Hola, ¿tienes un minuto? Sí, tú, hablo contigo, que ya sé que has desarrollado un instinto felino para esquivarme cuando me ves venir con mi chaleco y carpeta en mano. No te hagas el tonto atendiendo una llamada repentina, no cambies de acera tan bruscamente que te va a pillar un coche, no me digas que no tienes tiempo mientras aceleras el paso que hasta ahora traías lento. Que ya sé que cuando me ves venir, a mí y al resto de colegas apostados en esta misma calle, te acuerdas de la famosa escena de Aterriza como puedas.
Venga, concédeme un minuto, que esta vez no voy a apelar a tu solidaridad, ni contarte la de hospitales que construiremos y niños que salvaremos con tu aportación, ni te diré a cuántos cafés equivale nuestra cuota mensual; ni siquiera voy a aplicar mi manual de respuestas contra tus mil excusas (me las sé todas, no podrás sorprenderme).
Si me concedes ese minuto, esta vez no te hablaré de dramas humanitarios, ni de la labor que hace nuestra ONG en medio planeta. Esta vez te hablaré de mí, de nosotras y nosotros, los captadores de socios, todos estos jóvenes que esquivas con fastidio en las calles céntricas.
Somos trabajadores, ¿lo sabías? Hay quien todavía cree que somos voluntarios, pero no. Trabajadores a media jornada, algunos empleados directamente por una ONG, otros a través de subcontratas. Hace años, al inicio de la crisis, gobiernos e instituciones cerraron el grifo de la ayuda pública, y las ONG se volcaron en la captación callejera.
Si te fijas, la mayoría somos jóvenes, incluso muy jóvenes: estudiantes, recién titulados, primer empleo. Lo de la juventud no es marketing, no es por dar mejor imagen: es que esto solo lo aguantas si eres joven, recién llegado al mercado laboral.
Lo peor de estar aquí no es que nos ignoréis y esquivéis con velocidades y agilidades olímpicas; ni la frustración que compartimos con cualquier trabajo comercial (tirarte cuatro horas y no conseguir ni un socio: nuestro nivel de ansiedad y estrés es comparable al de la venta telefónica); ni siquiera la intemperie de trabajar en la calle (y no todo el mundo es tan educado como tú al darme largas). Lo peor es que somos cada día más precarios, y las ONG funcionan cada vez más como empresas en lo que a recursos humanos se refiere.
Algunos tenemos sueldos fijos, otros a comisión. Pero en cualquier caso debemos cumplir unos objetivos de productividad inalcanzables, un número mínimo de socios al mes. Si no lo logras, a la calle. Y sin indemnización, ojo, como un período de prueba interminable. Que son objetivos irreales lo prueba el altísimo grado de rotación: varía de unas ONG a otras, pero lo habitual es que más del 80% de los captadores se quede fuera de juego en un plazo corto. Son sustituidos por nuevos jóvenes, que con el entusiasmo inicial conseguirán nuevos socios hasta que sean despedidos por no alcanzar el mínimo.
En Galicia, los captadores de Médicos Sin Fronteras llevan tiempo luchando contra esas cláusulas, y las denunciaron en los tribunales por abusivas, a la espera de sentencia. En su caso, si no consiguen 24 socios al mes (y solo se cuentan los que donan más de 10 euros), reciben avisos, y al tercer incumplimiento se van a la calle. Según la empresa (perdón, la ONG), tienen mejores condiciones que en otras entidades (los propios trabajadores así lo reconocen), y este sistema sería la única forma de asegurar “el buen uso de los fondos”.
Así llevan más de un año de conflicto, desde las secciones sindicales de CNT y CCOO, con acampada y protestas callejeras. Un conflicto laboral más propio de una empresa pura y dura que de una ONG solidaria (los trabajadores hablan también de represalias antisindicales). Según los delegados, en otras organizaciones la situación es mucho peor, dentro de una precarización generalizada del sector, lo que además dificulta la actividad sindical.
Venga, ya te dejo seguir. Esta es la perversión del sistema en que vivimos: organizaciones defensoras de la solidaridad y la justicia social, que en muchos casos hacen una labor imprescindible y admirable, sí, pero captando socios mediante trabajadores precarios y técnicas comerciales. Y nosotros, los captadores, en la contradicción de no poder contarlo porque nuestro sueldo depende de su buena imagen. Que tengas buen día.