El camino del exceso
No, el camino del exceso no siempre lleva al palacio de la sabiduría. Pido perdón a Blake y a todos aquellos que en el fondo ansían que mañana se desate un mecanismo que restringiría, por primera vez en democracia, el contenido de una autonomía. Oigo el rugido que llega ahora, tras leer mi frase: ¡LA LEY, QUE CUMPLAN LA LEY! Es conmovedor cuántos excitados defensores le han surgido en las últimas semanas a la Ley. Yo ya les conté mi posición hace semanas (Lo imposible) así que no soy sospechosa, pero también alerté del riesgo de que se intente utilizar la vía penal para aquello que no sirve (Si saben cómo me pongo...).
Lo que veo es a demasiados partidarios del camino de exceso, de la mano dura, del frentismo y hasta de una mal llamada victoria que sólo enmascara la humillación. Casi sin excepción, parapetan su irritación tras una bandera patria y gritando como si la ley fuera un garrote. La legalidad debe volver a regir en Catalunya y, si se han cometido delitos durante estos días, los tribunales deberán seguir su instrucción con el proceso adecuado. Lo que no valen son los atajos. No valen los atajos, ni los senderos tortuosos, ni las leyes chicle, ni la razón de Estado tantas veces llamada a la mesa de una Justicia que no necesita de tal aderezo.
Mañana, no sólo Puigdemont tiene una cita con un requerimiento que puede servir de espoleta hacia lo desconocido. También la juez Lamela ha llamado a declarar a algunos de los investigados (imputados) en su causa por sedición. No es casualidad que me refiera a su causa. Lamela mantiene la competencia sobre tal delito contra viento y marea. Navega contra una resolución adoptada por todos los jueces de la Sala de lo Penal en 2008 y contra otra del Tribunal Supremo que afirman que los delitos de sedición y rebelión no son competencia de la Audiencia Nacional. Navega contra el hecho cierto de que todas las sentencias dictadas hasta ahora por sedición lo han sido por las Audiencias Provinciales de diversas provincias, tras ser investigadas por un juez de instrucción del territorio. Navega en contra con un velamen inadecuado. Lamela es muy de navegar contra el viento que antaño soplabaron en las jarcias de la Audiencia Nacional. Por eso tiene a los jóvenes de Alsasua presos preventivos como peligrosos FIES aplicándoles una norma posterior a ETA y hecha para los yihadistas y por eso persigue a los sediciosos catalanes con un bagaje jurídico trenzado por la fiscalía al calor del Código Penal del franquismo. Manda narices. Tengo ganas de que su persistencia en la competencia sea sometida a la revisión de la Sección Segunda de la Audiencia cuyos integrantes participaron en el auto de Pleno que negaba taxativamente tales competencias. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que al menos dos de sus antecesores en el juzgado nunca hubieran aceptado esta causa por sedición. Tampoco lo hubieran hecho con la de Alsasua. No sé, soy ingenua y aún creo en el sistema pero mientras, en pleno fragor del pulso catalán, hay una cita en la Audiencia Nacional que sirve de eficaz telón de fondo. Los tribunales no están para servirle de teloneros al poder político.
Si se han cometido delitos, que se investiguen hasta el final. Delitos. No apariencia de delitos ni ganas de delitos ni delitos en apariencia. Delitos. Hace mucho que me enseñaron que un tipo penal se parece a una pieza de puzzle. Para poder encajar una conducta en el tipo delictivo es preciso que ajuste con una precisión total. No vale decir es casi igual pero tiene una patita más delgada o un poco más corta o encaja pero los colores no tienen nada que ver. No, un delito es poder introducir la conducta precisa en el hueco determinado por el Código Penal. Una conducta no es delito porque no nos guste o nos atemorice o nos de la sensación de que no se adapta a lo normal. Tampoco es delito todo lo que nos gustaría que lo fuera, puesto que ha de estar reflejado en las leyes (ese puzzle) con anterioridad a que suceda. Por último, pueden perseguir a quien deseen con el garrote de la ley pero sólo les vale la ley vigente. Sucede que Lamela y la Fiscalía han hecho un extraño paseo por el código de 1973 para forzar la competencia y que eso no nos debe gustar.
También se ha publicado que el fiscal general del Estado reunió la pasada semana a los fiscales del Tribunal Supremo para explicarles su plan de imputar por rebelión a Puigdemont. No se extrañen. Yo he oído clamar ¡rebelión, rebelión! en muchas de las tertulias a las que he asistido estos días. Es verdad que en el artículo 472 del Código Penal se considera que la rebelión tiene entre sus fines proclamar la independencia de una parte del territorio y muchos dicen: ¡chupito, ya lo tenemos!. Es una lástima que esta pieza del puzzle añada que para que se produzca debe suceder que algunas personas se alcen violenta y publicamente. No es el caso. La pieza no encaja y eso le dijeron los fiscales del Tribunal Supremo a Maza.
¿Nos extraña que en Catalunya se estén produciendo hechos tan graves y que apenas sea posible hablar de otra cosa que de delitos de desobediencia, prevaricación y alteraciones del orden público? Estamos asistiendo a una forma de actuar novedosa (Insurrección) y que poco habían podido prever los legisladores democráticos ni tan siquiera los muy posteriores a 1995. Lo dije, el 15-M cambió muchas cosas y lo que se desarrolla en Catalunya responde a premisas que nada tienen que ver con las asonadas militares o las revoluciones populares que el legislador se cuidó de penar.
No obstante, sólo los que gustan de lo grueso deben preocuparse por ello. El Estado siguen contando con los medios necesarios para que no se produzca una independencia que en estas circunstancias es imposible. Lo que sucede es que las circunstancias y las leyes pueden variar porque en su interior contienen los mecanismos para ello y en eso consiste la democracia. Los difíciles momentos que hemos pasado juntos estos días, tanto los catalanes como el resto de españoles, han propiciado que Rajoy se muestre abierto a reformas constitucionales de las que antes abominaba. Entre los que buscan un nuevo encaje en este marco, los que quieren cambiar el marco de encaje, los que quieren un referendum legal y los actuales indepes hay ya un marco común que puede servir para empezar a hablar: las cosas no pueden seguir como están. Todos tendrán que dejar piel y raspa para llegar a un acuerdo. El futuro no se escribe por la victoria de un sector de españoles sino por la frustración parcial de casi todos ellos. Así se escribe la historia y no inventándose delitos inexistentes. Al tiempo.