Este martes lo desvelaba en exclusiva eldiario.es, también conocido como la “hoja parroquial” que siguen con más fervor los dirigentes populares. La caja B va en el ADN del Partido Popular desde el día que se fundó. En realidad, Luis Bárcenas continuó una tradición que pasaba de padres a hijos y de tesoreros a gerentes. Los tesoreros del Partido Popular no están todos imputados por una casualidad o un mal golpe del destino. Lo están porque la financiación ilegal conformaba un sistema en el Partido Popular.
En su defensa alega el inolvidable Hernández Mancha que no podía haber caja B porque ni siquiera había caja A. Tiene razón. En realidad, en el Partido Popular lo que siempre parece haber funcionado es la caja C de caradura. Se manejaba con sencillos pero efectivos criterios contables: uno para mí, otro para ti, otro para el partido y otro para pagar otra ronda. El presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, contando los billetes en el coche hasta llegar a los “dos millones de pelas” no es una anécdota. Es un símbolo y se convertirá en un icono de la mitología popular.
Rosendo Naseiro y Manuel Fraga sentaron las bases de un sistema pedestre y descarado de financiación ilegal e irregular que facilitaba la ilusionante tarea que, ya entonces, en los ochenta, jóvenes y ambiciosos militantes como Vicente Sanz, entonces secretario general del PP valenciano, o Eduardo Zaplana, alcalde de Benidorm, se habían autoimpuesto: “Estar en política para forrarse” o “hacerme rico porque estoy arruinado y… me lo gasto todo en la política”.
La Justicia anuló por un vicio procedimental las grabaciones donde se les escuchaba proclamar tan altos fines. El caso Naseiro y las pruebas sobre la financiación ilegal popular se esfumaron mientras que el caso Filesa abría en canal la financiación ilegal de los socialistas. En esta materia el bipartidismo no fue tan perfecto y los populares aprendieron la lección.
Bajo el liderazgo de Aznar, aquel sistema rudimentario y bandoleril propio del fraguismo aprendió a volar por debajo del radar, refinó mínimamente sus métodos y mejoró notablemente los sistemas de recaudación y reparto del botín. Tampoco es que se mataran a pensar y ejecutar complejas tramas y entramados de empresas pantalla y paraísos fiscales, pero al menos intentaban blanquear mínimamente aquel río de dinero 'black' que regaba las campañas y los cargos del partido.
La sensación de impunidad de los últimos años del aznarismo y la pasión por todo lo que “brilla-brilla”, propio de los nuevos ricos, les volvió algo descuidados y vagos. Lo justo para que, como a Naseiro, les pillaran casi de rebote mientras se investigaba otras actividades ilegales. Tras siete años de investigación boicoteada y bloqueo a la acción de la Justicia por cualquier medio necesario, ahora ya sabemos que aquella caja C del Partido Popular se hizo mayor en una versión más grande, más voraz, más saqueadora y, por imposible que parezca, más C de caradura.
Cuentan que el Partido Popular prefiere nuevas elecciones en Andalucía a permitir que gobierne Susana Díaz. No me extraña. Será por dinero…