supermodelo y que, además, esta modelo fuera accesible. Una encuesta del buscador de vuelos y hoteles Jetcost aseguraba que ligar con una azafata era una fantasía sexual bastante extendida entre los pasajeros hombres: cuatro de cada diez lo había intentado con resultados casi siempre negativos. Cuando todas las compañías contrataron a tripulantes de cabina masculinos, muchos, dentro y fuera, asumieron que eran homosexuales: era imposible ser hombre y azafata.

Aunque ninguna de sus funciones exija, ni de lejos, que deban ser modelos de pasarela o “guapas”, los requisitos estéticos en los procesos de selección de tripulantes de cabina han evolucionado poco y a duras penas. Muchas aerolíneas, o las empresas encargadas del proceso de selección, exigen fotos de cuerpo entero en los currículos, y las candidatas coinciden en que si al seleccionador no le gustas físicamente, da igual los idiomas que hables y los cursos que hayas realizado.

El protocolo estético para hombres es muy diferente y se reduce a que estén en una forma física adecuada para superar las pruebas de natación, un corte de pelo presentable, las uñas cortas y limpias y una barba o un afeitado cuidados. Si eres mujer, las cosas son muy distintas: algunas compañías exigen zapatos de tacón, maquillaje obligatorio y perfecto no solo al despegar, también durante todo el vuelo y al aterrizar, ni un cabello fuera de su sitio en moño o coleta. Pero el meollo de todo este asunto es que estas exigencias se superponen a una exigencia previa: cumplir con unos estándares de belleza que nada tienen que ver con el puesto de trabajo.

La cosas han cambiado, pero no tanto. Las chicas que denuncian hoy son la prueba de que en muchas aerolíneas sigue vigente que el principal activo de una azafata es su presencia, aunque esto sea humillante. Volar en compañías que perpetúan estos comportamientos es decisión nuestra.