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¿Bajar del tigre…?

Manifestación independentista del 11 de septiembre de 2018

Grup Pròleg

La “nueva política”

Uno de los elementos característicos del movimiento independentista en Catalunya ha sido, a diferencia de otros casos, su división política. Mientras el partido escocés, pongamos por caso, no debe rendir cuentas ante otro partido similar, los partidos catalanes temen que otros partidos del movimiento les critiquen, les denuncien o les llamen “traidores”. De modo que el PDeCAT debe tomar precauciones ante ERC, ERC ante la CUP, todos ellos ante la Crida, etc.; y el resultado es el bloqueo de las posiciones políticas.

Pero junto a esta división, digamos, “horizontal”, entre fuerzas políticas que son a la vez aliadas y competidoras, ha aparecido con fuerza una división “vertical”, una divisoria que contrapone a los representantes políticos y “la base”, el pueblo, “la gente”. Ya no se trata solamente de entidades como Òmnium Cultural o la ANC, que intervienen de modo activo e influyen en opciones y en decisiones estratégicas, sino un colectivo más amplio, formado por periodistas y opinadores, activistas locales, redes sociales, comités de acción poco formalizados, grupos de base y entidades similares. Como el coro en las tragedias griegas, intervienen, juzgan, critican y señalan con el dedo; y como el coro, sus opiniones son cambiantes, poco previsibles pero a la vez muy determinantes de la acción de los protagonistas. Las declaraciones de los encausados y de algunos de los testigos mejor informados en el juicio al “procés” de estos días han mostrado como, por ejemplo, la opción final del presidente Puigdemont por no convocar elecciones en los días críticos de octubre de 2017 se decantó por la presión de los manifestantes de la plaza Sant Jaume, las amenazas de algunos alcaldes de su propio partido y un famoso “tweet” de un portavoz de otro partido.

Ello sintoniza con un rasgo más general de la política española, e incluso más allá: el descrédito de las viejas maquinarias políticas de partido ha conducido al surgimiento, no ya de nuevos partidos, o de plataformas políticas más sueltas y menos rígidas, sino a la generación de una polifonía de voces que, con mayor o menor información y sin el deber de asumir responsabilidades por sus opiniones, animan, jalean, insultan o vociferan la actualidad política, hacen oír sus voces y condicionan fuertemente las formas y los contenidos de las acciones políticas. Si en nuestro 15-M ello se materializó en las multitudes que se reunieron en asamblea permanente en las plazas de las ciudades, en Italia ello llevó al Movimiento “5 estrellas”, partido sin locales ni publicaciones, sino con solo una página web, del mismo modo que “La República en marcha” de Macron en Francia se constituyó y se convirtió en el partido ganador de las elecciones presidenciales, mientras en España el 15-M constituyó el caldo de cultivo del surgimiento de Podemos, partido sin sede pero con Telegram. Y, con todos los matices del caso, el estilo presidencial de Trump no queda lejos de todo esto. 

A lomos del tigre

Lo que se ha llamado “nueva política” ha constituido así un lenguaje y un estilo distintos al de la política tradicional; es temprano para saber si se trata de una victoria definitiva o de una moda pasajera, pero lo cierto es que la vieja política sigue acomplejada ante las nuevas formas, y que estas se han ido imponiendo.

En el caso de la política catalana, esto crea una situación de bloqueo generalizado, tanto en los partidos como en la acción de gobierno de la Generalitat, que lleva a veces a pensar en el refrán chino: “Se puede viajar rápido a lomos de un tigre pero lo difícil es bajar sin ser devorado”. Es decir: el apoyo incondicional de un amplio sector popular constituye una enorme fuerza de apoyo, pero a la vez un límite (y, potencialmente, un rival) cuando el choque con la realidad obliga a reconsiderar las propias posiciones y a plantearse un posible cambio de orientación, por mínimo que sea. Es decir: lo que podría ser “bajarse del tigre” es visto como imposible por el temor a la reacción contraria de quien creyó, con la fe del carbonero, en los planteamientos previos. Sigamos cabalgando, o el tigre nos puede devorar.

Puede ser que esta actitud subvalore a la sociedad catalana; puede ser que seamos más maduros, razonables y comprensivos de lo que se cree. Es interesante recordar que los sondeos anuales del ICPS encuentran una diferencia estable entre los que declaran que les gustaría que el procés llevase a la independencia de Catalunya (en torno al 35 % de los encuestados), y los que creen que efectivamente acabará así (un 16 % del total).

Estas variaciones pueden explicar lo que ha sucedido en Quebec. A principios de esta década, un dirigente del “Parti Québecois” y exmiembro del gobierno, François Legault, lo abandonó para formar un nuevo partido, llamado “Coalition Avenir Québec” (es decir, “Coalición Futuro Québec”, CAQ).

Reuniendo a la vez federalistas y soberanistas, pero rechazando la hipótesis de un nuevo referéndum, el partido de Legault pasó de unos resultados medianos (solo unos 20 diputados en las elecciones provinciales de 2012 ) a un éxito espectacular en octubre pasado, siendo el primer partido con un 37% de los votos, lo que (magnificado por el sistema electoral) les ha dado una mayoría absoluta en el parlamento, con 75 escaños sobre 125. Hoy, el CAQ es el partido que gobierna en Quebec.

A la inversa, el “Parti Québecois”, durante mucho tiempo el partido único de los nacionalistas, ha ido perdiendo apoyo: desde los resultados superiores al 40% en los años 90, a un 32% en 2012, 25% en 2014 y un modesto 17% en 2018.

¿Alguna conclusión...?

¿Cuál es la lección, si hay alguna? Un movimiento como el del nacionalismo quebequés, masivo y enormemente popular, capaz de generar una propuesta política de gran atractivo, articulada en un lenguaje seductor (ahí nació, por ejemplo, la expresión “derecho a decidir”), tras topar con el muro de los límites de la realidad, ha dado lugar a una nueva fuerza política, que se ha dedicado a, simplemente, decir la verdad a los ciudadanos. Y estos ni la han rechazado ni lo han considerado una traición: el tigre ha considerado razonable lo que decía su jinete, y no solo no lo ha devorado: le ha dado un apoyo mayoritario.

Un giro así no se improvisa, ni tiene por qué obtener un éxito instantáneo, y aún menos en un contexto como el actual, atrapados entre el juicio a los dirigentes del procés, el crecimiento de la extrema derecha y dos convocatorias electorales; pero sirve para hacer entender que es posible, y que los ciudadanos de sociedades cultas y avanzadas pueden estar dispuestos a ver descabalgar el jinete sin devorarlo.

El Grup Pròleg está formado por Jordi Amat, Marc Andreu, Marga Arboix, Laia Bonet, Joan Botella, Victòria Camps, Joan Coscubiela, Jordi Font, Mercedes García-Aran, Gemma Lienas, Pilar Malla, Oriol Nel.lo, Raimon Obiols, Lluís Rabell, Joan Subirats, Marina Subirats, Josep M. Vallès.

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