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Bolazas

El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, saluda durante el acto de proclamación como candidato del PP a la Xunta.
7 de enero de 2024 22:04 h

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Por si albergaban alguna esperanza de que el año nuevo nos trajera algo nuevo, no era aún ni la noche de Reyes y la derecha ya había amenazado con ilegalizar a alguien y a algo por no pensar, sentir o actuar como ellos y desde Junts anunciaban votar en contra del gobierno por un decreto anticrisis que amenazaba una amnistía que aún no se ha aprobado e impulsa el mismo gobierno que están dispuestos a tumbar.

Seguramente no sea ahora, pero en algún momento alguien debería asumir que es mejor perder una votación para que el otro se entere de que no sale gratis, que dejarle vivir en la ilusión de que sus votos valen más que los votos de los demás. Resulta todo tan obvio, tan previsible, tan burdo que no merece ni la pena otra línea más.

Mientras, en Galicia, ese lugar que ahora tanto les importa a todos y todos llevan en su corazón y en sus presupuestos porque votamos en febrero, el 13 de diciembre, unas cosas blancas de material no identificado empezaban a llegar a las playas de Riberia en la provincia de A Coruña. Hoy, después de Reyes, ya están por toda la costa atlántica y apuntan hacia la cantábrica.

El gobierno central dice que avisó de que llegaban. La Xunta primero nada dijo y ahora sostiene que la avisaron poco. El día de Reyes, con tres semanas de retraso, la Xunta de Alfonso Rueda activaba un plan de limpieza que, a día de hoy, se reduce a un puñado de tipos equipados con guantes de fregar que recogen cosas cuando tienen delante a las cámaras de la antes conocida como TVG, hoy TeleRueda.

El presidente de la Xunta debía estar muy ocupado conduciendo su autobús y gustándose con la fruta. Nunca tan cierta ha resultado un meme visual: Galicia va conducida, efectivamente, por un señor que no tiene carné para ese tipo de vehículo y no se pone el cinturón de seguridad.

Después de ignorarlas durante todas las navidades, llamarles pellets de resina y, ahora que se desparraman por toda la costa, denominarlas “bolitas” –seguramente para que nos encariñemos con ellas-, seguimos ignorando de qué están hechas, cuantos contenedores se han perdido en el mar delante de Portugal y qué efectos van a tener sobre el litoral, aparte de obligar a arrasar los arenales para limpiarlos.

Ni el gobierno central que sostiene haber alertado, ni el gobierno gallego que niega haber sido alertado, tienen respuestas para estas sencillas preguntas. Únicamente sabemos que no hay que tocarlas con la mano desprotegida. Pero oye, todo controlado.

Bolitas no, bolazas es lo que hay que tener para gobernar así.

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