La bala de plata se sirve fría
“Nunca esperes la bala de plata. Ensucia tus manos”
Howard Schultz
Si hay que remangarse y hablar de política, hablemos de política. A fin de cuentas esto es una columna periodística y no un informe de indulto del Tribunal Supremo. Aquí está justificado, allí difícilmente. Y sin embargo es lo que hace el texto enlazado por Marchena, hablar de política porque quizá sea algo que le interesa mucho. Ustedes lean y decidan. Coincido plenamente con el análisis sobre el documento que realizaba ayer el director de este diario sobre el informe del tribunal pero, más allá, yo hago la apreciación de que el tribunal acaba de depositar en los morros de la oposición, la bala de plata que piensan podría destruir a Frankenstein. El PP acusa a José Ricardo De Prada, ponente de la sentencia Gürtel, de haber escrito unas líneas que permitieron armar una moción de censura y hoy otro magistrado nombrado por ellos, Manuel Marchena, les sirve otras líneas que van a utilizar para iniciar una campaña de acoso al Gobierno sin precedentes.
La gran traición. Ese es el eslogan que les sirven en bandeja y que con sus prisas de siempre, tanto el PP como Vox han puesto a funcionar sin que los indultos hayan sido siquiera efectivamente concedidos. El acoso se inicia antes incluso de que el acosado haya movido ficha. La cuestión general del ataque que se va a emprender contra el Gobierno de España, incluso de forma preventiva, estriba en que la gravedad del delito y sus características hacen absolutamente inaceptable que sean indultados. Hablan de traición incluso. No hay nada más incierto. En realidad en la Ley del Indulto los delitos de sedición y rebelión se encuentran entre aquellos para los que más facilidades se da. El legislador quiso en 1870 que los delitos de mayor índole política, incluido el magnicidio del jefe del Estado, tuvieran un tratamiento mas benévolo y con menos cortapisas a la hora de ser indultados. Es muy lógico para todo aquel que conozca medianamente el XIX español, un siglo vivido de alzamiento en alzamiento y de asonada en asonada, en el que les parecía meridiano que el Estado pueda manejar no sólo el palo sino también la zanahoria a la hora de apaciguar los ánimos y restañar heridas. Esa ley del indulto sigue vigente todavía con pequeños retoques para actualizarla y en tales retoques se mantuvo esa característica.
La Ley del Indulto,en su artículo 2, matiza que no pueden ser indultados aquellos que: estén procesados pero no tengan sentencia firme, los que no estén a disposición del tribunal sentenciador para cumplir la pena (fugados) y los reincidentes, pero héteme aquí que en el artículo 3 nos dice que todas esas condiciones que pone no rigen para una serie de delitos que especifica y ¡tachán! entre ellos se encuentran la rebelión y la sedición. No quiere decir eso otra cosa que el legislador pretendía una especial facilidad para indultarlos de modo y manera que ni siquiera es preciso que los indultados estén a disposición del tribunal, que hasta pueden estar fugados o no haber llegado la sentencia a ser firme. Eso es dar facilidades, sí señor, y cuando el legislador da facilidades es porque quiere darlas.
El Gobierno tiene que poder hacer política: su política. La solución a la cuestión catalana no es sencilla ni viene en ningún código ni tiene una única respuesta. Sabemos que la derecha tiene en su morral sólo una premisa: la cárcel y la confrontación. No parece que haya funcionado mucho. Si alguna distensión se ha producido en ese campo ha tenido lugar tras la llegada del gobierno progresista. La cuestión es que la derecha, como siempre, pretende que no hay más recetas que las suyas ni económicas ni antiterroristas ni políticas. El Gobierno de Sánchez tiene pleno derecho a explorar las vías políticas que considere para reconducir o mejorar esa tensión política y el Tribunal Supremo carece de competencias para amenazarle sutilmente si lo intenta, primero con la sombra de un varapalo político con la revocación y segundo, afirmando que adopta esa posición exclusivamente con el fin que considera espurio de mantener sus apoyos parlamentarios.
No estaríamos aquí si no se hubiera iniciado un loco camino para intentar arreglar con el derecho penal algo que no era propio de su ámbito. Que haya habido decenas de togas felices con poder tomar esa responsabilidad de salvar a la patria sobre sus espaldas no desdice el primer aserto. La respuesta que la ley contenía a un desafío de una comunidad autónoma reside en el artículo 155 de la Constitución Española que contiene la denominada coerción estatal. En su aplicación el PSOE, como recuerda Zapatero, estuvo con toda lealtad junto al Gobierno. Si esa era la respuesta ¿por qué se redobló usando unos tipos penales que no estaban previstos para algo así y con un instrumento jurídico que no era el adecuado? Esa es la cuestión que pretende arreglar el indulto. Esa hiperactuación del gobernante que se escondió tras las togas y que logró empeorar lo que la aplicación de la Constitución ya había restablecido. Esa es la cuestión y quien la olvida no puede entender la naturaleza de utilidad pública que tienen estos indultos.
El Gobierno tiene derecho a equivocarse al intentar una política diferente con Catalunya ante el fracaso y el oprobio provocado por las llevadas o no intentadas con los gobiernos del PP. El Gobierno y su soporte parlamentario, que no son sino los representantes de los españolitos, que creemos que hay que rebajar esa tensión independentista y que esto no puede lograrse con los líderes de los partidos en prisión. La izquierda tiene derecho a intentar sus soluciones cuando llega al Gobierno. Esa es la base fundamental del problema, que la derecha pretende que sólo a ellos les está otorgada ese facultad, que de hecho les corresponde. Por eso bloquean el CGPJ y lo van a seguir bloqueando si pueden hasta que consigan que caiga el Gobierno. El plan es pasar de un Consejo con una mayoría de vocales que ve la vida y la política como ellos a otro de similares características, saltándose así el turno de elección en el que la visión del gobierno de los jueces sea más cercana a la sensibilidad de los ciudadanos que son el soporte democrático de este gobierno. Mientras, la hoja de ruta es gobernar a través de los tribunales que antes colonizaron.
Por eso la bala de plata les llega en el momento preciso y por eso hay que pensar que en ese tribunal que firma el informe ya no está ni la cabeza ni la técnica de Luciano Varela, que se hubiera opuesto con seguridad a esa loca referencia al autoindulto. Y los que saben deben reflexionar sobre los movimientos tácticos que parecen alentar en los que firmando este informe también están firmando las paces con los que no sueltan la llave del próximo CGPJ que tendrá que ser algún día nombrado y presidido.
La bala de plata aleja también las posibilidades de que nos centremos en algún tipo de debate político constructivo. La derecha no quiere pensar en 2030 ni en 2050 porque sólo tiene un pensamiento, que el Gobierno no llegue a puerto. Parece que la intención de Sánchez es conceder el indulto aun a riesgo de darle la munición a la oposición, tener marejada en su propio partido y sin contentar a los catalanes, que piden la imposible amnistía porque pedir lo imposible te exime de obtenerlo. Tendremos pues otra batalla jurídica. Tendremos día sí y día también la lucha por la admisión de los recursos en la Sala III y las luchas de poder para conseguir que la Sala III remate al Gobierno con una revocación. A eso nos abocan y a no poder establecer nunca un diálogo político constructivo sobre nuestra salida de esta crisis y la construcción de nuestro futuro. No les importa. Sólo quieren volver al poder.
La bala de plata, recuerden, es esa que tiene que acertar en el corazón.
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