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Casado y el pato mareado

Pablo Casado, líder del Partido Popular.

Rodolfo Irago

En EEUU existe el pato cojo. Es el presidente que en su segundo mandato ya sabe que no será reelegido y que actúa un poco a su aire. Ahora en España podemos añadir la teoría del pato mareado, que es aquel líder político que, por intentar sobrevivir unas semanas más, puede defender lo contrario de lo que acaba de sostener en una campaña electoral.

Pablo Casado sería el vivo ejemplo del “pato mareado”. Acaba de dar un volantazo desesperado hacia el centro después de pasarse meses intentando atraer los votos de la ultraderecha. Casado ha vivido obsesionado con Vox y dando la impresión de que les daba la razón por haberse ido del PP porque con Rajoy eran una derechita cobarde.

Su giro al centro es tan poco creíble que incluso su equipo se ha encargado de transmitir que lo hace por la presión de los barones, en especial de Feijóo y Juan Vicente Herrera, y no porque crea en él. Así que cuando llama ultraderecha a Vox lo hace por sobrevivir, no porque lo piense. No es primer político que lo hace, pero pocas veces se había hecho con tanto desparpajo y descaro.

Tampoco es la primera vez que Casado se desdice a sí mismo. Durante 4 años fue uno de los portavoces jóvenes que Rajoy colocó en un partido que ya hacía aguas. Durante ese tiempo defendió las políticas del Gobierno del PP sin creer en ellas, como se ha comprobado luego al hacer en su presidencia una enmienda a la totalidad de la gestión del político pontevedrés.

No lo tenía fácil Casado cuando cogió el timón del PP y no es el único responsable de la catástrofe del 28A, pero su gestión ha sido hasta ahora un cúmulo de errores estratégicos y de vaivenes erráticos. El volantazo ha tenido además otras consecuencias no previstas por la dirección del PP. Sus ataques a Vox han provocado de rebote el enfado de una de sus madrinas políticas, Esperanza Aguirre, acusada indirectamente por Casado de mantener con mamandurrias a Abascal.

Y los mandobles a la ultraderecha y a Ciudadanos han levantado ampollas en los socios de Gobierno del PP en Andalucía. Los dirigentes populares en Sevilla están nerviosos, sobre todo por la posibilidad de que después del 26 de mayo, Albert Rivera se sienta tan fuerte que pueda provocar un adelanto electoral en Andalucía.

El drama del PP está obligando además a todos sus candidatos locales y autonómicos a cambiar contrarreloj su campaña escondiendo o disimulando siglas y gaviotas. Los barones populares confían en la fortaleza de la estructura y en su arraigo territorial para evitar el sorpaso de Ciudadanos el 26 de mayo, aunque la suerte de Casado parece echada.

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