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La campaña política se decidirá en tu WhatsApp

El pasado 24 de febrero WhatsApp cumplía 10 años con más de mil millones de usuarios de más de 180 países, un 44% de la población usa esta aplicación. Solo en España lo utilizan 25 millones. Somos el país de Europa que más recurre a este sistema de mensajería instantánea. De acuerdo con una encuesta realizada en 2018 por Deloitte, es la aplicación que más gente utiliza diariamente. El próximo 28 de abril el papel de esta aplicación será fundamental en las elecciones generales españolas. No olvidemos que los grupos de WhatsApp pueden ser de hasta 256 personas. ¿Cuándo un político ha tenido a su disposición 256 personas a las que enviarles el mensaje que desee de forma instantánea, gratuita, escrito o audiovisual y con posibilidad de ser recibido instantáneamente porque llega al teléfono que siempre llevas contigo?

Las recientes elecciones en Colombia y Brasil han demostrado la importancia de las redes de WhatsApp para las campañas electorales. No es descabellado afirmar que sin la existencia de esa aplicación los resultados electorales hubieran sido distintos. En el caso de Brasil el uso y abuso despiadado de la mentira a través de esta red social por parte de Jair Bolsonaro supuso un acontecimiento sin precedentes en las campañas electorales. Un estudio del periódico Folha de S. Paulo concluyó que el 97% de las noticias compartidas por WhatsApp por los seguidores de Bolsonaro eran mentiras o distorsiones. Al igual que en España, la gran mayoría de los usuarios brasileños de WhatsApp forma parte de uno o más grupos, lo que facilita la difusión de propaganda y mensajes electorales. Bolsonaro fue el candidato con menos exposición en televisión pero con un 81% de sus seguidores utilizando WhatsApp, frente al 59% del candidato del PT. Un análisis de 272 grupos de WhatsApp mostró que Bolsonaro monopolizó los debates en la mayor parte de ellos, así como que era el protagonista mayoritamrio de las noticias, vídeos y emes que circulaban en la red. Pero lo más espectacular es que una investigación  que analizó 846.905 mensajes de 347 grupos diferentes comprobó que de las 50 imágenes más distribuidas por los partidarios de Bolsonaro entre el 16 de agosto y el 7 de octubre (campaña del primer turno electoral) apenas cuatro eran verdaderas.

Entre las mentiras se encontraba la acusación de que el candidato del PT iba a crear un “kit gay para niños de seis años”, refiriéndose a un proyecto, que nunca se puso en marcha, que planeaba formar a los profesores en derechos LGTB. Otra noticia aseguraba que con el candidato del PT se legalizaría la pedofilia. Se trataba también de una información falsa. En otra de las fotos que más se viralizaron se veía al expresidente Lula da Silva en un acto político y justo detrás aparecía Adélio Bispo de Oliveira, el hombre que apuñaló a principios de campaña a Jair Bolsonaro. Días después se comprobó que la foto era un montaje con la cara del agresor.

Vale la pena observar la animación simulando un grupo ficticio de WhatsApp en Brasil con memes reales que realizó El País para apreciar el modo de funcionar.

En la campaña electoral colombiana, el actual presidente, Iván Duque, logró imponerse con un formidable uso de WhatsApp en un país donde el 87,3% de los ciudadanos usa esa aplicación. Duque desarrolló toda una estructura de grupos movilizados para su campaña. Cada vez que tenía que visitar un barrio o una localidad, su equipo enviaba una encuesta a sus usuarios a través de WhatsApp y moldeaba su discurso según las respuestas. Así podía apelar a los problemas del electorado de cada barrio, segmentando los usuarios según su procedencia y otras variables. El mismo día de las elecciones les mandó a los electores un mensaje personal de voz aléntandoles a que “no se queden en casa”. Los estudios coinciden en que gran parte de la victoria electoral de Duque se debe a esta aplicación.

Pero veamos cuáles son algunas de las claves del poder de WhatsApp en las campañas electorales:

Los mensajes proceden de grupos de amigos o de trabajo, de gente que conoces. Piensas que se trata de personas como tú, con problemas e intereses similares, no son profesionales, no cobran por ello y eso aporta más confianza a sus mensajes.

El WhatsApp se ha convertido en el principal medio de comunicación interpersonal. Ha desplazado a la llamada de voz, al mensaje de texto (SMS), al email. El 99% de los usuarios de Internet lo usan y ocupa el 25% de las actividades del smartphone: “Es la principal motivación para usar el móvil”. Se estima que cada día, de media, una persona consulta el WhatsApp 26,4 veces. Es la panacea comparado con esos sistemas viejunos de relación interpersonal de las campañas políticas que consistían en repartir folletos en un mercado o en ir puerta a puerta.

No existe el filtro del periodismo. Los ciudadanos tienen la percepción −acertada− de que los medios y los periodistas no están sirviendo para transmitirnos el mensaje de los políticos, sino al contrario, para interceptarlo y manipularlo. Los medios nos silencian a unos políticos, humillan a otros, magnifican a los que les interesan, destacan las irregularidades de los que quieran atacar. Pero, sobre todo, no nos dejan saber lo que dicen, los ciudadanos observan que no tienen acceso directo a  los políticos porque los intereses de los medios impregnan todos sus contenidos y por tanto los mensajes de los candidatos. Con el WhatsApp se accede (o al menos se tiene la percepción) directamente al mensaje del político, casi personalmente.

