El poderoso Aznar sintió una perturbación en la Fuerza y decidió acudir al gran consejo de los Jedis populares para poner fin a tanto desmán y restaurar el equilibrio en la Fuerza antes de que venza el lado oscuro, o rojo, o morado, o lo que sea. Era la primera vez que hacía acto de presencia desde que su padawan Rajoy alcanzara la mayoría absoluta desoyendo todos y cada uno de sus consejos y admoniciones.
- Mariano, yo soy tu padre. –Le reveló solemne por enésima vez desde que es Presidente del gobierno esperando que, por fin, esta vez, fuera reconocida su paternidad
- Si, sí. Vale, vale. Ya tal. Siéntate allí en la esquina de la mesa que ya te traen una silla plegable y te hacemos un hueco que hoy hay overbooking, chico. - respondió Mariano Rajoy sin inmutarse
Más allá de la evidente tensión sexual que Aznar provoca en mucho medios y comentaristas de la capital, siempre añorantes de aquellos días de Dios y Patria en los años dorados del Aznarismo, la reaparición del expresidente buscando la luz y los focos en el día después de la amarga victoria marianista seguramente vaya a provocar más mosqueo que adhesión entre las filas del Partido Popular.
Puede que Aznar siga pensando que el milagro es él. Pero si algo saben de sobra a estas alturas los populares es que ni él, ni cuánto representa, ni su manera de entender la política, se parecen al milagro que ahora mismo necesitan para gobernar.
Queriendo hacerle un roto puede que le haya regalado un notable favor a Mariano Rajoy. Si algo no se perdona en los partidos es ese oportunismo de aparecer en las derrotas para recordarle a todo el mundo que tenías razón y ya lo habías advertido. Y el Partido Popular es un partido como los de antes Tú no eliges al partido, el partido te elige a ti.
Cuando Aznar tomó la palabra ante una dirección de probada fidelidad marianista para demandar un “congreso extraordinario abierto para repensar el partido” a Rajoy debió darle la risa y a los demás se les debió poner cara de póker. Es como ver a Bertín Osborne versioneando a Frank Sinatra. Algo en tu interior te dice que hay algo oculto y maligno, aunque tú no lo sepas ver.