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La técnica del chiste en el velatorio

Como Rajoy tiene que decir cosas de cuando en cuando, por aquello de ser presidente, a veces hasta le salen frases con algo de sentido. El problema es que las suelta en momentos raros, inadecuados, como quien cuenta un chiste en pleno velatorio y nadie tiene claro si es fruto de una disfunción intelectual o se trata de una estrategia para rebajar la tensión.

El otro día, sin venir a cuento de absolutamente nada, Rajoy anunció que deberíamos cambiar la hora que nos impuso Franco. Eso es lo más cerca que verás al PP de la memoria histórica. De todo lo que se hizo en el franquismo, lo único que parece necesario alterar, el único asunto cuya revisión no provocaría una fractura social entre los españoles de bien es que a las 3 sean las 2.

No es que la idea sea radicalmente novedosa. PSOE y Ciudadanos también lo tienen previsto y todos los periódicos han publicado, como mínimo, un reportaje sobre el tema. La llamativo del asunto es el momento elegido por Rajoy para comunicarlo. En una España desgobernada, con el déficit disparado y con Europa expulsando migrantes para que no nos pongan todo perdido, el presidente del Gobierno sufre un inesperado arrebato anglófilo y suelta que en el asunto de la hora, ya ves, Franco patinó.

Lejos de quedarse ahí, un Rajoy súbitamente imbuido por el espíritu de Albión propuso también que la jornada laboral termine a las 18:00. Siendo malpensando, uno podría concluir que el hombre es tan previsor que está desarrollando un escaqueo preventivo. Rajoy sabe que, tarde o temprano, acabará en el consejo de administración de alguna multinacional del Ibex, pero le preocupa quizá que le den las nueve en el despacho. No está acostumbrado, es normal, pasó de niño a funcionario (con perdón) sin proceso adaptativo.

La otra hipótesis es que Rajoy quiera racionalizar el horario para no racionalizar otros asuntos más importantes. Su equipo de comunicación le ha dicho que tiene que hablar de algo, de lo que sea, o la gente de a pie acabaremos olvidando su cara. Al fin y al cabo, Sánchez, Rivera y Garzón son guapillos y Pablo Iglesias es colaborador de El Hormiguero. A Rajoy no le queda otra que:

a) desplegar carisma y ejercer como presidente de todos los españoles o

b) hablar de temas exóticos en momentos inadecuados.

Y él, por supuesto, opta por la B. El chiste en el velatorio.

Yo no descartaría que un domingo por la mañana, mientras estemos todos en la cama, el PP use su mayoría en el Senado para cambiarnos la hora y hasta el día de la semana. Que, al levantarnos, descubramos que ya no es domingo sino miércoles porque a Rajoy y a Montoro les ha parecido lo mejor para los intereses del país. Esperemos, al menos, que sean capaces de hacerlo ellos mismos y no tengan que subcontratárselo al cuñado de alguien.