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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Cervera, Anacleto y Pepe Gotera

La brillante idea de Santiago Cervera de acudir embozado a una rendija de la muralla pamplonica para recoger un sobre en el que presuntamente había información que le interesaba demuestra hasta qué punto pueden cohabitar en una misma cabeza el agente Anacleto, detective secreto de la TIA, y Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio.

No dejo de pensar en el careto que se le debió poner a Cervera al verse sorprendido por sus muy queridos guardias civiles, que me imagino que después de enseñar sus chapas de identificación le dirían: “Documentación, por favor”.

El caso es que tenemos aparentemente clara la primera parte de la película –alguien pretende chantajear al presidente de una caja de ahorros–, pero no está claro si el chantajista es el detenido o alguien que ha diseñado una celada para hundir a Cervera. Una treta presuntamente diseñada en connivencia con sus enemigos cercanos que, como se sabe, son los más enemigos.

Falta tiempo para saber toda la verdad, pero la verdad que sabemos en este minuto demuestra el patético papelón que Cervera ha protagonizado.

Santiago Cervera fue durante unas semanas protoministro de Sanidad con su muy valedor Mariano Rajoy, que estuvo en su boda junto con su muy valedora Soraya Saénz de Santamaría.

Cervera fue premiado por irse de UPN al PP, cuando la derecha navarra, redundancia, se partió. Santiago alegó que si iba en la lista coaligada de UPN-PP por Navarra, cuando fuera elegido ministro de sanidad su puesto en el Congreso lo ocuparía uno de UPN. Por eso propuso a la dirección del PP ir por la lista de Madrid y Mariano le premió con el número seis. Para ir de número seis en Madrid suele haber navajazos, pero a Cervera le premiaban su fidelidad al PP, que era traición a UPN.

En realidad, lo que le ocurría a Cervera es que se había cansado de Navarra e iniciaba una nueva vida en Madrid.

La imagen de Cervera en la rueda de prensa, agarrándose a la palabra víctima en un intento desesperado por salvarse, queda como pieza para la antología de los momentos dramatizados de los políticos españoles. Cervera ofrece a los periodistas una versión parecida a la del chiste del paisano sorprendido con los pantalones bajados detrás de una vaca.

Conviene comentar la reacción de algunos periodistas que, guiados por los afectos y la buena relación que tenían con Cervera, han actuado más de exculpadores y comprensivos con su situación que de narradores de los puros hechos. Con los datos que tenemos en la mano, la actuación de Cervera es, sencillamente, impresentable.

Resulta muy expresiva la urgencia de Cospedal por guillotinar en minutos a Cervera, máxime si se compara con la demora abusiva, de meses y meses, mostrada con los Matas, los Camps, los Bárcenas, la Botella y tantos otros del PP que han actuado con negligencia ética y/o han metido la mano en la caja.

El caso es que Cervera dice que deja la política, que es para siempre y ni siquiera nos convoca para, en un plazo breve, explicarnos las razones profundas por las que, a su juicio, se encuentra en esta deplorable situación.

Caso tras caso, el personal sigue acumulando razones para engordar su rechazo a los políticos.