El sábado pasado Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España (así reventéis), dio un discurso épico para negar cualquier implicación tanto suya como de cualquier miembro de su partido en uno de los casos de corrupción más cañí acontecido dentro de nuestras fronteras: El Caso de Los Sobres.
Según los famosos papeles de Bárcenas, cuya inocencia el mismo Rajoy defendía hasta que fue insostenible, apuntaban a que miembros del Partido Popular habían estado recibiendo dinero negro en sobres desde los años noventa. Es más, según la contabilidad de Bárcenas, ahora ya exinocente, Rajoy habría cobrado desde entonces hasta ahora 300.000 euros. (50 millones de pesetas / 500 cañones de confetti aprox.).
A Mariano, lleno de ira y bravura por las insidias vertidas, le faltó el tiempo para salir a defenderse a sí mismo y a los suyos. De hecho sí, le faltó el tiempo. No lo encontró hasta dos semanas después.
Pero cuando lo encontró, España entera enmudeció.
Cuando todos estábamos ya seguros de su culpabilidad, cuando incluso ya alguno de los nombres que aparecían en los papeles había admitido haber recibido la misma cantidad que éstos señalaban y no parecía caber ya ninguna duda, Mariano aparece ante los medios y da el discurso leído de un papel más convicente al que la prensa haya asistido jamás desde una sala contigua a través de una tele de plasma.
Ni siquiera el de Lola Flores pidiendo una peseta a cada español emocionó tanto a los españoles.
A Mariano, que salió a dar la cara una hora más tarde de la anunciada porque aquí mandan sus cojones, no le tembló la voz ni una vez... el ojo que guiña cuando miente sí, pero la voz no.
Ante toda acusación hecha sobre él y su partido, miró a cámara, sereno, miró el papel y dijo: “No voy a necesitar más que dos palabras: ”ES FALSO“.
Para continuar con:
“No he venido a la política a ganar dinero. Vine perdiendo dinero”.
Por si esto fuera poco, y para mayor transparencia (si es que cabía), Mariano se vio obligado a poner a disposición de todos los españoles su renta.
“La semana que viene, las declaraciones de la renta y patrimonio estarán a disposición de todos los ciudadanos en la página web de La Moncloa.”
Dios mío, qué garbo, qué resolución.
Pero cuando los españoles no nos habíamos repuesto aún del shock de semejante discurso clarificador, comparece al día siguiente el otro tiburón de la política española, el único hombre que puede hacerle sombra a Rajoy en cuanto a carisma, empuje y magnetismo se refiere: Alfredo Rubalcaba.
De nuevo, España tembló.
Uno de los instantes del apasionado discurso de Rubalcaba.
La rueda de prensa fue tan contundente que me dejó exhausta; me desperté sobresaltada a las dos horas y media en el sofá. Dios mío, ¡era todo tan excitante! El número uno de la oposición pidiendo la dimisión del presidente pero sin moción de censura ni elecciones anticipadas. ¡Qué nervios!, ¿qué rumbo tomaría la historia de este país?
Pero Rajoy aún no ha podido contestar a esta petición porque ha tenido que ir a Alemania a, entre otras cosas, dar una rueda de prensa conjunta con Merkel. Cuál ha sido su sorpresa cuando le han dicho que la rueda de prensa sería con prensa. Y que además los periodistas harían preguntas. Preguntas sobre vete tú a saber qué.
Tal ha sido el desasosiego de Mariano que ha terminado admitiendo que sí, que todo era falso, “salvo alguna cosa”.
Y no lo deja ahí, porque sin leer se siente libre, no sabe parar, como no ve el punto final como cuando lee, él sigue hablando de forma automática, non-stop... y aunque los de su partido agitaran los brazos al fondo de la sala para que dejara de hablar, él probablemente pensaría que le están saludando. Así que sigue y dice: “Todo es falso, salvo alguna cosa que han publicado los medios de comunicación o, dicho de otra manera, es total y absolutamente falso”.
Es decir, que todo es falso excepto lo que es cierto, que es lo que han publicado lo medios de comunicación, pero todo es una completa farsa. O dicho de otra forma: Seguramente hayan tenido que ingresar a sus asesores por crisis de ansiedad y estrés.
La prensa internacional pensará que España no anochece ni un sólo día sin hacer el ridículo, pero es porque ellos no saben tomarse las cosas como nosotros. Ellos no entenderían nunca la cultura de la Picaresca. Lo mejor es que esto no parece tener fin.
Y mañana, ¿qué pasará? ¡Qué intriga! ¿Cuál será el siguiente capítulo? ¿Quién mentirá esta vez? ¿Quién nos robará y con qué técnica?
Y lo más importante... por favor, ¿cuánto queda para que esto acabe?