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De caja tonta a caja de entontecer

13 de enero de 2023 22:35 h

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La llamaban “La Caja tonta” y, sin embargo, a través de ella se abrieron al mundo los ojos de muchos españoles cuando las fronteras ideológicas estaban cerradas. TVE, la cadena pública, la única hasta el mítico por tantas cosas año 1989, nos dio al mismo tiempo butaca de primera en el mejor teatro posible y en la biblioteca de los mejores autores. Crecimos con las confesiones de la señora García a Marsillach, o con los conflictos de pareja narrados por Ana Diosdado, en una sociedad que se modernizaba sin pausa. En el franquismo la mujer podía aspirar como mucho a ser reina por un solo día. De fuera llegaba la azarosa vida de los emperadores romanos con “Yo, Claudio” o series norteamericanas de familias enrevesadas o de fugitivos inocentes perseguidos con saña que tenían en vilo a media España.

A través de TVE los españoles descubrieron el interés por la Naturaleza de la mano sabia de Félix Rodríguez de la Fuente, o por las gestas llevadas a cabo en Al Filo de lo Imposible. O las aventuras del reportero múltiple Miguel de la Quadra Salcedo repartido entre el reportaje periodístico con garra y la aventura. Las pioneras, como Carmen Sarmiento y Rosa María Calaf, abriendo brechas impensables entonces. La cultura siempre tuvo un sitio en Televisión Española, como excepción entre las otras que llegaron. Incluso avanzó pioneras vanguardias para entretener y educar a los niños. ¿Caja tonta?

TVE fue mi primer y fundamental trabajo en periodismo. En los informativos, les contamos como mejor pudimos la Transición y la andadura de la democracia. Y créanme que se pudo bastante, se peleó por ello: había ganas de periodismo. Informe Semanal nació en el franquismo y siempre fue un paso más de lo que se podía hacer. Era el summum: investigación, periodismo, y con la fuerza de la imagen. Luego tomaron el mando los partidos, el bipartidismo alternante, y las televisiones privadas, y las productoras externas. Y todo empezó a cambiar. Los políticos aprendieron, corroboraron, el arma útil que representa la pantalla.

Se fueron ya infiltrando los reality shows, los programas de chismes y vísceras con poco corazón, la lucha por la audiencia bajando la calidad para hacerla más accesible, para ganar más dinero, porque la pugna era para hacer caja, cajas listas.

La historia real de la televisión en España da para una enciclopedia. Si lo traigo hoy aquí es porque no la reconozco, hace mucho que no la reconozco, pero en el momento actual es ya una esperpéntica parodia de lo que fue. Y esa degradación tiene consecuencias para la sociedad. Ahora, y sin apenas esforzarse en maquinaciones listísimas parece dedicada a entontecer.  Y siempre que se embauca a alguien es para venderle algo. En el peor de los casos, ideología de la que no entra por decisión personal.

La veo poco -salvo algunos telediarios- y no doy crédito. Como acabo de leer a una amiga en las redes “homologan a los ultraderechistas en la tele hasta que sueñes con ellos”. Y esa es solo la última parte de una progresión que ha llevado a desinformar al extremo de tener a una sociedad que ya no sabe lo que es cierto y lo que no. Porque tampoco parece su propósito informar, dado que, en la sección de política nacional, funcionan en muchos casos como oficinas de prensa de los partidos colocando lo que “dice” cada uno, y hasta eso se selecciona y ubica con intencionalidad subjetiva. Actúan, además, acompañados de la orquesta manipuladora de otros muchos medios, de prensa y radio. Con heroicas excepciones que noto impregnadas de dolor y frustración. Los informativos de algunas cadenas son puro agitprop a favor de las manipulaciones de la derecha.

Entre todos han encumbrado a sociópatas que hacen un daño profundo a la ciudadanía, y han señalado con dedos como pistolas de precisión a políticos muy bien intencionados a los que perseguir por sus ideas “extremistas”. A saber y en resumen parco: que todos los ciudadanos tienen derecho a una vida digna como estipula la Constitución. Con acceso en igualdad e igual tratamiento, sea cual sea su origen, raza, color, sexo, idioma, religión, o posición económica o cualquier otra condición.  Lo que viene a recoger en todo el listado la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Están muy mal vistos ahora. Todos levantan ampollas en ciertos sectores. En algunos casos, hasta progresistas.

