‘Biografía teatral’ de Victorina Durán: artista pionera en reivindicar el lesbianismo

10 de diciembre de 2022 22:18 h

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Victorina Durán (1899-1993) es una figura apasionante de nuestro pasado, que, como tantas otras, aún tiene pendiente entrar en la historia mainstream (la que conoce todo el mundo). 

Merece entrar por la puerta grande porque se empeñó en mostrar que una mujer que ama a otra mujer es, en sus palabras, lo más “natural” y “normal” del mundo, aunque la moral de su época de juventud (los años 20) lo viera como una “desviación” y la moral de su etapa de madurez (el franquismo) lo tratara como un delito. 

Merece la escalinata de oro porque en sus obras dejó escrito que maltratar, aplastar y violar a las mujeres es lo más irracional, inhumano y despreciable del mundo.

Victorina murió el 10 de diciembre de 1993 y a día de hoy nos sigue enseñando a vivir. Por eso vamos a recordarla en esta pequeña biografía en dos actos. 

El primer acto es un rap de los oficios que hizo:

Fue escenógrafa, figurinista, 

docente, percusionista. 

Escribió sus memorias, 

teatro y radiohistorias. 🎵

Fue pintora, ilustradora, 

dibujante, conferenciante,

directora teatral, 

y del Lyceum Club Femenino

miembro fundacional. 🎵

El segundo acto de esta biografía es una obra de teatro, basada en su vida, su obra, sus memorias y sus palabras propias. Muchas de ellas, literales. Tal como las escribió.

ESCENA UNO

Un salón con un ventanal al fondo. A media tarde. Victorina Durán, de 90 años, y una periodista charlan sentadas en dos butacas. 

VICTORINA.— Me pide una proeza. No sé si lo lograré, pero voy a intentarlo. 

PERIODISTA.— ¡Cuánto se lo agradezco, Victorina! Su historia es importante. No por usted, ni por mí, sino por lo mucho que tiene que enseñar a otras personas. (PULSA EL REC DE LA GRABADORA). Empecemos por su infancia. ¿Hay ya ahí algún germen de la persona que sería después? 

VICTORINA.— Supongo que sí. Un día, cuando era aún pequeña, mi padre me dijo: “Debes obrar siempre de acuerdo contigo, aunque tus actos no estén de acuerdo con los demás. Con los demás estás a ratos, pero contigo estás siempre”. Y así actué. Este es el secreto de mi paz y de mi felicidad. Este consejo tan simple de mi padre, con los años se fue fortaleciendo cada vez más. No mentirme nunca a mí misma. En un libro del filósofo Feuchtersleben encontré la confirmación de esta idea: “Solo la verdad es moral, la mentira es inmoral. La verdad purifica, la mentira corrompe”.

PERIODISTA.— A finales de los años 70 usted escribió en sus memorias que no le gustaría morir sin haber hecho algo en beneficio de otras personas…

VICTORINA.— Sí, yo tuve la suerte de encontrar la finalidad de mi vida. Me la dio la lectura de una novela escrita por una mujer. La leí en Madrid, en el primer año de la guerra civil, bajo el tronar de los obuses. Creo que esta mujer fue la primera que publicó un libro en el que abordaba el tema de la homosexualidad femenina. Antes este asunto solo lo trataban los hombres y lo que hacían era dejar volar su fantasía, unas veces con vuelos poéticos y otras como tema excitante en novelas pornográficas. 

PERIODISTA.— Se refiere usted a la escritora Radclyffe Hall y su novela El pozo de la soledad, ¿verdad? 

VICTORINA.— Sí. 

PERIODISTA.— ¡Y ya había que ser valiente para publicar en 1928 que el amor entre dos mujeres era algo “natural” y “una condición otorgada por Dios”!

VICTORINA.— Pues sí. Esa novela es autobiográfica, y la protagonista, Stephen, cuenta al lector sus emociones y su tragedia. Dice que, como todas las que son y sienten como ella, vive en un pozo de soledad. Stephen desfallece muchas veces, pero sostiene su personalidad hasta el fin. Ella es así y no puede ser de otro modo. Vive muchas desilusiones con otras mujeres y un día, su institutriz, que también es así, le dice unas palabras que yo recogí para mí y que durante años me han golpeado en el cerebro como si fuera a mí a quien se las dirigiera.

PERIODISTA.— Un momento. Antes de que me diga esas palabras, quiero hacerle una pregunta. Cuando usted dice ser así, se refiere a ser lesbiana, ¿verdad?

Victorina lleva un rato notando algo extraño en las palabras y las expresiones de la periodista, pero no logra imaginar que esto ocurre porque la reportera viene del futuro.

