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El bosque como motor verde de la nueva economía

El bosque es la cuna de la biodiversidad, y la biodiversidad es el mayor patrimonio del planeta y de la humanidad. Por eso quien tiene un bosque no es que tenga un tesoro: es que tiene el futuro. Y nosotros vivimos en un país de bosques.

Con alrededor de 26 millones de hectáreas forestales de las que 15 millones son bosque, España es el segundo país de la Unión Europea con mayor superficie forestal tan solo por detrás de Suecia. Nuestro territorio está cubierto en más de su mitad por una gran extensión de arboledas, matorrales y pastizales que, al contrario de lo que ocurre en buena parte del planeta, no para de crecer año tras año.

Durante las últimas décadas, la superficie boscosa de España ha experimentado un incremento del 30%, lo que nos sitúa a la cabeza del continente en tasa de crecimiento. Asimismo la superficie arbolada por habitante es mayor en nuestro país que la media de la UE: 0,4 hectáreas de bosque por habitante (ha/hab) frente a las 0,3 ha/hab que se dan como media en el conjunto de la UE.

Respecto al número de árboles maduros tenemos más de 5.000 millones, por lo que salimos a más de 100 árboles por habitante, en su mayor parte encinas, robles y pinos albar, carrasco y rodeno.

He querido anotar estos datos para demostrarles que, antes de cualquier otra oportunidad de desarrollo, la más cercana, la más autóctona, es el aprovechamiento responsable y sostenible de nuestros bosques. Un aprovechamiento que no debe confundirse con el expolio y que debe estar supeditado al mantenimiento del equilibrio del ecosistema forestal y la conservación de su biodiversidad asociada.

Un bosque formado por las especies arbóreas representantes del género Quercus (encinas, robles, quejigos o alcornoques, entre otras) que representan la esencia del bosque primario ibérico. De nuestros hayedos, acebedas, sabinares, madroñales, nogueras o castañares, entre otras arboledas, y por supuesto de los pinares autóctonos.

El bosque del lince, el águila imperial, el oso pardo, el buitre negro, el urogallo, la marta o la gineta. Bosques que dan cobijo a todas las especies vinculadas al reino de las sombras. Bosques que, gestionados de una manera responsable, atendiendo a la prioridad de conservar la naturaleza, pueden convertirse en motor de la nueva economía.

Pese al abandono institucional que viene sufriendo desde hace años, el sector forestal sigue ofreciéndose como la mejor oportunidad de desarrollo sostenible que ofrece España. Ya sea a través del rendimiento maderero o del aprovechamiento energético de su biomasa forestal, del turismo de naturaleza o la recolección de sus diferentes productos (resinas, corcho, hongos, bayas, etc). El aprovechamiento de nuestros bosques puede y debe contribuir a la transición ecológica de la economía y a la lucha contra el abandono rural.

Como viene señalando desde hace años la Sociedad Española de Ciencias Forestales (SCEF), los montes españoles han caído en un inquietante estado de abandono por la falta de apoyos institucionales y la ausencia de una adecuada política forestal que aliente su mantenimiento y explotación sostenible.

Si nuestros bosque fueran debidamente gestionados y aprovechados (su tasa de aprovechamiento es de sólo un 36,5 % mientras la media UE es del 70%) podríamos llegar a duplicar nuestra actual cuota de autoabastecimiento. Y es que a pesar de las cifras que he recogido al principio, pese a ser un país de bosques, España es uno de los mayores importadores de madera de la UE. Un auténtico sinsentido.

Nuestros bosques producen actualmente 45 millones de metros cúbicos (m3) de madera al año, una cifra de la que solo aprovechamos una tercera parte, es decir 15 millones de m3. Como nuestro consumo interno es de 30 millones de m3 debemos importar el resto: es decir otros 15 millones de m3. Exactamente el mismo volumen de madera que podríamos exportar después de atender nuestra demanda interna. La pregunta es ¿a qué esperamos para hacerlo?

Por último, hace unos años la propia SCEF señalaba en un informe la gran potencialidad del sector forestal para crear empleo rural. Y ponía un ejemplo muy claro: si lográsemos abastecer con nuestros propios recursos esa demanda maderera del mercado interno, se lograría duplicar la oferta de empleo en el sector forestal, pasando de los 155.000 empleos actuales a unos 300.000. Pocos sectores pueden ofrecer esas perspectivas de empleo impulsando a la vez una economía circular, sostenible y compatible con la protección de la naturaleza.