Otra idea difundida masivamente es que las grandes corporaciones de internet operan con oscuros intereses para engañarnos. Frente a gigantes empresariales como Google o Facebook, presentan a WhatsApp (que, curiosamente, es propiedad de la misma empresa que Facebook) como algo sin influencia empresarial, una especie de tú a tú entre ciudadanos. No existe un poderoso manipulador si solo somos mis amigos y yo en el grupo.

El formato de los mensajes de WhatsApp es ideal para contenidos virales. Vídeos, imágenes, emoticonos, GIF... Y sin tener que debatir ni contra argumentar. Ni siquiera demostrar que es verdad. Puedes aportar datos falsos de emigrantes, de muertos, de parados, de recortes, de ayudas. Todo cabe, pocos se molestarán en comprobar si es verdad. A diferencia de otras redes como Facebook, donde otros usuarios pueden desmentir la información y frenar la mentira, WhatsApp es un canal de mensajería instantánea cerrado, no te llega el desmentido a no ser que proceda de tu entorno porque alguien se haya tomado la molestia.  Si llevamos años creyendo un WhatsApp con contenidos falsos pidiendo ayuda para buscar a una persona desaparecida que no existe, solicitando apoyo para un proyecto de ley que se aprobó hace cinco años, alertando de virus que nunca aparecieron o de plátanos con sida, ¿por qué no nos vamos a creer un aumento del 20% del paro gracias a un gobierno o una bajada del 20% gracias a ese mismo gobierno según tu predilección política? ¿y como nos vas a reenviar ese mensaje sin molestarte en confirmar su veracidad si se ajusta a tu ideario y sirve para convencer a tus amigos de tu razón? Los estudios también muestran que los bulos tienen mucho más recorrido en redes. Son más impactantes, espectaculares y sorprendentes. Es decir, todas las condiciones necesarias para un contenido viral. Aquí ya nadie se lee el árido programa de los partidos, suponiendo que lo tengan. Vox logró sus doce diputados en Andalucía con media docena de mantras sin plantear un verdadero programa político, como mostró Abascal cuando en el club siglo XXI le preguntaron sobre su posición por diferentes cuestiones económicas.

Por último, WhatsApp es la principal (en muchos casos, la única) red social utilizada por las personas mayores, un sector siempre clave en los resultados electorales.

A todo ello debemos añadir que en España estamos ante una campaña polarizada entre dos grandes bloques fundados en discursos tan simples como épicos: Los que van a reconquistar España frente a los que van a parar el fascismo, los que van a evitar que España se convierta en Venezuela frente a los que están al lado de la gente, los que van a acabar con la dictadura de género frente a los que van liderar la revolución feminista que cambiará el mundo. Es el problema cuando los discursos, los que la gran mayoría quiere escuchar y los que preparan los responsables de marketing de los partidos, consisten en mensajes simples y vacíos. Hasta ahora se reservaban para los eslogan, pero ahora se han convertido en todo el programa político.

Y para rizar más el rizo, la campaña de las generales se realizará en Semana Santa, unos días en los que la atención a la prensa escrita disminuye e incluso los candidatos anuncian que no convocaran mítines por las fiestas. El caldo ideal para vídeos y memes por WhatsApp.

La propia empresa propietaria de WhatsApp, ante lo alarmante de la difusión de bulos, ha anunciado medidas para limitar su impacto, como la limitación de envíos a cinco personas o grupos. Es verdad que eso disminuirá la difusión de los mensajes, pero no impedirá que circule la información falsa.

El sistema de funcionamiento de los grupos de difusión política de WhatsApp funciona en árbol. En torno a un candidato o partido se crea un grupo, por ejemplo, de cien personas. Ahora cada una de ellas crea su propio grupo con personas de su entorno. Desde el grupo original se envían directrices, tuits, enlaces de Facebook, breves vídeos, montajes fotográficos, gráficos, memes; todo ello se distribuye a los subgrupos y, al mismo tiempo, se va recogiendo información de cómo se responde en redes.

Otra de las características perniciosas de WhatsApp es que los estudios han demostrado que es más sencillo y eficiente activar los prejuicios, complejos y falsas ideas preconcebidas que inhiben de ir a las urnas a los votantes de los partidos rivales que activar en positivo las que hacen que los nuestros acudan a votar, es decir, explicar tu programa político. Se ha visto en las experiencias de Brasil y de Andalucía con Vox, también en el discurso crispado de los actuales candidatos.

Un elemento más a favor del poder de WhatsApp es que el 18 de octubre de 2018 se aprobó la nueva Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y Derechos Digitales, que establece que los partidos pueden utilizar datos personales que están disponibles en páginas web, redes sociales o similares para sus campañas electorales. De esta forma se permite el envío de mensajes sin el consentimiento previo del usuario.

En conclusión, hemos pasado de campañas electorales en las que los grandes medios tenían el poder de decidir qué partidos podían hacer llegar su voz a los ciudadanos y cuales eran silenciados, a un formato en el que las redes sociales, y especialmente las aparentemente menos intervenidas como WhatsApp, desplazan a los medios de comunicación y a los programas de los partidos políticos. El engaño está en creer que estás compartiendo noticias e información política con tu núcleo personal más cercano cuando en realidad solo estás viviendo un torbellino de bulos creados en una factoría política para que circulen en bucle en los teléfonos móviles.