VICTORINA.— ¿A ser qué? ¿Cómo ha dicho?

PERIODISTA.— Lesbiana. Quizá no le suene mucho esta palabra porque no es de su generación. Fíjese, se está popularizando en los años 90, cuando usted ya ha pasado los 90 años.

VICTORINA.— Nosotras decíamos ser así. Teníamos que utilizar un lenguaje secreto. Y no nos identificábamos con esas palabras que nos decían los medicuchos de entonces: invertidas y desviadas. Recuerdo que, de joven, le dije a uno de mis amores: “Quiéreme así, con toda naturalidad, sin creer que es pecado el amor sea como fuere”.  

PERIODISTA.— Qué frase tan bonita… Pero volvamos a ese día que, entre el ruido de los obuses, usted leía El pozo de la soledad. Dígame esas palabras que le sonaron como si las hubiesen escrito para usted.

VICTORINA.— Eran estas: “Tienes una misión que cumplir. ¡Hazla! Precisamente porque tú eres como eres, puedes escribir con una extraordinaria y doble visión, con un conocimiento personal. Nosotras somos una parte de la naturaleza. El mundo lo reconocerá un día, pero hasta entonces hay un inmenso campo que trabajar. Por el amor de todos los que son como tú, en un gran número, pero menos fuertes y menos dotados tal vez, es por lo que debes tener el valor de vencer todos los obstáculos”. 

Victorina se queda en silencio. Mira por el ventanal, pensativa, como si hiciera un balance de su vida y sopesara si logró vivir en su verdad, como decía su padre, y con fortaleza, como decía la institutriz. 

Las cosas no fueron fáciles. Entre la moral católica y la dictadura franquista, nunca pudo hacerse oír. Al menos no se le pasó por la cabeza casarse con un hombre para esconder que era así. Pero tuvo que resignarse a esconder las relaciones con sus amantes porque ellas no se atrevieron a salir del patrón: eran mujeres casadas, tenían hijos y se sentían mal por querer así.

ESCENA DOS

Victorina sigue ensimismada y la periodista se acerca un poco a ella.

PERIODISTA.— Victorina, ¿se encuentra bien? 

VICTORINA.— Sí, sí. Es que me estaba acordando de una frase que decía San Agustín sobre la moral: “Ama y haz lo que quieras”. Exactamente lo contrario a la forma en que nos obligaron a vivir.

PERIODISTA.— Aunque usted, desde muy joven, con veintitantos años, ¡y en los años 20, cuando todavía se veía mal que las mujeres se cortaran el pelo y no llevaran sombrero!, se atrevió a vivir como sentía y no escondía su homosexualidad. 

VICTORINA.— Yo soy más fuerte porque no soy cobarde ante los demás. Años y años he recogido y guardado la tragedia de la incomprensión de muchas mujeres. He vivido con ellas el angustioso drama de verse aisladas y despreciadas por multitud de seres que llaman normales y que nos decían que lo nuestro era anormal. La sociedad perdona, admite ¡todo! menos eso.

PERIODISTA.— Leer El pozo de la soledad la animó a escribir una obra de teatro que plantea la dificultad que tienen dos mujeres para estar juntas y, sencillamente, poder vivir como quieren ellas en vez de como quieren los demás.

VICTORINA.— Sí, esa obra se titula Al margen. La inscribí en el Registro Nacional de Propiedad Intelectual de Buenos Aires en enero de 1939 y después la he ampliado y la he reescrito varias veces. Aunque, por desgracia, nunca se ha representado. 

PERIODISTA.— Imagino que sabe que es la primera obra que escribió una mujer española sobre el amor lésbico. Ese rechazo tan feroz se ha ido haciendo más leve, pero, en la obra, hay una queja que será siempre actual. Ese grito de Elena que dice: “¡Hay que vivir siempre para los demás!”. Para que te dejen en paz, hay que “ver las cosas desde el punto de vista de los demás”.

VICTORINA.— Te dejarán en paz si los engañas y vives, como una hipócrita, en la forma que ellos quieren. Elena también le dice a doña Lucrecia que los demás no son nadie para juzgar la conciencia y el alma de los demás. Muchos se creen los representantes de Dios en la Tierra.

PERIODISTA.— La mayoría de sus obras de teatro están protagonizadas por mujeres aplastadas y maltratadas… 

VICTORINA.— ¿No le parece un tema importante? Así ha sido la vida de muchísimas mujeres.

PERIODISTA.— Por supuesto. ¿Puede hablarnos de algunas de sus obras?

