El poder del bulo
El bulo es, quizás hasta convenga recordarlo, una noticia falsa que se difunde con el fin de perjudicar a alguien. Y la mentira vendría a ser un bomba de racimo cargada de bulos y metralla. El bulo y la mentira viven un esplendoroso momento de expansión que sepulta los equilibrios que sustentan la convivencia. Comenzamos 2022 con efemérides y luchas sucias por el poder. Un año del asalto al Capitolio perpetrado por fanáticos seguidores de Donald Trump y un surtidor de bulos en España tras los históricos datos de reducción del desempleo y la cita electoral en Castilla y León (CyL). Como base principal.
Suele ser más fácil analizar los daños en cabeza ajena. Las fake news surtidas por Donald Trump han hecho un daño inmenso a Estados Unidos. Todavía el 70% de los votantes republicanos creen que hubo fraude electoral. Como poco, 50 millones de seres convencidos de las insidias sembradas por un sujeto que llegó al cargo mintiendo desde el primer día. Ya en 2016 encontró quien atacara una pizzería tras difundir que albergaban una red de “esclavos sexuales”. Llegado a la presidencia, se inventó un atentado terrorista en Suecia para justificar su veto racista a los emigrantes, lo argumentó diciendo: “Lo que ha pasado esta noche en Suecia”. Nada había pasado. Avanzado su mandato, construyeron en Nueva York un mural con 20.000 mentiras comprobadas del presidente. Sus seguidores no se desaniman: los más radicales, QAnon, se reunieron en noviembre de 2021 en una vigilia para ver la 'resurrección' del hijo de John F. Kennedy, muerto en accidente 22 años atrás, que traería el advenimiento de Trump a la Casa Blanca. Ni una cosa ni otra sucedió, pero no es algo que influya lo más mínimo en los comedores de bulos.
Dicen Biden, Carter y comentaristas de prestigio, todo quien lo quiera ver, que Estados Unidos está más dividido aún que hace un año, que peligra la democracia y que ya se vive una nueva guerra civil. Ése peligro de involución amenaza también a nuestro país. Los bulos evidentemente no se lanzan gratis, se espera algún beneficio.
El bulo es arma de ataque en la política española, usada profusamente en la derecha. Millones de seres se los tragan hasta el intestino ciego siempre que reafirme su ideología y destruya al contrario. Y creen que ha ocurrido lo difundido en calumnia aunque no haya existido jamás o se haya manipulado la realidad. Ya saben que las medias verdades son mentiras completas.
Aporta el Gobierno unas cifras de reducción del desempleo que son las mayores de la historia: 782.232 personas, pero ese logro que a todos beneficia se minimiza en las informaciones. Y es que, dicen, ha ocurrido una gran tragedia para los intereses de las macrogranjas cárnicas: The Guardian le ha hecho una entrevista al ministro español de consumo, Alberto Garzón. En esa entrevista Garzón defendió la ganadería extensiva y alertó de la industrial. Hasta entonces había un cierto consenso internacional en que esta producción presenta problemas que han de ser resueltos, como mínimo.
Como a estas alturas del drama “todo el mundo” es experto en la materia me limitaré a señalar algunos datos relevantes. El primero, obvio, que la diferencia estriba en criar animales al modo tradicional, al aire libre alimentándose de pastos, o hacinados en granjas y tomando productos para acelerar el engorde, antibióticos incluidos, para sacar mayor rendimiento, a costa de una serie de perjuicios probados. No solo en el medio ambiente, que algunos interpretan algo así como un lujo bucólico, sino directamente en la salud de los seres vivos, y desde luego en el empleo y en la calidad de la carne.
La ganadería de las macrogranjas contamina porque la producción masiva es incapaz de absorber los purines de tantos animales y pueden originar un exceso de nitratos y estos terminar degenerando en amoniaco. El lago de As Conchas en Ourense, se ha convertido en una “sopa verde” de nitratos y cianobacterias. Las granjas industriales son responsables al menos en un 17% de la contaminación del Mar Menor. Ocasionan despoblación: “El censo de cerdos en España ha crecido un 35% en los últimos diez años pero el número de granjas de menor tamaño (menos de 1.000 animales) ha descendido un 30%. Es decir, ”cuanto más crece la ganadería industrial, más granjas familiares desaparecen“. Hay municipios que han perdido hasta el 40% de su población desde que se instaló allí una macrogranja.
