Bronca política sin fronteras
Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero en otros tiempos la agenda política y mediática española solía mirar al exterior cuando los gobiernos ya llevaban unos años y habían hecho su rodaje interno. Ocurría normalmente en la segunda legislatura, una vez consolidado el gobierno de turno y más o menos apaciguada la política interna. El presidente parecía aburrirse de los asuntos locales, le picaba el llamado “síndrome de la Moncloa”, y empezaba a leer las páginas de Internacional del periódico, a viajar más al extranjero, practicar idiomas, asistir a cumbres, reunirse con mandatarios, hacer declaraciones solemnes, intervenir en la ONU, promover conferencias de paz, y a veces meterse en jardines lejanos.
Lo hizo Felipe González con su buena relación con líderes europeos, la Conferencia de Paz para Oriente celebrada en Madrid, y las Cumbres Iberoamericanas. Lo hizo Zapatero con su Alianza de Civilizaciones y la silla de España en el G-20. También Aznar, a su estilo, con los pies en la mesa junto a Bush, la foto de las Azores y la guerra de Irak. Y Rajoy…, bueno, Rajoy no era muy de salir del pueblo, y en su favor diremos que le tocaron unos años tan entretenidos en casa que no daban como para mucho viaje o cumbre.
Cualquiera diría que el gobierno de Pedro Sánchez ha alcanzado ya ese momento, a la vista de la prensa de estos días: un día nuestro presidente se reúne con el ucraniano Zelenski, otro día declara el reconocimiento solemne del Estado palestino, otro le entra al trapo al presidente argentino Milei, luego advierte sobre Meloni y la ultraderecha europea… Es como si el presidente se nos fuese unos días de viaje porque ya no aguanta más la bronca en casa. De pronto, la inagotable actualidad política española se ha caído de las portadas para hacer sitio a Gaza, Ucrania, Argentina o las europeas, mientras desaparecen unos días Cataluña, la amnistía, la inflación de los alimentos o la crisis de vivienda.
Pero si Sánchez buscaba coger algo de aire en la política internacional, ya puede despedirse. No es que la política española desplace su interés hacia el exterior: es más bien que cualquier asunto internacional se incorpora a la misma dinámica de enfrentamiento partidista y mediático. Una acción tan modesta como el reconocimiento del Estado palestino (como ya hizo una mayoría de países años atrás) provoca que el PP, que hace diez años votaba en el Congreso a favor del reconocimiento, hoy saque el bazuca y acuse al gobierno de electoralista, antisemita, cómplice de los terroristas y de intentar una cortina de humo para tapar la corrupción. Lo mismo con Milei, poniéndose la derecha del lado del presidente argentino. Y en cuanto a Ucrania, donde aparentemente hay consenso entre los dos grandes partidos, el PP propone llevar el acuerdo militar al Congreso, no por escrúpulo democrático sino para provocar que los socios den la espalda al gobierno.
Pues nada, que pruebe Sánchez con la sección de Deportes, a ver si por ahí le cae menos. Ya le digo yo que tampoco.
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