La portada de mañana
Acceder
La declaración de Aldama: “el nexo” del caso Ábalos apunta más arriba aún sin pruebas
De despacho a habitaciones por 1.100 euros: los ‘coliving’ se escapan de la regulación
Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Carabanchel y otros crímenes fuera del radar

27 de noviembre de 2023 22:33 h

0

Cuando yo era pequeña, los maltratadores no eran llamados así, sino hombres de carácter “pero luego se le pasa”. A nadie se le ocurría denunciar y las mujeres y sus familias vivían en intimidad la fatal lotería que te había tocado por casamiento. Una mala decisión, un sí azaroso que ponía la diferencia entre una vida normal o una vida gestionando un carrusel de culpas, que el otro no se enfade, no te alteres por favor, portarse bien, perdonarlo, puta, te amo, perdona, me vas a arruinar la vida, vayámonos y seamos felices solos y así hasta acabar con la salud, la energía y, en los peores casos, la vida de la mujer. Vidas volcadas en aplacar la ira del otro, en saber si eres culpable o el gatillo. El avance en España, tanto legal, policial y judicial como en conciencia –hay países como Italia que se indignan estos días brutalmente sacudidos por la historia de una joven asesinada– es innegable y ha ayudado a miles de mujeres a salir del círculo. 

Sin embargo, seguimos asistiendo a un goteo de asesinatos que caen fuera del radar, como el de la mujer de Carabanchel en un garaje y de su hija este domingo, a quien se le quitó la protección dos meses después de ponérsela. Hay mujeres, y esto es una realidad que habrá que abordar, a quienes les da terror denunciar porque no saben si serán totalmente protegidas, porque esa denuncia disparará la agresividad de sus carceleros. Hay quien prefiere resolverlo “a las buenas” y retira la denuncia o minimiza el riesgo e intenta salir de la relación con tiempo, paciencia y esperanza de que ellos cambien por enésima vez. Saben que denunciando despertarán la furia del otro. También hay agresores que no avisan de lo que son capaces de hacer hasta que lo hacen: difícil valorar un riesgo que no ha enseñado los dientes. Hay una bolsa de mujeres invisibles para el sistema de protección y la falta de respuestas si no tienen la llave de la denuncia las deja irremediablemente en desamparo. Es difícil y deberemos ser creativos, pero el sistema tendría que ayudarlas más y mejor a salir de esa zona de sombra o darles asistencia desde ese ángulo. 

El asesinato es el caso más extremo y inusual, pero en España hay 46.000 mujeres y más de 1.000 niños con algún tipo de protección policial porque el sistema VioGén ha calculado que tienen riesgo de agresión, desde leve hasta riesgo de muerte. Quien niega este tipo de violencia machista debería preguntarse qué grupo humano en este país necesita de llamadas diarias o escolta policial en esta proporción numérica, y son solo las que se ven. También podrían preguntarse cómo se vive mirando por encima de tu hombro, siendo siempre acompañada, temiendo que un día aparezca. Cambiando de ciudad, de colegios, de identidad en los casos más brutales. Por eso se llama terrorismo machista, porque causa terror en la vida de las mujeres y las familias, padres, hijas, hermanos o amigas, para siempre, preguntándose de día y de noche “qué será capaz de hacer”. La vida de la chica de Carabanchel, la de la mujer de Vallecas, la de la estudiante Giulia en Italia, la de los niños, debe ser protegida, como sea, allá donde estén, para que no se queden en la zona oscura, para que quieran y puedan llegar hasta el sistema.