En 2020 se sacrificaron en España 910 millones de animales –el 88% aves-, casi 2,5 millones al día. Mucha carne se destina a la exportación, a China en un elevado porcentaje, al tiempo que produce contaminación local. Pero se gana mucho más dinero exprimiendo a los animales industrialmente. Al menos, de entrada. No olvidemos tampoco el maltrato que sufren, lo que es “vivir y morir en una cadena de producción”, como escribió Yuval Noah Harari y citaba Marco Schwartz. Los defensores de las granjas industriales argumentan que así se puede abastecer a la población mundial, pero -de peor calidad- es a un alto precio en salud colectiva.
La UE pide la reducción de la ganadería intensiva y ha denunciado a España por contaminación de acuíferos aledaños a ellas. El ministro Garzón señaló en la entrevista que en España se consume más carne que en ningún otro país europeo, que el español promedio come un 1 kilo de carne a la semana, mientras la Agencia de Alimentación recomienda como máximo la mitad. Y es cierto lo que comentó sobre el interés de otros países en solucionar estos problemas, comunes a muchos de ellos. Por ejemplo Alemania. Vean.
Pero la maquinaria se puso en marcha. De repente titulan “El ministro afirma que España exporta carne de mala calidad de animales maltratados” y se organiza el cisco habitual de insultos, tertulias, petición de dimisiones y mociones en todos ayuntamientos –dice el PP-. Los medios difunden la manipulación, TVE también. Es el drama nacional.
El experto Julián Macías Tovar hace un seguimiento exhaustivo de la génesis y difusión del bulo y de las fábricas de replicantes en medios y redes. Una maquinaria engrasada y sólida, un clásico que da bastante miedo.
Lo peor es cuando presidentes del PSOE como Lambán (Aragón) y García Page (Castilla-La Mancha) se unen a PP, Vox y sus medios y periodistas para lanzar un caudal de improperios. Y que varias ministras del PSOE –Rodríguez y Alegría- dejan solo a Garzón en nombre del Gobierno afirmando que no comparten lo dicho. Más aún, dijeron que “no entienden España sin su sector cárnico”. Asombrosa explicación que en el mejor de los casos obedecería a leer bulos y no la entrevista. Por cierto, estadísticas cifran en 6 cerdos por persona los que hay en el despoblado Aragón, tierra natal de Lambán y Alegría.
En todos los países se elaboran productos de diferente calidad, entre ellos carne mejor y peor. Vean al ministro alemán diciendo que sus productos cárnicos son de baja calidad, aquí esa fatídica derecha ultra y asimilados considera un ultraje la propia realidad. Seguramente un ultraje a sus bolsillos si se aplican reformas. La mala calidad deteriora el prestigio de toda la producción. Y los bulos, como van a ver, se vuelven en contra de quienes los producen. Hace falta ser torpes en su mezquindad.
Este cúmulo de torpezas no enmascara sino que resalta el poder del bulo. Al tiempo que el de la carne, volvieron a soltar el del aumento del patrimonio de Irene Montero que obvia la herencia de su padre que perdió a edad temprana. Francisco Marhuenda fue esta vez el encargado del ataque dado que no tiene empacho alguno en hacerlo. Y aún otro bulo más dedicado desde el racismo en El Español a un señor llamado “Diputado Mantero de Podemos”. Añadan que, como Trump, Pablo Casado y Ayuso no han dejado de mentir desde el primer día que llegaron al cargo también. Y lo que sueltan ellos y sus portavoces es reproducido por la mayoría de los medios como verdades inalienables. Es desolador.
Cualquier bulo de alto nivel puede dar con el flanco que tumbe la democracia como está pasando en Estados Unidos. Pero, sin duda, la suma de ellos produce un deterioro enorme en la calidad de la convivencia. Y en todos los aspectos de la sociedad, hasta la economía como es fácil ver. Y en la salud, física y anímica. Porque vivir entre esa maloliente piara de desechos porcinos, agolpados para hacer el mal, hace dudar hasta de la condición humana que tolera semejantes especímenes en su seno. Los que lanzan los bulos, las calumnias, los insultos; los que se los comen y los difunden sin respetarse ni en su propia dignidad. Vaya mugre. Toda porquería se puede limpiar, desde luego. Con ganas. Y faltan donde debe haberlas.
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