Hasta no hace mucho, Carles Francino y Jaume Serra tenían en común que eran dos periodistas catalanes con unos cuantos trienios en la Cadena Ser, más el segundo que el primero. Ahora son además dos personas a los que la covid ha cambiado la perspectiva vital. Ambos estaban en buena forma física y no sufrían patologías previas. Serra enfermó cuando solo se intuía la que se nos venía encima. Recuerdo el primer mensaje que le envié preguntándole por el rumor de que en Radio Barcelona había un positivo. “Sí, soy yo”, me respondió. Era cuando le llamábamos coronavirus, cuando todavía no se sabía qué era exactamente, antes de que la enfermedad tuviese nombre, el de COVID-19.
Francino la pilló en marzo de este año. El equipo de ‘La Ventana’ tenía bolos a menudo y por eso él era de los que se hacía “controles seguidos”. Cuando se tuvo que marchar a su casa para cumplir con la cuarentena lo hizo enfadado porque pensaba que con todas las precauciones que había tomado a él no le tocaría. Acabó en la Jiménez Díaz y sufrió un ictus del que no se acuerda pero que pudo costarle la vida. Francino revivió emocionado esos 46 días de hospital a su regreso a la radio, con siete kilos menos y con una voz entrecortada, pero por fin recuperada, que seguramente hizo más por concienciar a muchos españoles que la mayoría de comparecencias de políticos.
Escucharles a ambos compartir su experiencia, pese al pudor que les provoca, es de nudo en la garganta. Otra periodista, Carla Turró, les convenció para hacerlo en el programa 'El Balcó', en SER Catalunya. Serra, que sufre covid persistente, resumió con una frase que hiela qué es estar luchando todavía después de tantos meses: “Son 500 días sin encontrarte bien ni un solo día”. Relató cómo hay ratos en los que piensa que está mejorando y que probablemente es así. Su paso por el Institut Guttmann ha tenido mucho que ver en esos progresos. Cuando Francino o quien sea le pregunta cómo está, él repregunta: ¿En comparación con qué? Porque no es el mismo que antes aunque se reconoce optimista porque se considera un privilegiado. Y porque a pesar de no encontrarse bien, de levantarse fatigado la mayoría de días, conoce casos de gente que está mucho peor. Algunos son jóvenes como la chica que solo se lava el pelo dos veces por semana porque si no, el resto de la jornada es incapaz de hacer nada. Francino dice que habría que rebautizar a la enfermedad que por suerte él no padece y llamarla “covid encabronadamente persistente”.
La conversación entre los dos periodistas tuvo lugar el jueves pasado, cuando los indicadores de los contagios volvían a estar disparados, especialmente entre los más jóvenes, con unos índices que en Catalunya no se habían visto en toda la pandemia. “Estamos como estamos por haber hecho el burro por tercera o cuarta vez consecutiva”, resume Francino y si por si con su tono no había quedado claro remata: “Llevo cabreo encima porque hace muchos días que nos lo avisaban, que la gente que entiende de esto decía 'cuidado que esto no se ha acabado'”. Serra recuerda que algunos de los jóvenes que están también con covid persistente eran chicos y chicas que hace nada practicaban deporte, que no tenían enfermedad alguna y que ahora se preguntan si lo que les queda de vida van a seguir encontrándose así de mal.
Con razón Francino está cabreado. Estábamos avisados, pero hubo verbenas de Sant Joan. Estábamos avisados, pero hubo fiestas y viajes de fin de curso. Estábamos avisados, pero en los festivales multitudinarios en los que no había que guardar distancia aunque sí era obligatoria la mascarilla, las fotografías dan cuenta de que mucha gente no la llevaba. Estábamos avisados y estamos como estamos. Ahora lo más cómodo es decir que había permiso para organizar las fiestas, que los locales estaban abiertos, los grupos permitidos y los conciertos multitudinarios contaban con autorización. Ya se sabe, 'porco governo', el que sea, y a surfear como podamos por la ola.