Parece mentira que en un país en el que miles de ciudadanos han caído en la trampa de las cláusulas suelo por la confusa redacción de los contratos, todavía haya gente que firme algo que no entiende del todo bien. Pero existe. Y algunas de esas personas habitan en la sede del PSOE, en la calle Ferraz de Madrid. Porque, o Pedro Sánchez no se leyó lo que firmó en el Congreso con Albert Rivera bajo el cuadro de El abrazo, o no se entiende el galimatías en el que los socialistas se han metido interpretando el pacto firmado con Ciudadanos. Uno repasa lo que pone el documento acordado y lo que dicen algunos líderes socialistas y de Ciudadanos e inmediatamente piensa que el marxismo se ha impuesto en España. Pero el de los hermanos Marx y su parte contratante de la primera parte.
Ya el día de la rúbrica, los firmantes tuvieron que aclarar que había un error. Con los nuevos formatos de contrato, la indemnización por despido por causas objetiva era todavía menor que ahora. No era pequeño el matiz y no es la mejor forma de presentar un acuerdo... pero tuvieron que rectificar, después de que Podemos desvelase el retroceso que significaba. A partir de aquí, las 'claúsulas suelo':
La pugna por la orientación ideológica. Ciudadanos se apuntó el primer tanto: antes de la firma anunció que el pacto contendría “el 70% o el 80% de las medidas reformistas de Ciudadanos”. El acuerdo, por muy progresista que sea, tiene el marchamo de estar inspirado en las medidas del partido de centro-derecha. Todo lo que se haya contado después de las supuestas bondades progresistas tiene que remontar esa imagen de conservador que, además, se ha agrandado tanto con el error en la indemnización a los despidos como con la consiguiente crítica de Podemos al contenido. Y por si fuera poco, con los guiños de Albert Rivera a que cualquier votante del PP puede sentirse cómodo con el documento. Sánchez insiste en que es progresista, pero aunque recibe el apoyo de algunos diputados del ala izquierda del PSOE (como el que ha manifestado Odón Elorza), también tiene en sus filas un rechazo significativo.
La llamada Ley Mordaza. El PSOE dice que será derogado si alcanza la Moncloa. Pero ni el texto ni Albert Rivera dicen lo mismo. Lo que dice el documento es: “Se reformará la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana para revisar los preceptos que han sido recurridos ante el Tribunal Constitucional y aquellos otros que reconocen facultades excesivas de intervención por las fuerzas de seguridad, sustituyen el criterio de legalidad por el de oportunidad o eficacia para tales intervenciones o los que atribuyen a las fuerzas de seguridad poderes de decisión y de represión fundados en meros indicios y sospechas, que desplazan las garantías judiciales: restricciones del tránsito y controles en las vías públicas y comprobaciones y registros en lugares públicos”. En sentido estricto, la ley perdería gran parte de sus puntos polémicos pero no se derogaría. Derogar es anular todos sus puntos y sustituirla por una ley nueva. Lo que dice el acuerdo es que se reforma. Parece lo mismo, posiblemente sea muy parecido, pero no es igual.
La reforma laboral. Un caso muy parecido al anterior pero con mucho más contenido ideológico. El PSOE, en boca de Pedro Sánchez, ha asegurado que la reforma laboral se derogará. Albert Rivera dice exactamente lo contrario e insiste en usarlo como guiño al PP. Igual que con la Ley Mordaza, hay modificaciones sustanciales del texto vigente, como un impulso a la negociación colectiva, un nuevo Estatuto de los trabajadores... pero según el texto firmado todas estas medidas se hacen sobre la reforma de la ley actual y, por lo tanto, no se derogaría.
La supresión de las diputaciones. Este es el punto más absurdo de la disputa entre lo que dice el acuerdo y lo que pretender hacer creer que dice. El documento es claro: “Supresión de las Diputaciones Provinciales de régimen común y creación de Consejos Provinciales de Alcaldes para la atención al funcionamiento y la prestación de servicios de los municipios de menos de 20.000 habitantes de la provincia respectiva”. Y suprimir es suprimir. Pero parece que en la Ejecutica socialista, suprimir las diputaciones significa modificar, cambiar de nombre. Con esta operación de maquillaje de una de las medidas firmadas solo muestran el complejo que les ha surgido por el acuerdo. Tres días han pasado y donde dice suprimir quieren hacernos ver que dice reformar.
El fin de las opciones del Partido Popular. Fuentes del PSOE han asegurado en privado que uno de los grandes logros del acuerdo es que Rajoy no podrá ser presidente excepto que un nuevo paso por las urnas así lo determine (que al paso que va la historia, parece que ese será el futuro inmediato). Para los dirigentes de Ferraz, la firma con Ciudadanos suponía dejar a Rajoy en la más absoluta soledad. Y así parecía durante las horas posteriores al acuerdo, en las que el PP lanzó todos sus dardos contra Rivera por sentirse traicionados. Pero con el paso de los días, esta opción tampoco queda descartada ya que el propio Rivera se libera del pacto firmado si Sánchez no logra la investidura en los primeros días de marzo. Es decir, si la próxima semana Sánchez no alcanza la Moncloa, Ciudadanos se sentirá libre de pactar con el Partido Popular. Y el PP ya ha dicho que no está dispuesto a dejar caer a Rajoy... al menos hasta que se celebren nuevas elecciones.
Una vez más, en su intento por contentar a todos, el PSOE no contenta a casi nadie con el documento firmado junto a Ciudadanos. Quizás solo a Albert Rivera, a quien le han dado el oxígeno que se le estaba agotando. Pero los partidos a su izquierda no se sienten cómodos en un acuerdo con Ciudadanos y con -entre otras cosas- una reforma laboral insuficiente, a pesar de que sí tiene avances sociales en muchos otros puntos; y la derecha del PP -lógicamente- no va dejar pasar al palacio presidencial a sus máximos rivales políticos.
Entonces, ¿qué busca Sánchez con este pacto? Como siempre, no lo sabemos. A ello también contribuye que la comunicación socialista sigue siendo de respuesta y no llega nunca a la propuesta. Sigue ocupada en deshacer entuertos y no en señalar virtudes. Y más, si es difícil encontrarlas en un documento con tantas cláusulas que son un sí pero no y todo lo contrario. Gracias a ello, se mantiene la sensación de que todo es humo, que todo son propuestas dirigidas a retratar al rival más que a llegar a acuerdos. Y mientras tanto, el tiempo avanza hacia unas urnas al calor del verano.