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Cine de verano: una oportunidad para enseñar a ser espectadores

Cine de verano del Coliseo de Córdoba

Beatriz Martín del Campo

Me encanta el cine durante todo el año, pero el cine de verano siempre ha tenido un encanto especial. Palomitas, bebida fresca, un cojín para convertir esas sillas de hierro en cómodas butacas y todo listo para disfrutar. Recuerdo con placer esas sesiones de cine veraniego de cuando era niña y ahora las disfruto con mis hijos.

Sin embargo, cada vez con más frecuencia encontramos en el cine niños mayores y adolescentes que no saben ser espectadores. Hablan en voz alta, se levantan dos o tres veces para ir al servicio, ponen los pies en el asiendo de delante, vociferan en las escenas de acción y son incapaces de permanecer atentos en las escenas pausadas en las que hay diálogos. Me recuerdan a esa famosa escena en la que los Gremlins están viendo Blancanieves.

¿Será la edad o serán los modelos de conducta a los que han estado expuestos? Es difícil saberlo, pero lo cierto es que podemos contribuir a educar a nuestros hijos para que disfruten del cine y sepan comportarse civilizadamente en la sala.

En primer lugar, para llevar a un niño o niña al cine, es importante que quiera ir, que le guste y que tenga claro cuáles son las normas de conducta en una sala. Si a ti te gusta el cine, lo más seguro es que tus hijos ya estén acostumbrados desde pequeños a ver películas y a disfrutar de ellas. Seguro que ya son conscientes de que al cine se va a ver una película y que los únicos ruidos permitidos, además de los involuntarios, son las risas en las películas cómicas, los sollozos en los dramas y los gritos sofocados en las de miedo. Y bueno, si no puedes evitar comentar algo a tu acompañante, lo puedes hacer en voz baja, pero no entablar una conversación. Ya, ya sé que en Cinema Paradiso las cosas eran algo distintas, pero ahora las escenas de besos no se cortan y no hay tanto motivo para la protesta colectiva (a no ser que el director meta una bandera roja y gualda en la España de 1492, como sucede en Assasin’s Creed).

En definitiva, enseña a tu hijo o hija que lo importante del cine es la película. Nunca le lleves a una de esas salas de cine modernas en las que, delante de la pantalla, han instalado un parque infantil. Si se va al cine, es para sentarse en la butaca, ver, mirar y escuchar. Para lo demás, tenemos otras ofertas de ocio: piscinas, playa, paseo marítimo, ferias, los propios parques y un largo etcétera.

En segundo lugar, es importante enseñar a los niños y niñas a mirar más allá de lo que ven y a escuchar más allá de lo que oyen. ¿Cómo está hecha la película? ¿Qué simbolizan los personajes? ¿Cómo se representa a las mujeres o a las niñas? ¿Lo haríamos de otra forma? ¿Es una historia creíble o increíble? ¿Estamos de acuerdo con el argumento que hay detrás de la narración? Conversar sobre la película que hemos visto hará que los niños y niñas vayan creciendo como buenos espectadores y aprendan a desentrañar los secretos que esconde una cinta. Tampoco es necesario que se pierdan en la película como Cecilia en La rosa púrpura del Cairo, pero saborear lo que han visto cuando ha terminado es importante para apreciar el buen cine.

Y por último, dejadles elegir la película que vais a ver. De esa forma, la responsabilidad de una mala elección es suya, y si se aburren, no tienen excusa: o se salen o aguantan hasta el final con valentía. Esto también es importante hacerlo en casa y ofrecerles varias alternativas para que escojan. Las películas clásicas pueden ser una buena opción para bucear en la historia del cine y que vean cosas distintas a las propuestas actuales. Así, podrán comparar el clásico de Spielberg, Tiburón, con la actual A 47 metros (esta última recomendada para mayores de 13 años) y comprender la importancia de los avances tecnológicos en la recreación de animales salvajes.

Ir al cine no es una obligación, es una elección que hacemos. Aprender a disfrutar de él depende de nuestras experiencias y de la educación que nos brinda nuestro entorno. Saber que esa obra que dura dos horas ha requerido meses, a veces años de dedicación y que implica el trabajo de decenas, a veces cientos y miles de personas quizás sea necesario para ser capaces de apreciar lo que parece fácil ante nuestros ojos.

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