La muerte se narra en amarillo. Cuanto más chillón, mejor. “Armas blancas, botellón y fallos de seguridad en la tragedia de Halloween”, carga las tintas el portadista de La Gaceta. Su esfuerzo le vale sólo para conseguir el segundo premio de la truculencia. El primero se lo lleva de calle su colega de ABC, que de entre todos los entrecomillados posibles escoge uno que va directo al hígado: “No me sueltes que me estoy muriendo”. El sensacionalismo era eso.
Luego, claro, en el editorial toca verter la moralina. “Culpas y lecciones de una tragedia”, titula su pieza el catequista del vetusto diario. Tras cuarenta o cincuenta líneas que pasan de puntillas por el Ayuntamiento de Doña Botella y evitan cualquier mención a la moduladora Cifuentes, la conclusión de repertorio: “Las consecuencias, a veces, son las que se produjeron en el Madrid Arena, pero también a diario, aunque no copen titulares, con el daño que el alcohol, las drogas y el descontrol causan en las vidas de muchos jóvenes”.
Como todo es superable, desde las páginas de El Mundo, Salvador Sostres —sí, justamente él— dispara a dar: “El único responsable de esta tragedia y de otras tragedias como ésta eres tú, tu libertad, tu decisión, tu modelo de ocio. Lo digo porque el próximo padre eres tú y el próximo hijo, tu hijo, y en tus manos está educarle acertadamente”. Noventa y ocho, noventa y nueve, y cien. Me guardo la apostilla.
A modo de complemento y corolario, en la misma página pedrojotesca, la quinta de las siete dedicadas a retozar sobre el drama, un reportaje entre Gore y Snuff titulado “Así llega la muerte por asfixia”. Un fragmento les servirá para hacerse una idea: “El corazón continúa bombeando unos minutos a pesar de que a los alveolos pulmonares no llega el gas vital. La hemoglobina lanza todo su contenido de oxígeno a los tejidos, pero en pocos minutos (dos o tres, salvo que se tenga un gran entrenamiento en técnicas de apnea) el pigmento rojo se transforma en azul. Los labios y las manos del paciente oscurecen”. ¿De verdad era necesario?
Hoy los malvados habituales descansan. No es que no tengan un hueco en las papelas diestras. Simplente, no nos queda cuerpo. Y la semana que viene seguirán estando ahí.