VICTORINA.— Claro. ¡Raptada! se basa en un hecho real: el secuestro, violación y asesinato de una niña de nueve años. Una novela rosa es una sátira que cuenta lo que viene después del “felices para siempre”. Los relatos de amor siempre se quedan en ese momento tan romántico y no cuentan la realidad de la vida marital. Una aventura extraordinaria muestra lo poco que gustan las mujeres independientes… 

PERIODISTA.— Sí, en esa obra de teatro hay un momento en el que el profesor Kalí grita: “¡Maldición! ¡Eres culta!”, “¡Maldición! ¡Eres dueña de tu voluntad!”.

VICTORINA.— También escribí una lectura dramatizada para la radio que se llama 0013 Detective madrileña.

PERIODISTA.— ¡Radioteatro! 

VICTORINA.— Sí, esa era la idea. La radio fue uno de mis primeros trabajos cuando me exilié a Buenos Aires, en 1937. Leía conferencias de indumentaria en la emisora El Mundo

PERIODISTA.— Y… siguiendo con 0013 Detective madrileña. Cuéntenos de qué va esta radionovela.

VICTORINA.— Ah, sí. Pues… una detective y su secretaria trabajan en un servicio de atención a mujeres que tienen problemas con sus maridos. El despacho está en la calle Válgame Dios y anuncia como especialidad: “Maridos Pirandones”.

PERIODISTA.— ¿Pirandones?

VICTORINA.— Los que están todo el día de parranda…

PERIODISTA.— ¡Pirandones! No conocía esa palabra. No la he oído nunca.

VICTORINA.— ¡Pues no sabe cuánto se decía antes, con tanto marido pirandón! No sabe lo que las mujeres tenían que aguantar. Gritos, tortazos… Eso lo cuenta el personaje de la Paca en esta obra de radioteatro. Dice: “Si ha perdido el Madrid, más vale que no vuelva porque a menor contrariedá, torta a mí, torta a este, torta a esta y torta a tos”.

PERIODISTA.— ¡Entonces esa agencia era algo así como un 016!

Victorina vuelve a mirar a la periodista con cara de desconcierto.

VICTORINA.— ¿Cómo dice? ¿Cero… qué? No, no, esa detective es 0013 y a esa oficina van mujeres a pedir ayuda porque sus maridos han desaparecido o las tratan fatal.

PERIODISTA.— Sí, la obra deja ver que la violencia machista era algo habitual.

VICTORINA.— ¿“Violencia machista”? Nunca había oído esa expresión, pero me parece oportuna.

PERIODISTA.— Es que es una expresión muy reciente. Se empezó a usar en los años 80, pero va a necesitar más de 20 años para que se generalice. La violencia machista está reflejada, por ejemplo, cuando la Paca dice de su marido: “¡Pero si no se ha fugao, lo tengo en casa, ¡y me da cada golpe!”, y también cuando suelta: “Me da un tortazo que me deja dormía”.

VICTORINA.— Ahá…

PERIODISTA.— Aunque usted planteó 0013 Detective madrileña como una obra cómica. Es muy divertido cuando la detective, hablando del adulterio, le dice a la Paca: “Dos años… ¡y na! Desde luego ha hecho usted pero que mu rebién en venir a verme. Cuando un español está dos años sin reproducirse es que se reproduce por otro lao”. Imagino que utilizó el humor porque es una forma de llegar a más públicos. 

VICTORINA.— Claro. Eso lo aprendí de Oscar Wilde. Siempre me ha encantado.

PERIODISTA.— En esta obra hay una frase de la Paca que me encanta: “Usté y yo sufrimos y cuando las mujeres sufrimos, no hay diferencia de países, que toas somos igualitas”.

VICTORINA.— Así es. 

Y de pronto Victorina cambia el gesto y mira a la periodista con cara de asombro.

VICTORINA.— Y… por cierto, usted está hablando de mis memorias y de mis obras de teatro, pero… no están publicadas. ¡Ya me hubiera gustado!

PERIODISTA.— No se apene, Victorina. ¡Las publicarán! Las académicas Idoia Murga Castro y Carmen Gaitán Salinas harán un trabajo excelente, desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, para que se conozcan sus memorias. Y después la doctora Eva Moreno, de la Universidad de Sevilla, rescatará sus obras de teatro y las publicará en un libro fantástico que titulará A teatro descubierto.

VICTORINA.— ¡Vaya, qué sorpresa! ¿Y cuándo será eso?

PERIODISTA.— En 2018 y 2019.

VICTORINA.— ¡¿En el siglo XXI?! … Mm… ¿y cómo sabe usted eso?

TELÓN

* Hoy puede verse parte de la obra de Victorina Durán en la exposición de Las Sinsombrero en Madrid.