Solo un ciego, o alguien que no quiera admitirlo, puede dejar de ver lo que está ocurriendo en realidad con el Partido Popular en Madrid. Se llama hundimiento de un régimen y, cuando el régimen que se desploma era corrupto, siempre degenera en esto, en una carrera de ratas para ver quién se libra de la mierda echándosela encima a los demás.
La posibilidad real de que las urnas acaben con veinte años de un poder tan absoluto como corrupto, ejercido sin contemplaciones por el Partido Popular en Madrid, ha provocado no solo que la mierda flote, sino que emerja desde lo más profundo impulsada por el miedo y las ansias de venganza tras décadas de disputarse a dentelladas los pedazos de las instituciones y los dineros públicos, desde Caja Madrid a los colegios concertados o los hospitales.
Ahora sabemos por qué había tanta parsimonia desde Moncloa para elegir a los candidatos en Madrid. No se trataba de estrategia. Era puro pánico a que empezara la guerra de dosieres, filtraciones, grabaciones, mordidas y negocietes que revelan a qué abismal profundidad se han instalado en la capital el capitalismo granuja y la corrupción institucionalizada.
Ni siquiera el teatrillo montado por Esperanza Aguirre para encubrir que había vendido su alma a Rajoy por ser candidata ha podido mantener la distracción por mucho tiempo. La desbandada al grito de “sálvese quien pueda” que Rajoy ha logrado parar en el PP encubriendo a Barcenas por cualquier medio necesario ha estallado en Madrid. A pesar del toque a rebato para detenerla cuanto antes, queda mucho daño hecho. Cuando empieza la estampida, resulta difícil contenerla. Siempre queda alguien que no se fía y sigue corriendo por muchas promesas de taparlo todo que le hagan.
Cuando le preguntan, Rajoy lo tapa todo y responde que él no habla del pasado, que está en el futuro. Pero resulta que el único futuro que ofrece el PP se reduce a encubrir y tapar ese pasado de miseria y corrupción.
Hay que vivir en el pleistoceno para decir que el futuro se escribe situando en la alcaldía a una Esperanza Aguirre que pasará a la historia como la presidenta que más imputados ha tenido jamás en puestos de su máxima confianza, o que dice no haberse enterado de que la corrupción devoraba su administración como las hienas roen los cadáveres. Hay que habitar muy abajo en las cloacas para sostener que el futuro consiste en encubrir los oscuros chanchullos que han sacado a la luz tantas ratas a la carrera.