El feminismo no avanza a costa de que los hombres retrocedan pero muchos de ellos no parecen saberlo. De igual manera, hay mujeres que dudan de la existencia de verdaderos aliados y creen que ellos no pueden ser sujetos del feminismo. Aquí algunas cuestiones esenciales sobre la posibilidad del hombre feminista y feliz de serlo.
1. Feminismo transversal. El feminismo puede apelar a los hombres, dirigirse a ellos y no solo a las mujeres. De hecho, este es uno de los asuntos estratégicos del feminismo actual, que debe ser capaz de aglutinar sujetos y luchas. No se trata de un movimiento “para las chicas y sus cosas” sino una lucha política por la igualdad. Los imperativos de género también afectan a los hombres, por si no bastara el hecho de ponerse del lado de la mitad de la población en la reivindicación de derechos básicos que harán más fáciles y plenas sus vidas personales, familiares y profesionales. Cobra importancia transmitir, especialmente a los niños y adolescentes, que el feminismo se ocupa también de su libertad y de sus derechos y que solo está amenazada una identidad masculina retrógrada que nada tiene que ver con ellos,
2. Combatir a la extrema derecha. No hay que ser un lince para descubrir que hay hombres de toda ideología que se sienten agraviados y atacados por el feminismo, aunque, si preguntas, no son capaces de traducir en su vida cotidiana esas percepciones. Sin embargo, hay una mayoría de mujeres que votan insistentemente contra la extrema derecha y forman parte de una muralla contra el avance de los populismos porque perciben que tiene algo perder. Los hombres son el principal activo de la ultraderecha y el público fiel de sus discursos, y están dispuestos a creer, contra toda experiencia personal, que las mujeres van a privarles de la presunción de inocencia y el derecho a hacer bromas sexistas en el trabajo. Al respecto, Michael Kimmel (en su libro Hombres blancos cabreados) hace una distinción clave: el malestar masculino, si bien es real, porque existe, no es racional ni verdadero, porque está apoyado en informaciones contrastadas). En ese espacio debe operar el feminismo,
3. Aliados, conversos y otros machos que manipulan el feminismo. La periodista Paloma Rando escribía un post en la red social X antes conocida como Twitter. “Dios me libre de los aliados, que de los Rubiales ya me libro yo”. En esta breve guía, no eres un hombre feminista si pretendes obtener réditos del feminismo, adoptar gestos de cara a la galería para trepar o ligar, o crees que vas a poder seguir disfrutando de tus privilegios con el añadido del derecho a la queja y la representación. Ser feminista es también estar en la retaguardia, ceder la voz, apoyar a las mujeres. Y, por supuesto, jamás acosar y discriminar.
4. De hombre a hombre. Las voces masculinas siguen siendo voces de autoridad, como dejó claro Mary Beard en su ensayo Mujeres y Poder. A los hombres les toca hablar de feminismo, pero en foros de hombres. Hay que alzar la voz en mundos masculinos, en los que te juegas algo por ser un traidor o un disidente. Ser muy feminista con tu pareja y replegarte con tus amigos masculinos o en el trabajo no es ser el hombre más feminista del mundo. El mundo masculino espera tu aportación.
5. ¿Qué es la masculinidad? En el proceso de deconstruir, volver a construir y establecer estereotipos, la masculinidad es el campo ideal. Lo masculino como categoría principal y lo femenino como secundario es algo que un porcentaje alto de la población tiene interiorizado. Lo masculino asociado al uso de la violencia y el control y lo femenino, a la sumisión y la aceptación de la violencia. Todos los clichés, frecuentemente violentos e irracionales, apelan al hombre. En su mano está decidirse por la masculinidad más tóxica o enfrentarse a los clichés que determinan y coartan su futuro.