“Malditos seáis, islamistas hijos de... Ya os echamos de aquí una vez y volveremos a hacerlo. España será occidental, libre y democrática”. Isabel San Sebastián.
“Quizá habría que pedir ahora cuentas a los políticos que potenciaron la emigración a Cataluña de no hispanohablantes”. Alfonso Rojo.
Las declaraciones de Isabel San Sebastián y Alfonso Rojo son solo dos ejemplos de lo que instantáneamente vimos en redes sociales y medios de comunicación tras el atentado en Barcelona. 14 muertos y más de un centenar de heridos no evitaron que parte de la sociedad aprovechara los momentos de dolor y sufrimiento para hacer política. Su política.
El culmen llegó cuando este viernes miembros de Hogar Social Madrid fueron a reventar el minuto de silencio por las víctimas, un acto de unidad y solidaridad frente a la barbarie, y colocar el discurso discriminatorio que vienen predicando desde que se fundó el colectivo hace tres años. Josep Anglada, otro sospechoso habitual, también aprovechó el espacio de recuerdo para hacer su política.
Todo esto no nos sorprende. Por desgracia estamos acostumbrados a que tras cada atentado terrorista de corte yihadista este tipo de odio se dé lustre para resurgir una y otra vez. Ya no nos sorprende que tengamos que soportar tanto a neonazis como a la extrema derecha pasando por encima de la unidad de la sociedad frente al terrorismo para colocar su discurso racista e islamófobo. Es más, incluso el círculo de gente que a priori no catalogaría en estos grupos termina aceptando estos mandamientos.
Hay estudios que señalan que el 87% de los atentados perpetrados por organizaciones terroristas islamistas entre 2000 y 2014 se produjeron en países donde la mayoría de la población es musulmana. Pero esto no es suficiente para quienes se empeñan en vincular a los musulmanes, a los refugiados, a los migrantes, a los hijos de migrantes y ahora al turismo masivo con el terrorismo.
Recuerdo que tras los atentados de Bruselas un medio tuiteó, casi sin información de lo sucedido, que uno de cada cuatro habitantes de la capital belga son musulmanes. Obviamente no con la intención de señalar que el 25% de las potenciales víctimas del ataque profesaban esa religión, sino con la de cargar sobre los hombros de una comunidad a todas las muertes de una barbarie.
Como buitres carroñeros, se han estado aprovechando de la debilidad de los momentos posteriores a un atentado para difundir su política discriminatoria. Y demuestran, una vez más, que quienes menor respeto profesan a las víctimas precisamente son quienes más la piden.