Pues claro que son tránsfugas
(“Tu ego extiende cheques que tu cuerpo no puede pagar”, Top Gun, 1986)
Fui apoderado de Podemos en unas elecciones y una señora se me acercó para decirme que era demasiado guapo como para ser comunista; hasta ahí, mis méritos en política. Esperanza Aguirre llegó a decir que eran la mayor amenaza para el sistema, tal y como lo conocíamos, y yo aplaudía con las orejas. Hace unos meses me llegó un mensaje al móvil reclamándome para ir a votar en la consulta a los inscritos, donde llevaba registrado desde el 2014, o 15, sobre si confluir o no con Sumar. Yo voté que sí, ya que me preguntaban, y hacerlo me trajo recuerdos de mi adolescencia política: La Sexta Noche, Los Chikos del Maíz y retuitear a Daniel Seixo con los ojos cerrados.
Ahora que Seixo se ha transformado en una cuenta fan de Putin, Los Chikos del Maíz están envejeciendo peor que Alfonso Guerra y que, además, Podemos se ha convertido en el brazo político de un podcast miro hacia atrás con algo de sonrojo. Un tiempo después caí en la marmita de Kropotkin y estos debates palaciegos deberían darme igual, pero resulta que Javier Sánchez Serna, el diputado que encabezaba la lista de Sumar en las elecciones, el único de la Región de Murcia que consiguió representación, se ha pasado al Grupo Mixto, por lo que mi voto, que fue a Sumar, ha pasado al Grupo Mixto. Consultan a las bases hasta para elegir el color de la moqueta del chalé, pero se salen de grupo parlamentario como el que lo hace en uno de Whatsapp. Y no lo llaman transfuguismo porque en su caso siempre hay un “pero es que en este caso” que excretar, un salvoconducto político-moral tras que el excusarse de llevar a cabo, casi desde su nacimiento, las mismas prácticas que criticaban al bipartidismo. Pues claro que son tránsfugas.
Cuando Iglesias ponía a Inda y Marhuenda a orinar sangre en los platós de Atresmedia y hablaba de no pagar una deuda ilegítima y del sistema corrupto y de las viviendas vacías yo gritaba hacia la tele como un ultra de fútbol al que no dejan entrar al estadio. El ahora ex vicepresidente del Gobierno, publicó el otro día una exclusiva, escrita, producida, dirigida y protagonizada por él mismo anunciando que Podemos abandonaba el grupo parlamentario de Sumar y a mí no me queda más remedio que aplaudir otra vez porque otra cosa no, pero inventiva para torpedear gobiernos, ni Henry Kissinger. Es el coyote contra el correcaminos progresista. Recuerdo cuando la hija de Peter Lim dijo a la afición del Valencia que el club era de su padre y que iban a hacer con él lo que quisieran.
De hegemonizar la izquierda a montar una pyme. Para lo que se ha quedado esta izquierda nuestra, tan nuestra y a la vez tan de nadie, en constante conflicto. La batalla por el matiz. Somos los que al acabar la charla decimos que más que una pregunta, tenemos una reflexión. Siempre disconformes con la realidad o descontentos con el destino, como Abe Simpson gritando a una nube, con el puño apretado y el ceño fruncido, siendo la noticia del día en la aburrida Springfield.
Mis expectativas de cambio se esfumaron con el tiempo, y creo que nunca fueron realistas, pero en su momento se vendió aquello casi como la toma del Palacio de Invierno.
Es el problema de emplazar tu discurso en la épica histriónica, porque si prometes asaltar los cielos y no los arrasas como Constantinopla corres el riesgo de que las llamas revolucionarias se diluyan sin remedio porque la máxima aspiración a tu revolución es acabar siendo la muleta del PSOE ad perpetuam. Sumar es más de lo mismo, no nos engañemos, pero ellos parecen tener claro que su papel es el de evitar que el PSOE vire demasiado hacia la derecha. Decía Bertolt Brecht que las revoluciones se producen en los callejones sin salida, cuando la verdad es demasiado débil para defenderse y tiene que pasar al ataque. El momento pasó. No hay más, la revolución -ja, revolución- no triunfó, ahora España cabalga a lomos del Perro Sánchez. Más me jode a mí, que yo sí que soy pobre y participo de un sistema en el que no creo porque no me queda otra.
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