Las tertulias fueron veneno mortal para el periodismo. La mayoría de ellas. Van quedando pocas que buscan aclarar ideas. En general son un foco de manipulaciones interesadas que han hecho un daño tan atroz a la democracia española que terminará siendo estudiado en las Universidades, si todavía quedan como fueron. Recuerden que la Complutense de Madrid anda nombrando alumnas predilectas entre la escoria más manipuladora. Conforme pasa el tiempo, lejos de mejorar, las tertulias introducen perfiles que solo cabrían en infracadenas nacidas en la antigua TDT.

A través de los sucedáneos de debates, primero se ofreció el pensamiento en píldoras, pequeñas, cortas, digestibles. Que inmediatamente se usaron como proyectiles de tirachinas. La gente solía verlas como un derby de fútbol entre rivales encarnizados, aportando a la audiencia el placer de ver si ganaba su equipo o machacaba al contrario. Luego han formateado toda discusión de este país. Estamos aquejados de tertulitis hasta en el Congreso y el Senado. Insultos, mentiras, agresividad que desembocan en más desconcierto social.

Con el entretenimiento aún me ubico menos. Advierto una sucesión de concursos. En unos se trata de adivinar preguntas, algunas tan irrelevantes que sonrojan, aunque no en todos los programas. Me recuerdan dolorosamente la televisión italiana de los 80 tomada por Berlusconi. Otros concursos, calcados unos de otros, eligen cantantes que en la abundancia de la oferta se tragará el pozo de la fama en dos días, con los mismos coaches (o sea entrenadores) y tics. Otros, más cuestionables, muestran un cocinar con dolor que ha arrojado incluso víctimas. Siguen, con variadas fortunas, los programas de cotilleo, que han entrado en el canibalismo coprófago de comerse a los propios tertulianos (por no caer en llamarles periodistas). Los shows donde todos se ríen mucho todo el tiempo también tienen su sitio. Y los refritos de la programación de TVE adornados de comentarios, unos ingeniosísimos como en Cachitos y otros en plan burdo de la mano de Torrente.

Las películas y las series ocupan muchas horas de programación. Son el plato fuerte de las plataformas de pago y cogen fuerza en la televisión convencional: 26 estrenos se presentan en estos días. Actualmente no sigo ninguna aunque lo he hecho con fruición con unas pocas, desde Juego de Tronos a Las chicas del cable, por dar un amplio abanico. TVE hace con ellas cosas muy raras. Acaba de cargarse una serie que llevaba 7 años en pantalla, Servir y Proteger. Con gran éxito en principio, justo hasta que TVE decidió marear a la audiencia con cambios de horario hasta lograr su deserción. ¿Por qué? ¿Para sustituirla por un culebrón mexicano y otro español de señoritos y criadas? Algo huele mal en esas decisiones, sombras bajo mano. Yo la veía a menudo, sorprendentemente, lo sé. Cuando se emitía en la somnolienta sobremesa. Una comisaría de barrio que ha servido para abordar muchos temas latentes en la sociedad, desde la violencia machista a la trata de mujeres. Ha presentado personajes de minorías. Y los delitos clásicos, por supuesto. Igual no contaba con todos los medios y se notaba. Tramas de suspense  y algunos personajes que se hacían querer. Raro ese puntapié.

TVE sigue siendo la que más medios invierte en la información internacional. A veces está pronta a servirnos las noticias de impacto, con desigual fortuna. Es la única en la que, por definición, no cabría la intencionalidad de meternos a las marcas blancas del fascismo en vena y lo hace como las demás. Pero ha perdido mucho pulso informativo, como buena parte de las otras. El abaratamiento del periodismo como función hace, dentro de una crisis general, más mella en la televisión como gran escaparate. Por supuesto ya no viene en caja, llega en tableta y en cualquier tipo de soporte.

Los jóvenes han desertado de la televisión –e igual no para encontrar el sustituto idóneo siempre- , pero sigue siendo el medio elegido para informarse por tres cuartas partes como mínimo de la audiencia. Y eso en algunos casos representa una verdadera tragedia. Pero cada vez más personas se alejan de la información por el estrés que les produce tal como es y se sirve.  

En momentos tan críticos como el actual, en un mundo convulso, con el año electoral por delante en España, con jueces conservadores en pie de guerra y la escandalosa oposición que padece este país y que vemos recrudecida en todos sus vicios, es más necesaria que nunca la información rigurosa. Incluso el entretenimiento que no adocene. Pero decirlo y denunciar su degeneración viene a tener un efecto como lágrimas en la lluvia