Cuando la marca blanca cuesta menos y sabe igual

 

La cara de tonto que se te queda el día que descubres que esas galletas de marca blanca que valen la mitad, han salido de la misma fábrica que tu marca favorita. Vamos, que son las mismas galletas, saben igual de glutamáticas y meten en tus arterias las mismas grasas trans, pero cuestan la mitad. Coges dos paquetes y te vas tan contento a la caja. Que yo no soy tonto.

Por las mismas, no tengo claro que la acusación de “marca blanca” sirva para restar apoyos a Ciudadanos. La repiten desde hace meses en Podemos, pero ayer fue el ministro de Justicia quien desde el PP identificó a los de Rivera como marca blanca. Y lo hizo con intención peyorativa, confiado en que los consumidores preferirían la marca original PP. Como si el concepto marca blanca estuviera mal visto, cuando en España, del rey abajo, todo cristo las compra.

¿Seguro que los ex votantes del PP no preferirán el 20-D una marca blanca que tenga más o menos el mismo sabor, pero que cueste la mitad? Porque votar PP sale hoy muy caro, la papeleta lleva el sobreprecio acumulado en estos cuatro años: recortes, corrupción y Rajoy. Hay que pensárselo dos veces antes de pagar tanto.

Marca blanca, recambio, muleta, bisagra, moda. Unos y otros disparan contra el partido naranja, pero cuidado: Ciudadanos está hoy en ese momento dulce en que todo suma, también los ataques. Sobre todo los ataques.

Cuando Podemos tenía el viento a favor, todo sumaba, especialmente los ataques, y más si venían de la caverna. Ahí está ahora Ciudadanos: con el éxito catalán tan reciente, el respaldo de los grandes medios de comunicación, y las primeras encuestas que avisan sorpasso al tercer puesto, efecto caballo ganador. Cuando estás en ese momento dulce, la artillería rival te parecen fuegos artificiales, una fiesta.

La función que cumple Ciudadanos es tan evidente que da apuro recordarlo. Solo hay que preguntarse qué pasaría si no estuvieran ahí: millones de votos del PP (y tuvo casi once millones en 2011) y no pocos del PSOE y de otros partidos podrían acabar en cualquier sitio. Estando Ciudadanos, los votos desencantados no se van muy lejos: el cliente compra marca blanca y el fabricante no pierde cuota de mercado.

A solo 75 días de las elecciones más importantes, Ciudadanos está en su mejor momento, Podemos acusa desgaste y los intentos de unidad popular generan más desconcierto que ilusión. Por si fuera poco, en Cataluña hemos comprobado con asombro la transversalidad del partido naranja, ganador en barrios obreros que solían votar izquierda. La tormenta perfecta. En volandas hacia las urnas.

El sábado me encontré en mi barrio una mesa de Ciudadanos en la calle, por primera vez. Y para más coña, estaban en la puerta del Mercadona, rey de la marca blanca. Estuve por mirarles el código de etiquetado, para averiguar quién es el fabricante, si el PP, el PSOE, los dos a la vez, el Ibex-35, la banca, el establishment o la divina providencia. Si lo averiguo le felicitaré, claro, porque le está saliendo redondo.