Cuando dos más dos no hacen cuatro

Últimamente parece que la política española se moviera a golpe de “hits”, asuntos que cobran todo el protagonismo y se repiten como un estribillo pegadizo durante un breve período de tiempo ocasionando rotundas opiniones a favor o en contra. Después se olvidan y son sustituidos por otros. La sensación de concentrar toda la atención en un segmento aislado que pierde profundidad y sentido al carecer de contexto sería equiparable a mirar a través de un largo tubo una cadena montañosa: La visión panorámica sustituida por las pequeñas porciones de espacio que se obtienen al dirigir la mirada hacia un punto u otro. Cuando algo así pasa en el discurso político, en el debate social, es problemático porque impide ver el conjunto, y sólo viendo éste quizás fuera posible trazar el perfil de la cordillera, levantar el mapa del territorio y decidir cómo moverse en él.

Dicen que en las redes sociales se tiende a seguir únicamente a quien piensa igual que nosotros, y que esto ocasiona una burbuja ideológica ficticia que reforzaría esa visión parcial. Pero seguir a quienes piensan a la contra me parece igualmente improductivo. El tempo de las redes es inevitablemente el del “hit”. Por el contrario, la lectura de ciertos autores con quienes no compartimos época ni, por tanto, los estribillos del momento, a veces proporciona un estímulo imposible de encontrar en el día a día. Esto me ha pasado ahora leyendo por primera vez a la filósofa francesa Simone Weil. Nada más lejos de mí que su misticismo cristiano y sin embargo ha sido estupendo encontrar una voz original, imaginativa e inteligente cuando lo que se lleva es ser cínico o sentimental.

La energía y la gravedad, la atención extrema, son algunos de los temas de Weil, quien en un momento dado escribe: “Las hojas y los frutos son un derroche de energía cuando lo único que se pretende es subir”. La autora habla de la búsqueda de Dios pero la potencia de la imagen y su razonamiento me lleva a aplicarla a otras cosas, sobre todo me sirve para quitarme el tubo de delante y mirar la cordillera entera: Si aumentar la producción y el consumo -crecer y crecer- es el mantra de nuestra época, la ecología, la preocupación por el medio ambiente y por el resto de seres vivos sería algo contraproducente, un derroche de energía. Nuestras sociedades crecerían y se desarrollarían más si no atendieran a ciertas preocupaciones (contaminación, explotación, esclavitud) pero sería un suicidio (material y moral también), como lo sería para la madera prescindir del esfuerzo por dar hojas. El interés privado frente a la responsabilidad social. Aquí el negocio.

En el plano individual, la insistencia en ser el empresario de uno mismo, el mantra del tú puedes (sobre todo a costa de otros), ese afán por crecer hacia arriba, por ascender (trepar) en la escala social propicia ignorar lo lateral (las hojas, las flores. Los compañeros, los principios). La competitividad frente a la cooperación. Aquí el máster.

Relacionar una cosa con otra, enlazar los “hits” del momento para que dejen de ser segmentos aislados ante los que reaccionar emocionalmente. Descubrir entonces que la apuesta debería ser por el desarrollo horizontal. Densificar en lugar de alargar. Lo obvio es lo más difícil de ver a veces. Escribe Simone Weil:

“Dos y dos pueden seguir siendo dos y dos indefinidamente si el pensamiento no los reúne para que para que formen cuatro”.