Si descartamos, como en este momento puede darse por descartado, que Ciudadanos esté dispuesto a algún tipo de colaboración con el PSOE, al menos mientras Pedro Sánchez sea su Secretario General y candidato a la presidencia del Gobierno, los 35 escaños de Podemos más los siete de En Comú-Podem no son suficientes para la investidura en primera votación de Pedro Sánchez, aunque sí podrían serlo en una segunda, pero son, en todo caso, imprescindibles para la investidura y, lo que no es menos importante, para gobernar durante los cuatro años de la legislatura.
Además de tener una mayoría de investidura, para poder gobernar Pedro Sánchez necesita tener una barrera infranqueable frente a las tres derechas, que va a hacer lo posible y lo imposible para bloquear la acción de gobierno. Y para la construcción de esa barrera los escaños de Podemos y En Comú-Podem son imprescindibles. Una vez pasada la investidura, los 165 escaños de la izquierda frente a los 147 de las tres derechas permite poner en marcha con cierta estabilidad un programa de gobierno.
En principio, para dar mayor consistencia a esa barrera imprescindible para gobernar, sería razonable la formación de un Gobierno de coalición, en el que hubiera ministros de Podemos. No es el mismo el grado de compromiso que se adquiere estando dentro del Gobierno, que no estando. En mi opinión, si la presencia de ministros de Podemos no fuera un obstáculo para alcanzar la mayoría de investidura, la mejor opción sería contar con ellos. El hecho, además, de que se diera cabida por primera vez desde la entrada en vigor de la Constitución a representantes de la izquierda no socialista en el Gobierno de la Nación sería muy positivo. Ha habido Gobiernos de coalición en Comunidades Autónomas y municipios, pero no en el Gobierno de España. Que la izquierda española fuera la protagonista del primer Gobierno de coalición de la democracia española, es un dato que no debería ser infravalorado.
Ahora bien, para alcanzar la investidura primero y poder gobernar después, dado el cordón sanitario de Ciudadanos al PSOE, es necesaria la participación activa o pasiva de los partidos de ámbito no estatal. Estos partidos suman 38 de los 350 escaños. Pero de esos 38, 22 pertenecen al nacionalismo catalán y 10 al nacionalismo vasco (6 al PNV y 4 a EH Bildu). 2 corresponden a NA, 2 a CC, 1 a Compromís y 1 al partido regionalista cántabro. Estos últimos son prácticamente irrelevantes. Los primeros son determinantes.
La historia se repite. El nacionalismo catalán y el nacionalismo vasco son imprescindibles para que España pueda autogobernarse democráticamente. Ni la derecha ni la izquierda españolas pueden garantizar establemente la gobernabilidad del país. Necesitan recurrentemente el arbitraje de los nacionalismos catalán y vasco. De ellos va a depender que haya Gobierno en la primera votación de investidura o que sea necesaria una segunda votación, en la que se alcance la mayoría absoluta o la simple mayoría relativa. O que no haya investidura y se tengan que repetir las elecciones.
En esta ocasión es, además, muy relevante su opinión acerca de si el Gobierno de la Nación debe ser un Gobierno monocolor socialista o debe, por el contrario, ser un Gobierno de coalición con ministros de Podemos. El nacionalismo catalán y vasco pueden condicionar la decisión tanto de Pedro Sánchez como de Pablo Iglesias, inclinando la balanza en la dirección que ellos consideren más oportuna. Su opinión puede acabar siendo determinante. Puede contribuir, además, a que la decisión que se tome resulte pacífica.
Una campaña electoral que se abrió con la amenaza del 155 por parte de las tres derechas, ha acabado con una de las posiciones más sólidas de los partidos nacionalistas catalanes y vascos desde la entrada en vigor de la Constitución no solamente en Catalunya y País Vasco, sino en el conjunto del Estado. Los partidos nacionalistas catalanes y vascos han sumado casi el 10% de los escaños en el Congreso de los Diputados, algo que no habían conseguido en ninguna de las doce legislaturas anteriores. Y habiéndose aplicado el 155, habiendo sido inhabilitados varios dirigentes, entre ellos el ex-President Artur Mas, estando en el exilio algunos otros y en prisión varios más.
Queda por ver el impacto de la sentencia del Tribunal Supremo. Pero, ¿hay todavía alguien que tenga la menor duda de que habrá que volver a la política?