Cansado de estar cansado de estar cansado
No sé vosotras, vosotros, pero yo estoy una mijita cansado, un poco cansado, muy cansado, cansadísimo, cansadérrimo. Cansado de estar cansado. Diría más: cansado de estar cansado de estar cansado. Y aun así, voy a escribir mi cansancio.
Estoy cansado de la pandemia, obvio. Cansado de las medidas de la pandemia, de las restricciones de la pandemia, de los efectos de la pandemia, de las noticias de la pandemia, de los etcéteras y etcéteras de la pandemia. Cansado de olas, contagios, muertos, gráficas, incidencias acumuladas a siete días y a catorce días. Cansado de superar los 500, cansado de bajar de 500. Cansado de la última hora, que siempre hay una última hora.
Cansado de Fernando Simón, fíjate tú, con lo que quisimos a Fernando Simón y ya ni vemos sus comparecencias.
Cansado de sentirme mal por decir que estoy cansado sin ser un sanitario; escribir aquí que estoy cansado cuando yo no me agoto entubando en una UCI ni poniendo vacunas de cien en cien. Cansado del cansancio de los sanitarios, de ver cómo se revientan en cada subida de la ola y piden refuerzos y avisan de lo que viene y dicen que no pueden más, y al final siempre pueden más. Cansado de homenajear a héroes en vez de agradecer a profesionales.
Cansado de tener que justificar mi cansancio con grandes palabras, con motivos profundos y pérdidas dolorosas, cuando a lo mejor estoy cansado, qué se yo: de llevar las gafas empañadas, de ir por la calle viendo todo borroso. Cansado de que mi cansancio sea tan grande que me altere las prioridades hasta hacerme sentir más cansado de ir con las gafas empañadas que de cualquier otro drama pandémico. Y no, no me contéis remedios, que los he probado todos y se me siguen empañando.
Cansado de empezar frases con “cuando pase la pandemia…” y decirlo con la boca cada vez más chica. Cansado de pasarme meses viendo a gente querida solo por vídeollamada, y que todos parezcan feos y tristes por el efecto pantalla.
Cansado de ver a mis hijas cansadas, cansado de intentar que ellas no me vean lo cansado que estoy. Cansado de decirles que ya queda menos, cansado de prometerles todo lo que haremos “cuando pase la pandemia”. Cansado de ver a mi hija adolescente frente a una pantalla para poder seguir clases, hacer deberes, ver a amigas y familiares. Cansado de pensar en los efectos que todo esto tiene sobre niños y adolescentes, cansado de lo poco que hacemos por cuidarlos más.
Cansado de lo virtual, y no voy a enumerar aquí todo lo virtual que odio, porque es lo mismo que también vosotras odiáis. Cansado de que en el mundo virtual todos parezcáis menos cansados que yo, cuando también lo estáis.
Cansado de buscar en Google mi propio cansancio y leer sobre síntomas, causas, remedios, fármacos para combatirlo. Cansado de teclear en el buscador “Estoy cansado” y darle a “voy a tener suerte”, y no tenerla.
Cansado de que le pongan nombre clínico a mi cansancio: “fatiga pandémica”. Cansado de que una vez más patologicen lo que nos pasa, para a continuación vendernos consejos, terapias, pastillas. Cansado de leer artículos sobre la “fatiga pandémica”, siempre con entrevistas a expertos y declaraciones de afectados. Cansado de llevar seis meses leyendo los mismos artículos, repetidos cada pocas semanas.
Cansado de que me digan que lo que me pasa es que estoy cansado de la pandemia, como quien se cansa del invierno o de la humedad, como si el cansancio de la pandemia no fuese cansancio de la gestión de la pandemia, de las políticas de la pandemia, de la comunicación de la pandemia, de las responsabilidades de la pandemia.
Cansado de que todo se explique por la fatiga pandémica: los botellones son fatiga pandémica. La tercera ola ha sido por fatiga pandémica, como lo será la cuarta. Las elecciones catalanas, fatiga pandémica. La ultraderecha, fatiga pandémica. La pérdida de deseo, fatiga pandémica. Las pocas ganas que tienes de levantarte, fatiga pandémica.
Cansado de la autoayuda y sus gurús, que viven sus horas más bajas después de pasarse años pidiéndonos que saliésemos de la “zona de confort”, y mira tú si hemos salido. Cansado de que ni por esas se callen, cansado de que sigan con la matraca de que todo lo que me pasa, cansancio incluido, es un problema de actitud, que no soy proactivo para reinventarme y no tengo inteligencia emocional para ver las oportunidades latentes en toda crisis.
Cansado de escuchar que mi cansancio es todo pandémico, como si no viniésemos ya cansados de casa, como si no nos hubiese pillado la pandemia cansados tras décadas de “sociedad del cansancio”, hiperproductividad laboral y social, acumulación de experiencias a cual más agotadora… Cansado de echar de menos el cansancio de antes de la pandemia.
Cansado de que igualen nuestro cansancio y diagnostiquen una “fatiga pandémica” universal y democrática; como si en el cansancio no hubiese desigualdad y poder adquisitivo, como si nos cansásemos todos igual. Cansado de oír a expertos recomendar, frente a la fatiga pandémica, hábitos de vida que muchos no pueden permitirse: dormir más horas, trabajar menos, pasar más tiempo con los seres queridos, dieta sana, una vida social rica, disfrutar de la cultura, meditar, tener un hobby…
Cansado de que vaticinen que tras la pandemia vendrán los “locos años veinte”, cuando por ahora la única “locura” que asoma por el horizonte es la pandemia de daños psicológicos y psiquiátricos que se está formando.
En fin, cansado de no decir que estoy cansado para no parecer un quejica, un derrotista, un pesimista. Cansado de fingir que no estoy tan cansado, para que los demás no se contagien y desanimen. Cansado de que por decir que estoy cansado vayáis a pensar que estoy fatal, que malvivo esperando a que todo esto pase. Que no, tranquilos, que todo bien, cansado pero bien, yo también me adapto y sigo adelante.
Cansado de arrepentirme por escribir este artículo, por no aportar nada, por no ofrecer ninguna solución ni a mi cansancio ni al vuestro. Y es que solo quiero compartir mi cansancio, hermanarlo con el vuestro, que sepamos que todos estamos cansados y que no estamos solas en nuestro cansancio; que dejemos de hacernos los fuertes, las incansables. Y quién sabe, igual si lo decimos, si nos lo decimos, si sumamos nuestras debilidades, se nos ocurre cómo quitarnos juntos el cansancio. Venga, ánimo.
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